Crónica

La historia del mundo en 100 objetos

Ricardo Martínez reseña un libro de Neil MacGregor, director del Museo Británico, que traza la historia de la humanidad a través del estudio de objetos que las distintas civilizaciones, a menudo sin pretenderlo, han ido dejando a su paso.

/ una reseña de Ricardo Martínez /

Diríase que los objetos, los elementos materiales que acompañan nuestra vida cotidiana y que conforman en buena medida nuestros hábitos (y, por extensión, una forma de comportarse y, casi, de ser) constituyen la memoria fehaciente de nuestro quehacer, de nuestra manera de vivir.

Razón suficiente para tomar en consideración su significado y trascendencia, también, en ese valor ontológico por el que ha de considerarse la vida del hombre. Así, al menos, parece haberlo entendido el equipo del British Museum (ese recinto entrañable incluso físicamente por cuanto su interior conserva todavía ese carácter inicial de colección particular, donde se guardan en estantes acristalados a la par los libros junto a hermosos objetos de cerámica, por ejemplo) que, con sosegado y atinado criterio, ha querido elegir, justificadamente, cien objetos que expliquen, al margen de consideraciones dominantes de carácter político o religioso, el devenir de la vida del hombre a lo largo de la historia, desde sus orígenes hasta la actualidad.

La temática de cada uno de estos objetos seleccionados e inteligentemente explicados en su valor representativo e histórico es muy variada, y algunos incluso son relevantes por su carácter no institucional, sino de matiz, digamos. Tal es el entrañable caso de «Fragmentos de pintura mural de un harén». El comentario que le acompaña es tan revelador como explícito: «Ocultas en un laberinto de pequeñas estancias en el palacio del califa estaban las dependencias del harén, con pinturas murales representando escenas de placer y entretenimiento […] Estos nos muestran los rostros de las esclavas y sirvientes del califa, las mujeres y posiblemente los muchachos de su mundo intimo y de sus placeres privados». Y explica el autor: «Pasar a formar parte de la familia del califa (un eufemismo para referirse al harén) era de hecho algo a lo que las mujeres podían aspirar, y si se era de origen humilde pero se dominaban el canto o el baile y se recibía una formación adecuada, era una muy buena elección profesional».

Podría señalarse también, por su belleza y originalidad, el «Galeón mecánico» procedente de Augsburgo (1585 d. C.) o la moneda con la efigie de Alejandro, objetos representativos no solo de un momento histórico relevante, sino que, por sí, suponen un canon de belleza suficiente como para denotar un espíritu de sensibilidad que vendría a complementar (o desdecir, en su caso) la posible idea de primitivismo o rudeza de unos tiempos que, por estar alejados de los nuestros, no tienen por qué representar un carisma negativo de canon estético en hombres y mujeres que han vivido con muchos años de anticipación a nosotros (por otro lado, los aparentemente cultos y detentadores de un sentido de armonía y belleza que, se diría, a día de hoy, están cada vez más alejados del sentido de representación y equilibrio).

Un libro elegante, pues, entretenido en el mejor sentido; un compañero inseparable como representación de una cultura relevante.

[EN PORTADA: Rinoceronte de Durero (1515)]


La historia del mundo en 100 objetos
Neil MacGregor
Debate, 2012
800 páginas
43,90€

Ricardo Martínez-Conde, después de iniciar los primeros estudios en la escuela de Padriñán, cursó el Bachillerato Laboral en los Institutos de Marín y Alfaro. Realizó los estudios de filosofía y letras en las universidades de La Laguna, Valladolid y Madrid. Desde el año 2014, la Fundación Jorge Guillén es la depositaria de su obra.

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