Poéticas

Iconografía del infierno

Cuando se desciende al infierno durante décadas, sin saber por qué ni hasta cuándo, anhelas escuchar una voz que te llame diciéndote que salgas, que tú no eres culpable. Pero si ese descenso no es el de Ulises, Eneas, Orfeo… sino una estancia cruel en las zahúrdas de la mente, entonces precisas inventar una palabra que grite por ti: «vuelve, regresa, no estás loco. Sólo te han hechizado los ojos de la Metáfora». Una serie de poemas de Antonio Gracia.

/ por Antonio Gracia /

…alguien puso una brasa en mi cerebro:
yo soy un buscador que odia encontrar…

Antonio Gracia en los infiernos

Al tercer día no resucité.
De pronto me sentí como un naufragio
y, entre las olas, mi ceguera incierta
miraba crisantemos en el fuego,
un túnel sin tiniebla, estrellas rotas
y a Dios besando un labio de Satán.
Había una mujer de fuego amando,
ángeles trepanados, santos rubios,
muertos que resucito en mi memoria,
vírgenes antropófagas y oscuras,
cruces desordenadas y una lluvia
como una sensación de amor profundo.
En las cenizas del volcán eterno
se levantaba triste y melancólico
un pecado con forma de varón.
Después volví a subir como un ahogado
al mástil de la vida, y no recuerdo
más que una obstinación en la mirada
y la eyaculación de Dios sobre la Virgen.

poética

sonido misceláneo de locuras
en sínodo de cónclaves y ruidos
rasgando como erótico escalpelo
la furia de mis sienes en silencio
acróstico sonido y ruido acróstico
del nombre de mi muerte o mi demencia
grabándome un errátil garabato
en el centro de mi lubricidad
hacia los hipogeos o las bóvedas
horadando un estigma de sepulcro
en la desolación del sentimiento
maleable como un reptil que bífido
se azora ante un espejo al ver mi rostro
y reniega de sí para ser crótalo
hasta el fin por el miedo a reencarnarse
en un muerto llamado antonio gracia

El Juicio Final, de Jan Van Eyck (c. 1440)

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jarretar un crepúsculo invadirlo
con mastabas de tiempo descender
pirámide hacia abajo al hipogeo
de la metamorfosis de mi nombre
la defenestración de mi escritura
el cónclave del sínodo:
                                      epitafios
con forma de poema alrededor
blandiendo sobre mí su moribilia
la lucidez de una derrota en verso
cruces trepando convirtiendo en hombres
su estatura de tumbas nadas muertas
resucitando entre prosopopeyas
y al calor de la muerte ubicuo el bálsamo
dentromente del simio urgiendo vida
allí donde yo soy mi paleolítico
una mano hacia arriba un pensamiento
irguiéndose de pie sobre la niebla
zarcas liturgias masturbando a dios
y un verso sobre otro arcillan hombres
el cielo hecho pedazos:
                                      la hecatombe
bajo un cierzo bruñido con metáforas
con cíclopes con cítaras con trépanos
con crótalos con víragos con súcubos
desbrozando el horror del nunca nadie
lo sansatanasiante del espectro
fantasmando las heces de lo ubicuo
la defenestración de mi ansiedad
por el pálpito abajo de los sístoles
rodando por el vértice hasta el vástago
hasta el hallazgamiento de lo autóctono
con la descifración de mi teluria
donde soime tres siempres y un jamás
ubicados detrás de los frontales
detrás de la mirada del soy ciego
levítome levántome me vívome
encima de una estrella bajo el yodo
mi corazón de sílex diluido
como un diluvio de fonemas lúcido
argentándose en forma de diamante
engastado en el vértice del 3
como una paranoia:
                                          un exorcismo
transgresor de la náusea y los cadáveres
empecinan su múltiple vagido
en mi féretro errante hacia la órbita
de un yo que no me espera y que persigo
hombre tras hombre verso tras derrota
en la autodestrucción del soy la vida
la poesía el poema la memoria
la defenestración de la impotencia
muerte hacia abajo como un coito errante
que se mira a sí mismo y queda ciego
al descubrir que el orbe es otro ojo
errático y buscándose en dos coitos
estrábicos y ausentes:
                                      moribilia
jarretar un crepúsculo invadirlo
con epitafios resurrectos cánones:
meto la mano en mi cerebro saco
un folio eyaculado de mi nombre
donde yo no soy yo: solo mi plagio

Epopeya sin héroe

entonces subí al cielo en palimpsesto
como en un fiel pegaso y rompí el cíngulo
quebrando en mi coraza y con mi adarga
los dardeados fuegos del diosaurio
que erguía su volumen ominoso
por sobre la palestra constelada
y lanzaba sus ángeles centurios
sobre mí como un terco apocalipsis
dispuesto a defender su virgen presa
contra la misma voluntad de amor
y hube de hundir mi espada en mil querubes
antes que sus mil fauces de lujuria
batallasen mi amórico deseo
y con la estratagema del que ama
logré raptar a oniria y abrazarla
pero en el vuelo de regreso el viento
de la cólera diósica empujó
nuestra caída como un vendaval
y descendí inexánime y dilúvico
en medio del infierno con un tránsito
luzbélico y sonoro y al erguirme
y acariciar los ojos de mi rapto
vi en la conflagración de la lascivia
centellar las estrellas y las armas:
dios y satán pactando contra mí
una conjuración apocalíptica:
las hordas inferciales rodeaban
nuestro abrazo con un clamor de espadas
con naufragios atávicos y mórbidos
con pertrechos de muerte y con escudos
de eternidad batállica infiriendo
que el tiempo es su victoria y mi derrota:
yo miré por el ojo de la muerte
y observé el rostro andrógino observándome:
besé a oniria en los labios y grité
el nombre del dolor por todas partes:
desnudé mi coraza lancé el yelmo
quebré mi espada levanté mi mano
por encima del síndrome y entré
en aquella batalla contra nadie:
me alcé ante el luciferio y esgrimí
los inutilensilios del dolor:
hundí mi pensamiento como un verso
en la vagina de la religión:
los dioses mueren cuando el hombre piensa

Los tormentos del Infierno, de Fra Angelico (c. 1431)

Teorema

asediado en el vértice del verso
antoniograciamuertemente hablando
poema es la eutanasia de su autor:
la búsqueda del códice del alma:
poema es una identificación:
descender al abismo de la mente
evitando el regreso profanar
el naufragio de todo autorretrato:
poema es una divinización:
la búsqueda el acoso el precipicio
como un bisturí lírico obsesivo
sajando trepanando masacrando
las vísceras el léxico la vida
de un hombre ecuacionándose en poema:
poema es una inmortalización:
un diamante tallado en el cerebro.

[EN PORTADA: El triunfo de la guillotina, atribuido a Antoine Taunay (1755-1830)]


Antonio Gracia es autor de La estatura del ansia (1975), Palimpsesto (1980), Los ojos de la metáfora (1987), Hacia la luz (1998), Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005), La urdimbre luminosa (2007). Su obra está recogida selectivamente en las recopilaciones Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983), de 1993, y Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004), de 2009. Entre otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro y el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana. Sus últimos títulos poéticos son Hijos de HomeroLa condición mortal y Siete poemas y dos poemáticas, de 2010. En 2011 aparecieron las antologías El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños. En 2012, La muerte universal y Bajo el signo de eros. Además, el reciente Cántico erótico. Otros títulos ensayísticos son Pascual Pla y Beltrán: vida y obraEnsayos literariosApuntes sobre el amorMiguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo La construcción del poema. Mantiene el blog Mientras mi vida fluye hacia la muerte y dispone de un portal en Cervantes Virtual.

Acerca de El Cuaderno

Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

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