Crónicas ausetanas
Paco Candel y Vázquez Montalbán o la emergencia de la Barcelona silenciada
/por Xavier Tornafoch/
Los estragos que el franquismo causó en la sociedad española fueron múltiples y de diversa intensidad, siendo especialmente sangrantes para las clases populares, derrotadas tras una guerra civil que sufrieron especialmente y a la que siguió una horrorosa posguerra que vino acompañada de grandilocuencia fascista, hambre y represión. La Barcelona gris y atemorizada que surgió del franquismo duró mucho más que el propio régimen. Esa Barcelona del extrarradio, de los barrios de aluvión, de los niños comiendo mocos y de mujeres lavando la ropa en arroyos fue también la Barcelona del silencio, porque la censura era mucho más que unos tipos con gafas oscuras y bigote marcado tachando las frases de un libro con un lápiz rojo: era no poder hablar en voz alta de la propia historia familiar, no verbalizar quejas por la falta de servicios públicos básicos, no protestar por tener al padre en la cárcel o una madre que consumía horas y horas limpiando casas ajenas a cambio de un sueldo de miseria.
Aquélla fue la Barcelona de Paco Candel y de Manuel Vázquez Montalbán. Quizás sea redundante afirmar que ellos nos mostraron aquella ciudad silenciada, pero eso es lo que sucedió. Estos dos escritores, cada uno con su estilo, levantaron el velo de una realidad que el régimen había ocultado tozudamente. Esa voluntad de mostrar la vida de las clases populares barcelonesas tenía mucho que ver con sus propias biografías. Paco Candel llegó a Barcelona siendo un niño procedente del Rincón de Ademuz, zona castellanohablante de la Comunidad Valenciana, y vivió en la capital catalana, siempre en el barrio del puerto, hasta su muerte. Por su parte, Manuel Vázquez Montalbán nació en el Barrio Chino, lo que ahora se llama el Raval, en el centro de la ciudad. Ambos se criaron en barrios populares, no necesariamente marginales, donde se fraguaba la vida de los perdedores de la guerra civil; lugares donde mujeres y hombres tenían la obligación de luchar y de ayudarse para salir adelante.
Es precisamente la solidaridad de los pobres la que asoma en sus obras, y lo hace de manera nostálgica porque ambos escritores intuyen que es un mundo que se está acabando ante el avance imparable del individualismo neoliberal. Los dos pasaron por el PSUC, el partido de la oposición al régimen, el instrumento sin el cual no se entiende el antifranquismo en Cataluña, la organización comunista en la que coincidían los hijos radicalizados de la burguesía local con los trabajadores y con sus hijos, muchos de los cuales también eran universitarios, como el mismo Vázquez Montalbán. Esta alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura, fuertemente influida en Cataluña por el Partido Comunista Italiano, modeló, sin ninguna duda, lo que habría de ser la sociedad catalana a partir del 1975, aunque el país político estuviera en manos de una burguesía nacionalista a la que costaba entender el carácter y las necesidades de esa Barcelona silenciada de la que hablaban en sus libros Paco Candel y Vázquez Montalbán.
Los primeros escritos políticos de Jordi Pujol reflejan la ignorancia de ese mundo de las clases populares catalanas, pero cuando el banquero nacionalista se lanzó a la acción política con su discurso de voluntad integradora, más estratégico que sincero, no tuvo más remedio que estudiar detalladamente lo que le contaban sus escritores xarnegos, porque en ellos estaba la Cataluña real que no tenia mucho que ver con la Cataluña romántica e idealizada con la que soñaba. Así pues, el timonel nacionalista de la nueva Cataluña tuvo que aprender de las obras autobiográficas de Candel, algunas de ellas auténticos manifiestos, como Els altres catalans o Donde la ciudad cambia de nombre.
La influencia de Vázquez Montalbán, crítico mordaz del proyecto pujolista, se desarrolló en dos frentes: en primer lugar, a través de sus obras de ficción, no todas ubicadas en Barcelona, pero en las que aparecían personajes prototípicos como el detective Pepe Carvalho, un descreído que se mueve como pez en el agua en los bajos fondos, aficionado al buen comer y al buen beber, como su creador. Por otra parte, sus crónicas periodísticas, materia que enseñó en la Universitat Autònoma de Barcelona. En ellas desgranaba la actualidad política, social, económica y deportiva del país.
La burguesía nacionalista descubrió en esa multitud de páginas escritas por Candel y Vázquez Montalbán que existía una masa enorme de trabajadores, muchos de los cuales inmigrantes —los que trabajaban en sus fábricas y limpiaban sus casas—, que tenía la firme voluntad de formar parte del país. Sin renunciar a sus orígenes, aquella gente estaba dispuesta a construir una sociedad en la que hubiera un lugar para ellos y, aun sin dominar el idioma catalán, lo sentían como algo propio y querían que sus hijos lo hablaran y lo consideraran algo suyo. El anecdotario sobre la cuestión lingüística en la obra de Paco Candel es interminable y sirve para desvirtuar los tópicos malintencionados que la extrema derecha difundía durante la transición y que se han ido reproduciendo a lo largo de los años, intentando cuestionar una realidad indiscutible: la inmersión lingüística en las escuelas hubiera fracasado si todos esos inmigrantes y trabajadores, utilizando la expresión candeliana, se hubieran opuesto a ella. Esto no sucedió. Candel y Vázquez Montalbán, junto con muchos otros, se erigieron en lo que Gramsci dio en llamar la intelectualidad orgánica, la que crea sentido común a favor de la cultura y de los saberes de las clases populares. En cualquier caso, estos dos autores fueron dos de los mejores escritores catalanes en lengua castellana y buena parte de su obra nace de esa cultura popular de la que ellos quisieron dejar constancia.
La influencia de estos dos escritores de la Barcelona silenciada sobre lo que podríamos llamar la opinión pública catalana trascendió su desaparición, hasta el punto de que hoy en día no es extraño oír a renombrados tertulianos echar de menos la opinión de Candel y de Vázquez Montalbán, repitiendo un mantra que dice mucho de ambos personajes: «¿Qué pensaría Candel de este tema?»; «¿qué opinión tendría Manolo de esa cuestión». Ante esta situación podría pensarse que la sociedad catalana esta huérfana de referentes literarios que se preocupen de las nuevas barcelonas silenciadas, pero eso no es así. Existen magníficos cronistas de esos nuevos silencios; uno de los mejores, sin duda, Javier Pérez Andújar, que desde sus libros y sus artículos periodísticos da voz a todos los que no la tienen en esta Barcelona del siglo XXI.
Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931) Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educacción y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y comarcal como History of Education and Children’s Literature, Revista de Historia Actual, Historia Actual On Line, L’Avenç, Ausa, Dovella, L’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos. Además, milita en Iniciativa de Catalunya-Verds desde 1989 y fue edil del Ayuntamiento de Vic entre 2003 y 2015.
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