Mirar al retrovisor
El mundo de ayer, el mundo de hoy
/por Joan Santacana Mestre/
En este primer cuarto del siglo XXI, cuando se oyen las noticias transmitidas por las emisoras de radio o de televisión, cuando se leen los periódicos o se analizan los mensajes que llegan desde las redes sociales, resulta difícil de entender de verdad lo que ocurre en nuestro mundo.
Parece como si en algunas zonas del planeta se jugaran diversas partidas de póker en las cuales nosotros somos monedas de cambio: así lo vemos en Irán, Yemen, Arabia Saudí, Siria… Observamos a gobernantes y gobiernos que deliberadamente favorecen la destrucción del planeta, como Trump o Bolsonaro; también vemos cada vez con más frecuencia estadistas que forman gobiernos al margen de lo que expresaron en las urnas los mismos ciudadanos que los elevaron al poder; nos damos cuenta como algunos aprendices de brujo juegan a encender guerras no se sabe con que finalidad; descubrimos cada día la existencia de más territorios, especialmente en África subsahariana, Somalia o Libia, que se van sumiendo en un caos infernal. Y todo ello se decide en lugares distantes, por personas que no conocemos y que nunca han dado prueba alguna de sensatez.
En realidad, nunca como ahora habíamos percibido con tanto terror nuestra impotencia ante el rumbo que toma el mundo en el que vivimos. Una persona normal, un hombre o una mujer cualquiera, que trabaja, que razona, que lucha cada día en su negocio, en el trabajo o en su casa, al margen de la política, dedicado a sus tareas, tranquilo, tenaz, con ganas de transformar su vida en obras, no puede tan siquiera imaginar que, en otras partes del mundo —en Biarritz, Washington, en Londres, en Berlín, en Bruselas, en Moscú o en Pekín—, unos escasos centenares de personas que no conocemos, que no se han caracterizado precisamente por su prudencia, su honestidad o su sentido común, están hablando, planeando acciones, telefoneándose y mandándose e-mails, al tiempo que pactan acuerdos o rompen compromisos adquiridos sin que la mayoría de personas del mundo pueda saber nunca cómo les afectaran estas reuniones y las decisiones que en ellas se tomen. Y de este modo deciden hoy y mañana sobre nuestras vidas. Nuestro destino está en sus manos y no en las mías o las de usted; y a muchos de ellos no los hemos elegido.
Esta misma sensación, con idénticas palabras, nos la describió en 1939 de forma dramática Stefan Zweig en su libro Die Welt von gestern —traducido como El mundo de ayer— cuando dijo sentirse
sentado en mi habitación, como todos los demás, indefenso como una mosca, impotente como un caracol, mientras se me jugaban la vida o la muerte […] sentado, esperando ansioso y mirando al vacío, como un condenado en su celda, encadenado en aquella espera absurda mientras los compañeros de cautividad preguntaban a derecha y a izquierda, aconsejaban, parloteaban, sin saber realmente ninguno de nosotros qué decidirían sobre nuestro destino.
Este testigo conmovedor de la desazón que reinaba en Europa en aquel tiempo nos viene hoy a la memoria cuando en circunstancias distintas, con actores diferentes y en una época en que tantas cosas han cambiado, los mismos sentimientos de impotencia nos asaltan. ¡Y a esta época en que ocurren estas cosas le llamamos la era de la democracia!
Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
creo que todo esto se debe en parte a que el mundo se ha hecho demasiado rico pero la riqueza está en manos de una élite que nada ve del resto de nosotros, es una minoría económicamente demasiado poderosa y políticamente lo es también. Ojalá esta élite se de cuenta que vivimos en el mismo planeta y que la desigualdad va traer un mundo donde la seguridad de todos va ser imposible, lo que no conviene a nadie.