El Mundial fue ficción (Brasil 2014) de Federico Bianchini fue publicado en formato ebook por la editorial eCícero en 2014. El libro reúne las diez crónicas escritas por Bianchini para la revista “Anfibia”durante el Mundial de fútbol celebrado en Brasil ese mismo año. El Cuaderno le agradece al autor la cesión del texto íntegro que iremos secuenciando en cinco entregas durante esta semana y la próxima. El material gráfico no aparece en el original.
Introducción
El viernes 20 de junio de 2014 al mediodía, el editor de la revista Anfibia Federico Bianchini escribía en la redacción. Intentaba terminar deeditar un texto para volver a su casa temprano, así podría ver el partido entre Francia y Suiza.
No le faltaba mucho. El ensayo sobre el rol de los árbitros era interesante: sólo había que cambiar un detalle, la mención al número de un jugador expulsado.
Por alguna extraña razón que no termina de explicarse ya que no suele prestarle mucha atención al fútbol, cuando empezó la Copa del Mundo Bianchini decidió que trataría de ver todos los partidos que pudiera. Se dijo, leería análisis de periodistas deportivos y escucharía a los especialistas. Pensó: sería divertido meterse en ese mundo que, de lejos, había disfrutado tanto en 1990.
Escribía, cuando el director de la revista Cristian Alarcón lo llamó y le preguntó si le gustaría ir a Río de Janeiro. Un colectivo de periodistas brasileros, los Mídia Ninja, querían que Anfibia cubriera el Mundial.
—Lo único es que no sé qué calidad de confort nos pueden brindar: ofrecen alojamiento pero en casas comunitarias. No sé si serán muy hippies.
—¿Y cuándo debería viajar?
—El lunes.
— Ah, ya. ¿Y a cambio del alojamiento qué quieren?
—No sé. Habría que hablar con ellos.
—El problema es que no nos acreditamos —dijo. No vamos a tener entradas.
—Sí, pero nos acaban de avisar. No podíamos preverlo.
—¿Y qué idea de cobertura tenías?
—Un post por día. Algo breve. Cuatro mil, cinco mil caracteres. Ir y ver qué hay.
El miércoles siguiente, Bianchini tomaba el vuelo G3 7685 con destino a Río de Janeiro. Para abaratar costos, primero fue a San Pablo: escala larga. Durante ocho horas en el aeropuerto Guarulhos buscó una postura para intentar dormir más o menos cómodo. No la encontró.
El siguiente partido de la selección argentina, tras haberle ganado a Nigeria, sería en esa ciudad. A cuadras de donde el cronista intentaba dormir. En algún momento de esas ocho horas pensó en la posibilidad de quedarse allí, de renunciar a seguir “en tránsito” pero luego, se dijo, era bastante complicado: llamar a alguien a quien no conocía y decirle que, mejor, en realidad, prefería cambiar su destino.
Media horas después, llegaba al aeropuerto Santos Dumont, en Río de Janeiro. Dos integrantes de Midia Ninja lo estaban esperando. Lo acompañaron a la casa, lo presentaron al resto del equipo, le preguntaron si quería ducharse, dormir.
Después de un baño, Bianchini durmió dos horas.
Una vez que notó que estaba bien despierto, tímida, con temor a que el cronista la insultara, la Ninja le comentó que un auto saldría para San Pablo media hora más tarde. Le preguntó si no querría acompañarlos.
En los veinte días que siguieron, hospedado en la casa Mídia Ninja de San Pablo, Brasilia y Río de Janeiro, Bianchini acompañó, de lejos, a la selección argentina de fútbol.
Compartió con los Ninjas (grandes compañeros de trabajo) desayunos, almuerzos y cenas; coberturas de marchas que no salieron en otros medios brasileros, la detención de presos políticos, protestas contra la copa. Durmió en un cuarto con otras quince personas, probó frutas que no habría podido imaginar que existían, vio un cuerpo al costado de la ruta y vio, a dos metros, el brazo del muerto: el hueso del hombro brillaba tan blanco. Se levantó (varios días) a las cinco de la mañana para intentar conseguir una entrada que nunca encontró; se quedó afónico alentando a su selección: vio partidos en bares de mala muerte, en casas de brasileros ricos, en el estadio Mané Garrincha, y vio, también, los colectivos quemados luego de que el equipo local quedara fuera de la copa. Fue estafado por revendedores y expulsado de un cuarto por brasileros nerviosos. Miró la final en una playa de Río de Janeiro, durmió poco y escribió las diez crónicas que siguen.
El Mundial empieza en octavos
El cronista llegó a Brasil para contar la fase final del Mundial. De Buenos Aires se llevó una bolsa de dormir, unos pocos reales y una misión: una nota por día. En este texto, nuestro corresponsal anuncia lo que se viene. Personajes secundarios, protagonistas, emociones evidentes y realidades escondidas y muchas, muchas historias.
En una conferencia sobre La divina comedia dijo Jorge Luis Borges que dijo Coleridge que la fe poética es una suspensión voluntaria de la incredulidad.
Luego, en Anfibia, el sociólogo Pablo Alabarces dijo que el Mundial es ficción.
El mundial es una ficción compleja que hace que en un sillón en Buenos Aires un cronista ignoto se emocione con la gambeta lejana de un colombiano, para un lado, el enganche, para afuera: cara externa. Con el pique suave sobre un arquero japonés a los ochenta y nueve minutos de un breve y arbitrario lapso de noventa.
El mundial, como toda ficción, tiene historias y, sobre todo, personajes.
Hay personajes secundarios: este cronista vendría a ser uno de ellos, un extra que aparece en una escena perdida, caminando sin parlamento detrás del tránsito. Un personaje de dos dimensiones que lleva consigo un rectángulo, una especie de espejo que en vez de reflejar imágenes las absorbe: el contenido de ese rectángulo será publicado aquí. Apoyaré ese recuadro en distintos lugares: el cordón de una calle de Laranjeiras, una toalla en la arena tibia de Ipanema o la ventana de una casa en
Botafogo.
El rectángulo será un recorte: las historias se
sucederán adentro.
Historias de personajes que viven inmersos en el relato: costarricenses eufóricos que no pueden creer que su equipo haya dado el batacazo después de ganarle a Uruguay, a Italia, de empatar con Inglaterra y a los que sólo les importa que Campbell esté inspirado frente al arco.
E historias de las otras, de esos personajes ubicados en el límite de la ficción, en esa zona similar a la que tenemos cuando entramos al sueño, dejando apenas atrás la inverosimilitud de la vigilia.
En el cine, un actor que monologa mirando a la cámara. En una novela, el narrador que con artilugios trata de romper la distancia entre el yo poético y el autor. Personajes que tratan de cortar “la ilusión”, nos avisan que detrás de los goles y las lágrimas sinceras del hincha hondureño que ve perder a su equipo se esconden 200 mil desplazados, una policía militar y represiva que tiene luz verde y avanza, y protestas de personas que se oponen al mundial.
Pablo Capilé y Teresa Sempere son dos de esos personajes: él, brasilero y uno de los fundadores de Mídia Ninja (por las siglas en portugués de “Narrativas Independientes, Periodismo y Acción”) un medio colectivo, dependiente del movimiento Fora do Eixo, que se plantea como una alternativa digital a la prensa tradicional. Ella, catalana locuaz, una de las compañeras. Mídia Ninja realiza documentales, cubre las manifestaciones, los festejos por los partidos, organiza festivales y muchas cosas más: son 50 personas en 100 ciudades, con más de 250 colaboradores.
Algunos dicen que el verdadero Mundial empieza en octavos de final. Mídia Ninja invitó a Anfibia a Brasil. Empiezan los octavos y aquí estamos.
[continuará]
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