/ una reseña de Javier García Rodríguez /
Poemas, poemigas y pinturas conforman el volumen Auténtico Aute, un libro pensado con una pretensión muy evidente si atendemos al modo en que la plantea Miguel Munárriz, sin duda el mejor conocedor de la obra poética de Aute (había reunido Toda la poesía en Espasa en 2017 y es ahora el responsable de la selección poética y de los dos epílogos —«Eternamente Aute» y «Aute, el arte de hacer»— que la acompañan). La selección gráfica es de Marcos Almendros y la generosidad la pone Miguel Aute. Escribe Munárriz en el primero de estos prólogos: «La presente antología presenta a nuevos lectores del universo autista (como a él le gustaba decir) su mirada poética par que descubran otras maneras de ver el mundo. La poesía es una de ellas». Esta antología es una muestra, por decantación, de la propuesta poética de Luis Eduardo Aute, una selección luminosa de lo imprescindible de la estética del artista recientemente fallecido. En un diseño actual y en una editorial actual, estos «nuevos lectores» encontrarán al Aute poeta y al Aute pintor, sus dos facetas creativas más desarrolladas (no me cabe ninguna duda de que el Aute creador de canciones es parte del Aute poeta).
La selección de poemas (45 poemas y 20 poemigas) recorre todos los libros publicados por Aute desde el primigenio La matemática del espejo (1975) hasta el postrero El SEXtO animal (2016) pasando por La liturgia del desorden (1978), Volver al agua (2003), AnimaLuno, AnimaLdos, AnimaL3D, AnimaLhito, No hay quinto aniMalo. Asimismo, la parte gráfica recoge obras creadas entre 1957 y 2002 (con algunos regalos hasta 2015). En el recorrido a lo largo de palabras e imágenes, puede observarse la trayectoria, la evolución en las técnicas y formas poéticas y pictóricas pero, sobre todo, las obsesiones estilísticas, las constantes temáticas que se mantuvieron intactas pero renovadas de continuo en el quehacer artístico de Aute.
Los seguidores de Aute no podemos pensar en él en términos de cantautor. Lo descubrimos muy pronto creando algunas de las letras más potentes, profundas, líricas, filosóficas (también irónicas) que se podían unir a una música. No renuncia nunca al pensamiento, al lenguaje que dice y calla, a la figura retórica deslumbrante, a la emoción contenida, a la sencilla dificultad, al homenaje literario, a la corporeidad sublime, a la bofetada política (cambiaba las masas por las nalgas, recuerden). Aute era un poeta (era siempre un poeta: cuando cantaba, cuando pintaba, cuando dirigía). Se reivindicaba como tal sin pudor pero sin asomo de soberbia, como cuando respondía en una entrevista si se identificaba con la palabra cantautor: «La verdad, no. Soy un poeta que escribe canciones. Lo de cantautor me suena a cantamañanas y casi prefiero cantamañanas a cantautor».
Y sí, Aute cantó a las mañanas deslumbrantes, a las tardes interminables y a las noches relucientes. Observaba la vida con mirada de artista. Y el amor era herida y cicatriz («Sin tu latido»), rasguño apenas («Una de dos»), desesperación contenida («Dos o tres segundos de ternura») o ausencia hecha carne («Dentro»). Y el cuerpo era alma y viceversa («Anda»), porque la vida se hace cuerpo a cuerpo. Y el vivir eran espacios sublimes y cotidianos al unísono («Quiero vivir contigo»). Y la amistad era siempre un «pasaba por aquí» que a nada obliga pero a todo compromete (lo saben hoy sus amigos, que lo lloran sin poder despedirlo en la cercanía que el acostumbraba a poner en todo lo que hacía). Y la belleza lo era todo.
La poesía como la pintura («Ut poesis pictura») nos enseñó el poeta Horacio de la Epistola a los Pisones. Y la pintura como la poesía, podemos añadir nosotros. En una lava arrolladora e hirviente. Paz y guerra, agua y fuego, liturgia y blasfemia, templos y cuerpos, agua y sed, la destrucción y el amor, dioses y demonios, labios como espadas, mujeres como espaldas y dedos y suspiros, latidos y muerte, profundidad y levedad, lo breve sí bueno, alma y vísceras, el sueño de la razón y la razón del sueño, insomnio y duermevela… Todo ello con sus metáforas suicidas, con su ironía deslenguada, con sus desplantes tan taurinos (compartiendo, por supuesto, con Antonio Chenel Antoñete apuntes al natural, el lienzo como un capote y en su paleta un color blanco como el del mechón sontagiano), con las tradiciones, las vanguardias, los estilos abriéndose paso en un mundo interior siempre al borde del abismo pero siempre contenido. Y también la crítica, la sátira, la burla. La política también, porque nada parece haber fuera de ella. Aunque siempre mirando todo desde la irrenunciable individualidad que se define en su agon —a veces armónico, a veces destructivo— con la colectividad solidaria.
En Auténtico Aute, Eros y Tánatos se pasean del brazo en sueños y en pesadillas, el erotismo se hace espiritual y espirituoso, lo coloquial y lo cercano se enredan con el expresionismo surrealista, el epigrama se funde con lo lírico, el trazo naíf crea al ángel pasional expresionista, los amantes se encuentran, se miran, se acometen, las heridas sangran y los hilos rojos excavan cauces en los cuerpos. La palabra y el color dan vida a la metáfora, y la metáfora da vida al ser humano. Aute era un creador. Auténtico.

Luis Eduardo Aute
Ya lo Dijo Casimiro Parker, 2020
176 páginas
21€

Javier García Rodríguez (Valladolid, 1965) es doctor en filología hispánica y profesor titular de teoría de la literatura y literatura comparada en la Universidad de Oviedo, además de escritor, crítico literario y gestor cultural. Anteriormente, impartió docencia en las universidades de Valladolid, Iowa y Montreal. Es autor de poemarios como Los mapas falsos o Qué ves en la noche y de los libros de relatos Barra americana y La mano izquierda es la que mata. Sus colaboraciones periodísticas se han publicado en los volúmenes Líneas de alta tensión: literatura crónica que viene a cuento y Y el quererlo explicar es Babilonia (Oviedades, 2014-2017). En el ámbito de la literatura infantil y juvenil, ha publicado el álbum ilustrado La tienda loca, la novela Un pingüino en Gulpiyuri y los libros de poemas Mi vida es un poema y Miedo a los perros que me han dicho que no muerden. Su labor en teoría y crítica literarias está recogida en los libros Literatura con paradiña: hacia una crítica de la razón crítica y En realidad, ficciones. Textos e imágenes en la ficción contemporánea: narrar y cómo. Fundó y dirigió el festival de poesía VERSÁTIL.ES y, durante varios años, el Aula de la Poesía de la Universidad de Oviedo. Entre 2014 y 2016 fue director de la cátedra Leonard Cohen. Actualmente, coordina el Ciclo de la Palabra del Centro Internacional Niemeyer de Avilés.
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