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Nos estamos pensando

Susana Carro reseña 'Monstruas y centauras', de Marta Sanz, escrito al calor del #MeToo, la carta de las intelectuales francesas, la huelga feminista del 8 de marzo y la sentencia de La Manada y que persigue desentrañar cómo «proteger» la lucha feminista de la simplificación y comercialización de un capitalismo que lo puede absorber todo.

Nos estamos pensando

Monstruas y centauras, o la vindicación como género en Marta Sanz

/por Susana Carro/

La diferencia se habita en cada cuerpo, la diversidad en cada psique y la desigualdad en cada género y clase. Podría decirse que la diferencia es en sí tangible mientras que la igualdad no es un hecho sino un concepto, un valor regulativo de orden político y ético. La diferencia se vive; la igualdad, para ser experimentada, requiere cimentarse y erigirse.

Precisamente porque la igualdad es una aspiración, un concepto no experimentado en su total potencial, suele expresarse a través de la vindicación, un género que ha acompañado al feminismo desde sus orígenes. Vindicación de los derechos de la mujer es el título de uno de los textos canónicos del feminismo y, doscientos años mas tarde, ese aliento vindicativo pervive  en la reciente publicación de Marta Sanz: Monstruas y centauras. Ante las deficiencias de un igualitarismo contemporáneo aplicado con restricciones, sería posible contraatacar con un memorial de agravios, pero Sanz opta por la vindicación como auténtica declaración de intenciones. No se trata de que las mujeres se hagan las fuertes, resistan y superen obstáculos sin quejarse, «sino de utilizar esa fuerza para reivindicar».

Marta Sanz

Y con este propósito en mente Marta Sanz teje cada línea de su pequeño gran ensayo construido a partir de reflexiones dispersas sobre noticias acaecidas entre los meses de febrero y marzo de 2018. La mirada comprometida de la escritora descubre al ojear los diarios que son los hombres quienes ocupan mayoritariamente los espacios de poder político, las esferas de la intelectualidad y los ámbitos del reconocimiento público. Esos mismos diarios hablan de mujeres en las crónicas de maltrato y abren debates sobre supuestas violaciones que son «síes disfrazados de pudor». A través de la publicidad, los magazines revelan una imagen de la mujer sin mancha de vejez o pobreza, algo que no se ajusta en absoluto a la que el espejo nos devuelve cada mañana. Ante tal despropósito Sanz responderá: la única mancha es la pústula del patriarcado, «todas y todos deberíamos ser feministas porque el machismo es la enfermedad».

La conciencia de género es una compañera conocida de Marta Sanz, de ahí que su ensayo no se detenga a explicar el carácter patriarcal de nuestra sociedad. Lo obvio se muestra, sólo hacen falta tres meses de noticias en los diarios para revelar lo evidente (La Manada, el MeToo, los escándalos sexuales de Intermon Oxfam, la huelga feminista del 8 de marzo, el manifiesto de las intelectuales francesas, las diputadas de Ciudadanos…) y denunciarlo. Sanz habla a un público ya concienciado, a un público que ha conquistado la proeza de la sensibilización de género, y a él se dirige para dar una vuelta de tuerca mas: también las feministas vivimos la contradicción, adoptamos roles de género que luego repudiamos en foros y debates y, entre nuestras sábanas, también se cuela la política sexual. «Al fin y al cabo soy una mujer que debe hacerse la crítica continuamente», afirma la autora, «porque he sido educada con los esquemas patriarcales de mi padre, de mi madre, de mi abuelo, de mi colegio, de mi universidad, etcétera». Y he ahí la vuelta de tuerca de este pequeño ensayo de Marta Sanz: vivo en contradicción y no la oculto:

Vindico ante el temor de que mi deseo lo sea sólo hasta cierto punto y yo quiera y no quiera ser a la vez la princesa en el jardín, la novia de Roger Rabbit, la mujer de muslos turgentes que hace fitness para poder cantar y bailar, la madre amantísima de pequeñas criaturas con síndrome de Down, la exploradora que usa con maestría el vibrador, la viejera solitaria, la megavixens y la supervixens, la empresaria más eficiente, la mujer con las piernas estilizadísimas por altísimos tacones de agua que rematan un zapato de suelas limpias porque jamás, a causa de su elevación astronómica, han tocado el suelo, las meadas de perro ni los escupitajos.

Porque en Monstruas y centauras reconocer la contradicción es un entrenamiento hacia el cambio, un acicate contra la desidia, la comodidad, un ejercicio de duda hiperbólica en combate contra el escepticismo. La duda de Marta Sanz es radical: duda de sí misma, de sus deseos, del color de sus adjetivos, de la política de la gramática, del feminismo anglosajón, del feminismo francés, de la víscera y la rabia, de la verdad de las mentiras, de la fábrica de falsos ideales, de los pactos patriarcales, de las mujeres que utilizan el poder como los varones, de la reescritura feminista de los cuentos, del uso mediático del igualitarismo… Pero por debajo de esa duda hay algo que permanece, un resto indubitable que se muestra como verdad evidente: nos estamos pensando.

Las mujeres, afirmaba Celia Amorós, tenemos todavía mucho que pensar y dar que pensar para salir del lugar de lo no-pensado. Monstruas y centauras es una maravillosa pieza que facilita el ejercicio de pensarnos a nosotras mismas, mujeres, en el mundo. Nos suministra nuevas claves para descifrar la realidad enseñándonos a sacar partido de una tradición en la que los hombres han tenido más protagonismo que las mujeres y, al mismo tiempo, abre nuevas vías para reconstruirla y resignificarla. Resignificar el lenguaje, resignificar el poder, reeducar la postura, «pensándolo y reinventándolo casi todo» desde la irónica lucidez de Marta Sanz. Y «que Diosa nos asista».


Susana Carro Fernández (Mieres, 1971) es licenciada en filosofía y ciencias de la educación por la Universidad de Oviedo y especialista en ciencia, tecnología y sociedad por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED. Discípula de Sergio Givone, catedrático de estética de la Universidad de Florencia, ha trabajado como profesora agregada en la Escuela Universitaria de Educación Social de Oviedo y en la actualidad imparte clases de filosofía en el instituto Rosario Acuña de Gijón. Docente, desde 1998, de los cursos de Extensión Universitaria sobre educación para la igualdad, ha participado en el programa de formación del profesorado de la Universidad de Valparaíso, Chile. Es además miembro fundador de Paraíso, espacio de arte alternativo que, en la década de los noventa, aglutinó buena parte de la creación asturiana, y fue coautora de la videoinstalación No sólo hemos aprendido, expuesta en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón durante el año 2002. Ha publicado varios libros, y entre ellos Tras las huellas de «El segundo sexo» en el pensamiento feminista contemporáneo (2002), Mujeres de ojos rojos: del arte feminista al arte femenino (2013) y Cuando éramos diosas: estética de la resistencia de género (2018).

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