
/ por Fernando Riquelme /
Los peregrinos que recorren el Camino Francés del Camino de Santiago cubren las últimas etapas de su paso por la provincia de León atravesando la comarca del Bierzo, un relativamente extenso territorio cercado por montes de paso difícil que históricamente han contribuido a preservar su idiosincrasia. Aunque la comarca se divide en varias subcomarcas, su carácter antropológico es homogéneo, perfectamente visible en la típica arquitectura rural que combina piedra, adobe, madera y pizarra, testimonio de un pasado de economía agrícola, prácticamente de subsistencia.
La tradicional vía de penetración en el Bierzo siguiendo el Camino de Santiago es a través del puerto de Foncebadón en la Maragatería leonesa. Al llegar al valle, el viajero atraviesa el puente romano de los Peregrinos de Molinaseca, una típica población berciana que conforma un interesante conjunto histórico-artístico. Actualmente, sin embargo, la comunicación terrestre desde la meseta se canaliza a través de la carretera nacional VI, conocida como carretera de la Coruña, y desde hace algunos años por la autovía paralela A-6 y el ferrocarril radial Madrid-La Coruña. Ambas rutas coinciden en la capital de la comarca, Ponferrada.

El casco antiguo de esta urbe, situado en una margen elevada del río Sil, está dominado por el imponente castillo templario, símbolo de la ciudad, y en sus calles y plazas destacan monumentos de interés, como el ayuntamiento, la torre del reloj, la basílica de la Virgen de la Encina, nobles casonas blasonadas y algún que otro vestigio de arquitectura popular.
Atravesando las colinas tapizadas de viñedos y los llanos donde crecen los frutales, desde Ponferrada la ruta peregrina se encamina hacia Villafranca del Bierzo, ciudad de rico pasado histórico que se evidencia en sus monumentos: el castillo palacio de los marqueses de Villafranca, habitado hasta nuestros días, la colegiata, la iglesia de Santiago, el colegio e iglesia de San Nicolás, el palacio barroco de Torquemada y el palacio de los Álvarez de Toledo en la icónica y blasonada calle del Agua, eje urbano de la ruta jacobea.
Otros monumentos medievales están diseminados por el territorio berciano: A destacar los testimonios de arte prerrománico de Peñalba de Santiago, Santo Tomás de las Ollas y el monasterio de San Pedro de Montes; el castillo de Cornatel, los monasterios de Carracedo y San Miguel de las Dueñas; así como las iglesias y ermitas de numerosos pueblos y aldeas.

El Bierzo ha sido tradicionalmente un territorio minero. Los romanos dejaron en Las Médulas la huella de su actividad minera para extraer el oro de las tierras auríferas del Bierzo. Una explotación realizada con técnicas imaginativas y de avanzada ingeniería, utilizando la fuerza del agua para reventar los montes y lavar los detritus para extraer el preciado mineral. Hoy el paisaje de Las Médulas es un impresionante conjunto de farallones rojizos colonizados por castaños y flora local declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
El hierro de las tierras bercianas dio lugar desde antiguo a la creación de herrerías que se mantuvieron activas hasta la aparición de la siderurgia industrial. El vestigio mejor conservado es la fragua medieval de la herrería de Compludo, cuyo enorme martillo pilón es accionado hidráulicamente aprovechando la corriente del río Meruelo.
Hasta muy recientemente, la minería del carbón ha sido un signo de identidad de la comarca berciana, favoreciendo en su día el desarrollo económico de la zona. Actualmente, tanto la actividad minera como la generación de energía basada en el carbón han desaparecido definitivamente, quedando como testimonio el Museo Nacional de la Energía de Ponferrada.
Durante siglos, la agricultura del Bierzo se ha visto limitada por el minifundio, generando escasos excedentes, principalmente castañas, nueces y vino. En la actualidad la vid y algunos frutales (perales) son la base de la actividad agrícola. La actividad vitivinícola ha experimentado un gran desarrollo parejo con el desarrollo de la enología. Las principales variedades de uva autóctonas, la Mencía para vinos tintos y la Godello para blancos, permiten la elaboración de vinos de gran calidad bien situados en el mercado internacional del vino. El viñedo del Bierzo Bajo crea un hermoso paisaje a ambos lados del Camino de Santiago.
La gastronomía berciana se caracteriza por sus chacinas y ciertos productos hortofrutícolas, así como por alguna especialidad de repostería. Y aunque el pescado, salvo las truchas, procede de la vecina Galicia, es tradicional el consumo de congrio y anguiletas.
Entre los productos derivados del cerdo destacan los embutidos: chorizos frescos, elaborados con un alto porcentaje de carne magra porcina, una sabia proporción de los ingredientes del aderezo y un ligero ahumado; androllas, una preparación cárnica de cerdo, en cuya composición predomina la corteza (piel) del animal, adobada con ajo, pimentón y sal, embutida en tripa gorda, ahumada y oreada. Una vez cocida, la androlla se consume como si fuera un chorizo y suele acompañarse de patatas cocidas (cachelos); y, sobre todo, el botillo, un embutido singular que los propios bercianos consideran como signo de identidad regional y en cuyo ensalzamiento se celebran jornadas gastronómicas anuales. El botillo contiene dentro de una tripa gorda (ciego del cerdo) un conjunto de huesos de la cabeza, el rabo y las costillas del suino con carne adherida, adobados con los clásicos ingredientes del chorizo, es decir: ajo, pimentón, orégano y sal. El botillo se ahúma ligeramente y se orea para su curación, que no debe ser muy prolongada. Suele pesar alrededor de 1 kg. Para su consumo debe cocerse a fondo y a fuego lento. Tradicionalmente, al caldo en el que ha cocido el botillo con alguna otra chacina (chorizo, androlla) se le añaden berzas y patatas que acompañan la degustación de los citados embutidos.

Una canción popular dice refiriéndose a la Virgen de la Encina: «y después de haber cantado a la Patrona del Bierzo, le voy a pedir que llueva, que se secan los pimientos». Los pimientos del Bierzo son efectivamente un timbre de orgullo para sus habitantes. También las cerezas, que suelen conservarse en aguardiente; y los higos, conservados en almíbar o en salsa agridulce al modo de los chutneys de la India.
Un dicho local sentencia que «en enero, el repollo como cordero». Junto con las berzas, las patatas y las nabizas, el repollo, en sus variedades de asa de cántaro, corazón de buey y alguna otra, integra las recetas más populares.
El pan tradicional, que en la zona ha ganado la batalla al pan industrial, se denomina pan de horno (de leña) y se elabora en distintas formas al capricho del panadero. Hay hogazas grandes y pequeñas, de trigo, de centeno y de mezcla, y barras de distinto tamaño, de corteza crujiente y miga alveolada.
La llamada empanada de batallón es típica del Bierzo. Se elabora con masa de pan y se rellena con carne, chorizo, patatas y acelgas. La popularidad de las empanadas hace que también se ofrezcan con variantes de relleno distintas del relleno tradicional berciano.
En fiestas y celebraciones, es tradicional el consumo del roscón, un bizcocho muy esponjoso, alto, con un agujero central, elaborado con harina, azúcar y huevos que, en la actualidad puede adquirirse en panaderías y confiterías durante todo el año.
La Naturaleza ha sido generosa con el Bierzo. La comarca, atravesada por el río Sil, cuenta con numerosos manantiales, arroyos y ríos que hacen verdear los estrechos valles rodeados de montes en cuyas laderas crecen castaños, nogales y robles, y pinos en cotas más altas. Los montes del Bierzo Alto, del área de los Ancares, donde subsisten construcciones rurales denominadas pallozas, y de la zona de la Cabrera al Sur, que cuenta con una estación de esquí (el Morredero), ofrecen rutas de senderismo muy apreciadas.

Fernando Riquelme Lidón (Orihuela, 1947) es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Ingresó en la Carrera Diplomática en 1974. Ha estado destinado en representaciones diplomáticas y consulares de España en Siria, Argentina, Francia e Italia y ha sido embajador de España en Polonia (1993-1998) y Suiza y Liechtenstein (2007-2010). Como escritor ha publicado Alhábega (2008), obra de ficción que evoca la vida provinciana de la España de mediados del siglo XX; Victoria, Eros y Eolo (2010), novela; La piel asada del bacalao (2010), libro de reflexiones y recuerdos gastronómicos; 28008 Madrid (2012), novela urbana sobre un barrio de Madrid; Delicatessen (2018), ensayo sobre los alimentos considerados exquisiteces; y Viaje a Nápoles (2018), original aproximación a la ciudad de Nápoles.
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