/ por Lucrecia Romera /
I
Unde, Mater?
—De dónde —Madre,
de qué madrigueras adormecidas,
de qué cuevas ocultas,
de qué verdes lagunas, de qué juncos,
de qué matorrales,
de qué ramas,
de qué nidos deshechos,
de qué árboles,
de qué montes frondosos,
de qué bosques umbríos
Madre —dime,
han renacido
con tan próximo ardor?
—ya que tus ojos —Madre,
desde hace tiempo miran
desde lo invisible y
podrían responderme.
Tus ojos castaños — Madre,
que traspasan el divino éter.
II
–De la nostalgia de la Tierra, Hija
de los caballos a campo traviesa,
de las crines sueltas al galope empujadas por el viento,
de los relinchos de un estado anterior
al de la mansedumbre, del horizonte lejos.
De las vizcachas que asoman curiosas
con el pelo brillante y los hocicos trémulos
desde los agujeros de sus túneles
de arquitectura laberíntica.
De los armadillos* en cavado profundo
con sus manitas imbatibles
mientras el sol relumbra
sobre los caparazones milenarios.
De las colas enhiestas de los zorros
iluminadas por la luz del día
no desde la posesión de una Verdad
sino iluminadas
por la luz de la Verdad.
De los ojos rasgados de los zorros
que miran en profundo
con ese azul de lejanía.
De las colas alertas de los zorrinos
que perfuman el campo
con el agrio chorro de su orina mortal.
De lo que antes fueron lomos erizados,
ojos inquietos en estado de vigilia,
garras ocultas a punto de zarpar
anunciadas tal vez por un instante
en la huella desleída del cazador,
en la cadena medular del tiempo
como si la tragedia no acechara.
III
Avibus bonis *
¿Y los patos —Madre,
de dónde con ese nado silencioso entre juncos
ataviados por sus crías,
ataviados por la iridiscencia de las plumas en reposo,
acompañados desde el aire
por el vuelo circular de las gaviotas
y por los pájaros de otoño del hemisferio sur?—
¿—De dónde, Madre—dime,
ya que tus ojos miran
desde lo invisible
y alcanzan a cruzar los océanos
y siguen el vuelo de las bandadas
igual que cuando
las mirábamos cruzar
con los ojos alzados
hacia el cielo rojizo
—golondrinas que se pierden abiertas
en triángulos oscuros,
jilgueros, chorlos, benteveos
deshaciendo los nidos
que iluminaron el verano
y el otoño enfría?—
—Pájaros que poblarán los campos
con sus buenos augurios —Hija,
en largas travesías—.
—Pájaros que escucharán
el ritmo acompasado de las alas
empujados por el viento
sin que los desorienten las turbinas—.
—De esa celebración,
de esas límpidas aguas,
de ese vacío celestial
—Hija,
ingresarán intactos a la primavera
hasta que las mujeres de brazos adormecidos,
hasta que los hombres en sus guaridas
de tinieblas que suspiran por la luz
ya no teman el aullido del lobo
y la nostalgia de la Tierra
—Hija,
los despierte, al fin
como morada,
de sus lúgubres sombras.
Buenos Aires, 10 a 23 de abril 2020 (pandemia de COVID-19)
* En rioplatense. También tatú o mulita
* Aves con buenos augurios o auspicios
Lucrecia Romera realizó en Madrid los cursos de postgrado en filología hispánica y se doctoró en el Instituto de Literaturas y Filología Hispánica «Dr. Amado Alonso», de la Universidad de Buenos Aires, con una tesis sobre Los opuestos vida/muerte en la poesía de Vicente Aleixandre. Ha ejercido la docencia como profesora de literatura española moderna e hispanoamericana en la Universidad de Buenos Aires y en la Cátedra de Poética, en el departamento de Artes Musicales del Instituto Universitario Nacional del Arte. Como poeta ha publicado los poemarios Memoria del aire y de la luz (1981), Exilios y Moradas (1991, Ediciones del Dock), Cuerpo presente (2004, Ediciones del Copista) y Detrás del Verbo (2014, Vaso Roto). Actualmente tiene en preparación un libro sobre Jorge Luis Borges: poesía y evangelio.
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