Arte

Manuel Silvestre o el ‘ars combinatoria’ en la sinfonía del collage

María Jesús Soler reseña una exposición del artista multidisciplinar Manuel Silvestre, consistente en recrear bidimensionalmente varias esculturas de su padre, Silvestre de Edeta.

Manuel Silvestre o el ars combinatoria en la sinfonía del collage

/por María Jesús Soler/

El pasado Otoño tuve la ocasión, ciertamente buscada, de asistir a la inauguración de la exposición MANUEL SILVESTRE en diálogo con SILVESTRE DE EDETA, celebrada en Ca la Nova, sala del Ayuntamiento de Liria (Valencia) ubicada en un palacete antiguo de dicha ciudad; una ciudad eminentemente musical. Son famosas las múltiples bandas de música que proliferan, lo cual dota a sus habitantes de una idiosincrasia particular.

Manuel Silvestre

Traigo la música a colación, porque la obra que Manuel Silvestre presentó era como una cierta melodía sinfónica. Obra realizada mayormente en collage, es un ars combinatoria de elementos que le confieren un ritmo, un tempo que va desde el allegro ma non tropo al andante, al largheto e incluso al adagio. No ha de extrañar que haga esta comparación ente la representación bidimensional de una obra en la que se atrapa cierto instante extático y la idea de tempo o movimiento. Los elementos que configuran los collages de este artista entran en una interrelación rítmica y de tensión entre sí mismos produciendo un cúmulo de contrastes que se aúnan en la globalidad temática de lo que representa la obra. La obra de Manuel Silvestre Visa hace patente la depurada técnica de este maestro del collage con el que compone, acompañado de la pintura, unas sugerentes obras en las que los materiales son sujetos de discurso; unos materiales diversos y trabajados previamente: estampaciones serigráficas, tipografías, objetos pintados por adición, recortes aleatorios…, en fin, una multiplicidad de recursos en busca de un discurso formal que no elude la experimentación.

Desde que Picasso en su cubismo sintético dio carta de ciudadanía al collage, éste ha experimentado numerosas versiones que, en ocasiones, se producen por adición de elementos objetuales reconocibles como discurso representado.

Sin embargo, en los collages de Manuel Silvestre, los propios elementos utilizados remiten a un ars combinatoria de técnicas y recursos plásticos que tratan de buscar un orden en las formas y en la armonía de las gamas cromáticas teniendo como resultado un juego de ritmos que van a ser el leitmotiv de la obra. Pese a que yo voy a hablar de la exposición mencionada al comienzo por sus características muy especiales, no puedo dejar de contextualizar ese peso melódico en la obra de Manuel Silvestre. Sirva como ejemplo una de las obras que hasta el 13 de enero han estado en la Galería Alfara de Oviedo:

En este bodegón podemos advertir esa tensión del ars combinatoria a la que he aludido, pues sobre un fondo manchado se van introduciendo elementos un tanto azarosos a simple vista, pero que llevan detrás un arduo trabajo preparatorio, intervenciones todas ellas con el objetivo de hacer emerger el potencial de las formas.

Es así que papeles previamente trabajados, elaborados artesanalmente, objetos pintados, pintura directa, tipografías aleatorias, gestos potentes…, producen una mixtura, al decir de César Salvo, en la que de collage en collage el artista abandona la bidimensionalidad del lienzo pasando al plano tridimensional de la escultura.

Todo ello no es casual. En el proceso creativo la ideación es un dispositivo en el que confluyen muchos factores. Veamos quién es Manuel Silvestre y por qué «entra en dialogo» con Silvestre de Edeta, escultor, su padre, fallecido en el año 2014 a la edad de 103 años.

Pintor y grabador, doctor en bellas artes por la Universidad Politécnica de Valencia, catedrático de serigrafía, Manuel Silvestre es un artista multidisciplinar que desarrolla su actividad plástica con registros diferentes, ya sea el grabado en todas sus formas expresivas como la pintura, en la que su juego o incursión en el collage remite a un sistema de estampación en el que el papel es un elemento que, por adición, va generando un sugerente universo plástico en la composición de las formas; lo cual me lleva a advertir una suerte de hibridación pintura-grabado con resultados imaginativos y formales que no dejan de enriquecer tanto la obra como la mirada del espectador.

En el diálogo con Edeta, se trata de recrear ciertas esculturas de su padre pasándolas a un plano bidimensional. Esto supone un análisis de las formas y un encaje particular en la representación.

No estamos aquí ante un pretexto escultórico para una obra pictórica. Es algo más profundo. Como él mismo dice,

tomando como base o punto de referencia las esculturas —bronces, terracotas o mármoles— de mi padre, Silvestre de Edeta, he desarrollado un conjunto de obras que constituyen una serie muy acotada en la temática y el estilo, pero de larga extensión temporal, pues esta idea la vengo desarrollando desde hace unos ocho años. Era un proyecto que compartimos juntos con el objetivo de presentar ambos resultados —sus esculturas, dibujos y bocetos preparatorios y mis visiones sobre aquellas imágenes— de modo que a partir de cada pieza o estructura tridimensional comienza un proceso de análisis: punto de vista, juego de luces, ejes compositivos, ritmos, etc., tratando de sintetizar aquellas formas escultóricas y extraer la singularidad de cada una de las figuras.

No se trata de versionar las obras de Silvestre de Edeta, sino una serie de idas y venidas a través de sus esculturas figurativas:

En este caso, es la obra y la figura de mi padre —Silvestre de Edeta— la que me motivó a elaborar esta serie y con ella mostrar un reconocimiento a su personalidad, a su modo en que me inculcó el amor por el arte y por el oficio, siempre con rigor y respeto hacia mi trabajo, a pesar de que éste transitara por unos derroteros diferentes. Con esta reflexión y aproximación de nuestras obras se logra el encuentro de unos nexos comunes dentro de la diferencia de lenguajes… Interrelacionar ambas propuestas supone que, en ocasiones se produzcan algunas transformaciones que pasan por una ruptura de las formas, sin perder de vista la esencia del modelo que siempre corresponde a una escultura.

Pero en esta simbiosis de escultura y pintura, en este juego de lo tridimensional y lo bidimensional, Manuel Sivestre no puede dejar de ser él mismo introduciendo en las formas el ritmo, color y juegos compositivos de sus collages. Es así como me dijo:

Empecé reproduciendo las esculturas de mi padre, pero llegó un momento que me dije: ¿y por qué no hago mi obra como realmente la siento? Es así que lo que hace a esta exposición diferente es el juego del proceso creativo en el que partiendo de unos parámetros se llega a representaciones llenas de musicalidad y lirismo que hacen recordar a Kandinsky cuando en su obra Punto y línea sobre el plano o De lo espiritual en el Arte, traspone la musicalidad al gesto y el símbolo a la obra; “El punto es el silencio…

Sabia elección, pues trae al presente un diálogo que recupera y hace patente la interpretación de la obra de su padre, pero sin eludir de la muestra una autoafirmación personal que trasciende la mera apariencia y pone de manifiesto la creatividad de Manuel Silvestre. Es así que lo que para algunas miradas la exposición es un homenaje a Silvestre de Edeta, para Manuel Silveste Visa es algo más, es un relato póstumo rescatado de incesantes conversaciones y formas de representar de estos dos aristas en la que Manuel Silvestre muestra su ser propio, su particular forma de crear dinámica, y llena de matices junto al silencio y quietud de las correspondientes esculturas de su padre, que parece interpelar la réplica de su escultura en un cuadro. Juego cómplice entre las propias obras y el espectador. Diálogo explícito, pero también oculto.

Disfruté mucho contemplando esta exposición de inusuales registros. Una exposición no al uso. Un diálogo en donde la materia se yuxtapone con la pintura, escritura, línea, collage… Contra toda suerte de apariencias nada es azaroso, aunque sí aleatorio. Nada y todo es lo que parece, pues el todo y la nada se confunden dejando un espacio abierto a la reflexión, a la mirada que propicia esta muestra y a las sensaciones que despierta.

Esta exposición cubre un amplio recorrido del artista, bien sea como su incursión en El libro de artista: espacio de creación plástica, en donde el pintor y grabador presenta un conjunto de libros de artista donde la imagen se hace presente en cada una de las páginas. En su mayor parte son piezas únicas en las que únicamente interviene el artista con el propósito de generar un discurso formal que juega con elementos gráficos directos: manchas, maculaturas, plantillas, tipografías, papeles e imágenes recortados y encolados. Son obras mudas que trascienden al simple impacto visual; un guiño gráfico en busca de la complicidad del espectador.

Es de destacar su participación en La Fundación CIEC, Centro Internacional de la Estampa Contemporánea, creada por Jesús Núñez Fernández, pintor, grabador y escultor, a quien Manuel Silvestre conoció en Madrid en el año 1971, siendo invitado a participar en la galería de Jesús Núñez Estudio 4. Galería de Arte Gráfico. Ese mismo año, según me dice, coincidieron en el taller Graphispac, montado por la Casa Americana de Madrid, taller experimental dirigido por Michel Ponce de León.

Asimismo, su fundamental participación docente en Betanzos, donde se crean los cursos de verano que serán el embrión de la fundación hace unos 40 años, a los cuales Manuel Silvestre se vincula como profesor de serigrafía por invitación de Jesús Núñez.

Nos encontramos, pues, ante un artista multidisciplinar con un amplio currículum en exposiciones individuales y colectivas y un acerbo de premios y ediciones desde 1969 que seguirán expandiéndose; un artista digno de ser conocido, investigado y del que se puede aprender mucho por su hacer y el ámbito sugerente de sus creaciones.


María Jesús Soler es una artista multidisciplinar consolidada con un amplio historial de exposiciones de pintura y grabado en España y en el extranjero. Licenciada en bellas artes en la especialidad de escultura por la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de la Universidad Politécnica de Valencia, es asimismo doctora en filosofía y ciencias de la educación por la Universidad Literaria de Valencia, catedrática de filosofía y licenciada en filología hispánica. Recibió formación en grabado calcográfico en la Escuela de Artesanos de  Valencia y en la Facultad de Bellas Artes de Urbino (Italia), así como cursos especializados de fotograbado solar no tóxico en PMP Grafix, de grabado en color al carborundo y de grabado sobre pulpa de papel impartidos por José Fuentes Esteve. Ha participado en talleres sobre libros de artista y encuadernación con Albertina Tafolla. Ha estado presente en importantes ferias de arte, como las de Shanghái o Estampa. Ha realizado proyectos escultóricos como El Hilo del Tiempo, ubicado en la plaza Julio M.ª Orozco, en Elche. En el ámbito literario ha publicado las obras Meninas: mito, invención y realidad (2004), Rigoberto Soler de cerca (2011) y Sanzsoto: de roca y espumas (2013). Ilustra con sus grabados la obra Els camins i la mirada, del poeta valenciano Marc Granell.

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