/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana /
Durante algunos años me dediqué a investigar sobre la historia del gusto en España. Hoy quisiera escribir algo sobre la cama, que es una de las grandes ausentes de la historia a pesar del mucho tiempo que permanecemos en ella a lo largo de la vida. De hecho, un tercio de nuestras vidas transcurre entre sábanas. Hace un tiempo hice una incursión hacia una especie de historia de la cama y descubrí lo mucho que puede dar de sí este tipo de investigación, entre histórica y antropológica. Me he propuesto continuar aquel trabajo en donde lo dejé.
En aquel entonces me llamó la atención la anécdota de que Robert Rauschenberg (1925-2008), el artista norteamericano que transitó del expresionismo abstracto al pop art, puso un marco sobre las sabanas, el edredón y la almohada de la cama en la que dormía, lo pintó todo con garabatos y le echó pintura encima, como si se tratara de un cuadro del expresionismo abstracto. Su mensaje, una burla del propio expresionismo abstracto, era que, como no tenía dinero para lienzos, pintaba sobre las sábanas de su cama. Quería transmitir la idea que esta cama explicaba tantas cosas de él como cualquier autorretrato. Allí, sobre aquellas sábanas en las que había pasado tantas horas, en donde le habían ocurrido tantas cosas, en donde incluso había pasado hambre, se reflejaban tantas cosas de él como en una autobiografía. Mucha gente cree que, si pudiera ver la cama de algunos famosos, podría saber muchas cosas de ellos: las alcobas cuentan muchos secretos.

La idea de que la cama, como cualquier otro objeto, nos habla y nos comunica cosas la plasmó también Tracey Emin (Inglaterra, 1963), una artista conceptual británica cuya obra de 1998 My bed fue vendida por doscientos veinticinco mil dólares. La cama que Emin convirtió en una obra de arte estaba hecha un asco, con las sábanas revueltas y plagadas de secreciones corporales, ropa interior con manchas sanguinolentas, una botella de vodka vacía, preservativos, pañuelos usados, y hojas de periódico. Se expuso en 1999 en la Tate Gallery. La cama de Emin, ¿qué decía de la artista? Era el escenario de una depresión que le duró una semana, durante la cual no se levantó de la cama, después de una ruptura amorosa. Es decir, usó su propia cama con el fin de escenificar una de las etapas sentimentales más turbulentas de su vida.

La cama, expuesta en la galería de arte, fue objeto de una performance el 25 de octubre del mismo año, con dos artistas chinos espontáneos saltando sobre ella, iniciando una batalla de almohadas. Llamaron a su intervención «Dos hombres desnudos en la cama de Tracey».
Todas estas obras de arte conceptual quieren transmitir la idea que la cama, auténtico santuario de la intimidad personal, espacio de descanso, de amor, de enfermedad, es el escenario de algunos de los momentos más importantes de nuestra vida, un lugar simbólico que existe en todas las culturas del mundo.
De hecho, la iconografía de la cama en la historia del arte es compleja. En el mundo antiguo tiene escasas representaciones si excluimos los monumentos funerarios, con el difunto reclinado en un triclinium, a veces acompañado de su esposa. Esta fórmula fue usual en los bajorrelieves del periodo helenístico y romano, con precedentes en el mundo etrusco. La muerte como dormición, como descanso. La pintura antigua prescinde de la cama excepto cuando representa escenas eróticas y, en este caso hay las conocidas pinturas prostibularias de Pompeya, hoy en el museo de Nápoles.
Si del mundo antiguo nos desplazamos al arte medieval, aparecen camas vinculadas a la vida de Cristo, en especial las cunas de la natividad y la imagen de diversas santas después del parto o durante alguna enfermedad. Santos y reyes son representados también en sus camas, casi siempre vestidos y con los símbolos de la corona o la aureola sagrada. No fue la edad media una época en que las camas se prodigaran en el arte más allá de estos temas, salvo algunas excepciones en pinturas al fresco en Italia.
Es en el arte del renacimiento cuando el tema de las camas en el arte se presenta desacomplejada, y aparecen los primeros desnudos sobre la cama, generalmente mujeres que toman como pretexto el tema de las Venus clásicas, o temas bíblicos como el de la casta Susana, las hijas de Noé, Judit y Holofernes y algún otro. Hay un trabajo especialmente simbólico; se trata de la pintura de Lavinia Fontana (1552-1614), pintora italiana del barroco, que, además, fue una de las primeras pintoras mujeres que se ganaron la vida con sus obras sin pertenecer a un convento o depender de la corte. Fontana hace una representación secular de un niño en la cuna, parece ser que la primera de su clase en la historia del arte.

En estos albores de la Era Moderna, hay una tipología de pintura que introduce la cama como escenografía en la pintura del norte de Europa, en especial en Flandes y los Países Bajos. Aquí la cama goza de otro sentido, vinculado a la privacidad, a lo íntimo y doméstico: camas cálidas, en ambientes burgueses, con ventanas acristaladas, estufas de cerámica, cortinajes y doseles.
El tema de la cama en ambientes profanos goza de una amplia aceptación a partir del siglo XVIII, con la pintura neoclásica y el rococó; desde la muerte de Sócrates a las escenas galantes, de Fragonard entre otros muchos.
El siglo XIX se despertó con la cama de Goya en su poco conocido autorretrato enfermo, tratado por su médico, o las más conocidas majas desnudas, hasta la cama de Van Gogh en su pequeña habitación de Arlés, sólo para recordar el principio y el final del siglo romántico por excelencia, cuando la cama formó parte con derecho propio de la historia del arte.

Pero será el siglo XX el siglo de la cama en las artes visuales, con la eclosión de los temas eróticos, de la cama como evocación del poder del sexo, que desde Toulouse-Lautrec hasta los creadores actualmente en activo se ha convertido en el escaparate del cine y de la pequeña pantalla. Por su parte, hace más de cuarenta años, John Lennon y Yoko Ono se metieron en la cama para protestar contra la guerra. La pareja de artistas más popular del mundo en su tiempo hizo pública su luna de miel al afirmar: «Haz el amor, no la guerra». De esta forma, la cama se convirtió en un instrumento político de arte visual. La historia de la cama no es algo banal y propio de comadreos insulsos, sino nada menos que el relato de cómo los humanos en el mundo occidental concebimos y usamos de la intimidad a lo largo del tiempo.
[EN PORTADA: Desayuno en la cama, de Frederick Carl Frieseke (c. 1906)]

Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
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