/ una reseña de Ricardo Martínez /
Es tan hermosamente prolífico este hombre, tan silenciosamente genial que un poco, solo un poco de su bagaje —por el hecho de su encanto literario, de esa diáfana genialidad— serviría en cualquier momento para dar testimonio de sencilla y sincera literatura, de descubrimiento, ya fuere de esa cosa tan insignificante que ha permanecido a nuestro lado sin que nadie hubiera reparado en ella —hasta que él llegó con su gesto analítico, casi contrito para decirlo con humildad—, ya ese bagaje de soledad y esperanzado futuro que, al fin, el hombre guarda como sustancia nutritiva para seguir viviendo, para seguir avanzando en su viaje vital.
En este caso Walser, el solitario Walser (el que nos hace tanta discreta y buena compañía) repara, más que en otras ocasiones, en el sentido de la música, en el valor de la música, y ello desde una rara distancia que pareciera como no querer interrumpirla a pesar de que está hablando de ella con reverenciado cariño, con un amor muy próximo en los sentidos. Y lo dice, en este caso, habiendo recurrido a unos versos desnudos y, por ello, significativos, que han de acompañar la sensación de felicidad que Chopin sabe generar como una forma de armonía interior en nosotros: «Qué grato es escucharlo./ En el acto te hace soñar/ y fantasear. Si hasta hoy/ nunca has amado, ahora eres/ un amante y ya no te perteneces,/ y te regocijas por ello».
Con el tiempo, dentro de mi condición de lector, he llegado a considerar que cada uno de estos riquísimos libros del genial solitario Walser (libros como un a modo de aquella Silva de varia lección, esto es, misceláneas repletas de sabiduría) es como un árbol donde cada una de sus hojas es prometedora, fecunda, curadora de soledades. Su compañía siempre es nutriente y grata; y de una tan humilde sencillez… «Ay, qué felicidad no pensar más/ en sí mismo, en la propia pobreza; sentirse rico porque cualquier/ sentimiento se ha desprendido ya de la/ opresiva, maligna individualidad». Y todo ello derivado de la voluntaria percepción de la música de Chopin: «¿Las notas de Chopin son reclamos;/ lo es una sonrisa seductora, el aroma de cigarrillos egipcios,/ la forma y el olor de las flores? Oh, cómo/ florece el corazón y se deleita el alma».
El hombre sensible percibe la realidad y la entiende, enriquecida. Es como vivir más, más apasionadamente, más vinculadamente. Y Robert Walser nos ayuda siempre en ese camino de la comprensión: de lo exterior, de uno mismo. Lo demuestra en su humilde percepción de la música entrañable de ese otro ilustre solitario, su reverenciado Chopin, quien «tocaba como si lo hiciera/ para sí —sociedad y soledad/ eran lo mismo para él—, pero/ quizá abría su intimidad/ de par en par/ en medio del bullicioso mundo; por eso/ tocaba tan bien, porque le satisfacía/ regalar su música. Para una naturaleza/ noble, dar es una necesidad».
Sea, pues, así que esta lectura haga de su atención una necesidad espiritual. Como no podía ser menos viniendo de un tan delicado poeta.

Robert Walser
Siruela, 2019
208 páginas
18,95€

Ricardo Martínez realizó los estudios de filosofía y letras en las universidades de La Laguna y Valladolid, concluyendo su carrera universitaria con los estudios de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Su obra como escritor es bilingüe, habiendo publicado tanto en gallego como en castellano. Como ensayista y crítico literario ha colaborado tanto en prensa (La Voz de Galicia, El País) como en revistas especializadas (Clarín, Revista de Occidente). Ha cultivado distintos géneros como autor. En poesía podemos citar: Lento esvaece o tempo (Milladoiro, 1990), Los argumentos de la tarde (A.G., 1991), De cuanto nos es dado (Calima, 2006) y Na terra desluada (Espiral Maior, 2009). Su obra Orballo nas camelias pasa por ser la primera obra de haikus en la literatura gallega. En prosa ha publicado varios libros de aforismos: Debullar (Galaxia, 1996), Cuentas del tiempo (Pre-textos, 2004), Alusión al paisaje (Calima, 2006), Ecos da néboa (Trifolium, 2012). Es autor, asimismo, del libro de relatos La luz en el cristal (Calima, 2011). Ha obtenido el premio Benasque de poesía y diploma de honor en el concurso internacional de relatos breves Jorge Luis Borges y en 1997 le fue otorgado el premio Reimóndez Portela de periodismo. Colabora en prensa y revistas especializadas. Desde el año 2014, la Fundación Jorge Guillén es la depositaria de la obra del autor. Dispone de su propia página web.
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