Mirar al retrovisor

Escocia y Cataluña: ¿dos situaciones paralelas?

Joan Santacana compara la muy distinta gestión, por parte de los poderes británico y español, del auge independentista catalán y escocés, recordando la visita de Jorge IV a Edimburgo en 1822, organizada por Walter Scott.

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana /

Dicen que en mayo habrá elecciones en Escocia. Las encuestas pronostican una mayoría absoluta del SNP, el Partido Nacionalista Escocés. La ministra principal, Nicola Sturgeon, quiere volver a intentar un referéndum sobre el replanteamiento de los lazos que unen este territorio con el resto de los del Reino Unido. La razón de ello es que los engañaron: en el referéndum de 2014, los escoceses votaron en contra de la separación porque ello podía comportar la salida de la Unión Europea, y los escoceses, en su gran mayoría, son europeístas, al contrario de los ingleses. Pero el Brexit lo ha cambiado todo. Ahora resulta que ir en el mismo carruaje que los ingleses; comporta la separación de Europa. No tengo dudas razonables de que, esta vez, los secesionistas ganarán.

Los ingleses  —Boris Johnson— afirman que van a negar el permiso para este segundo referéndum, que necesita la autorización de Westminster. Para los escoceses no es concebible que se les niegue el permiso de un referéndum; seria insostenible cara a la opinión publica y por lo tanto, afirma Nicola Sturgeon, la consulta se llevará a cabo sí o sí. El conflicto está, pues, servido, y es una consecuencia más del Brexit.

Sin embargo, mi comentario no quiere incidir en la política interna del Reino Unido, sino simplemente imaginar qué hará el gobierno de Boris Johnson ante este desafio escocés. No imagino —tal como oí a un contertulio radiofónico— a miles de bobbies y policía británica salir de Londres al grito de «¡a por ellos!». Tampoco me imagino la detención de los lideres del SNP. La política británica, hasta ahora, ha sido mucho más imaginativa que la de la derecha española, y por esta misma razón no lo puedo prever.

Lo que sí sé es lo que hicieron los ingleses en el pasado. Desde los lejanos días del rey Carlos II, en 1650, ningún monarca británico había visitado nunca Escocia; las difíciles relaciones de la monarquía inglesa con Escocia se mantenían desde el siglo XVII. Sin embargo, en 1822, esta situación dio un vuelco espectacular. Fue durante el reinado de Jorge IV. No es que Jorge fuera un gran diplomático, ni tan siquiera un rey astuto. No, todo lo contrario. El artífice de la reconciliación de Escocia con Inglaterra fue en realidad Walter Scott. Él lo inventó todo; convenció a los políticos ingleses de que era necesario escenificar la reconciliación. La Monarquía no podía perder Escocia. Por ello, se organizó concienzudamente un reencuentro. Para ello, lo diseñó todo como si estuviera escribiendo una novela: inventó el atuendo de las Highlands, con el cinturón, la falda, el peto, todo con una estética medievalizante; como un reenactment de la indumentaria. También diseño los festejos, los recibimientos, nuevos uniformes para los regimientos escoceses, la teatralización del recibimiento… Scott recurrió al actor y director William Henry Murray para que le ayudara a diseñar los escenarios del poder en Edimburgo y, durante unos días del verano de 1822, el monarca estuvo en la capital escocesa, mostró su cara más amable, beso a todas cuantas damas quisieron acercársele y él mismo se proclamó tanto un Stuart como un jacobita highlander. Walter Scott le convenció que él, como rey, descendía tanto de unos como de los otros; que era tan escoces como inglés. ¿Y todo esto para qué?

En realidad, Jorge IV había accedido al trono hacia muy poco y su coronación el 19 de julio de 1821 había sido celebrada por el espléndido espectáculo tradicional, en gran parte inventado para la ocasión. Era un rey obeso y muy impopular, entre otras cosas per el trato que daba a su esposa. La gente lo veía como un oligarca corrupto. Además, había mucho descontento por el proceso que había tomado la revolución americana, con el nacimiento de unos nuevos Estados Unidos de América. Ante este panorama  casi de revuelta, el descontento escocés podía ser sumamente peligroso. Por ello, el gabinete lo presionó para que realizara una visita a Escocia, con la que se esperaba calmar los ánimos y prevenir los disturbios.  Se e realizó la visita y fue un gran éxito. De hecho, desde 1822 hasta casi ahora, Escocia no ha presentado problemas de secesión a la Corona británica; en realidad se construyó una identidad muy escocesa, con uniformes, himnos, regimientos, música e incluso elementos simbólicos de carácter nacional escocés que no discutía en absoluto que formaban parte del Reino Unido de la Gran Bretaña.  Es interesante ver cómo esta situación se ha mantenido hasta la segunda mitad del siglo XX. El resurgimiento del nacionalismo escocés de carácter independentista, aun cuando apunta ya sus argumentos en los años veinte, en paralelo con Irlanda, no se desarrolló hasta los años sesenta y setenta del siglo XX, cuando en el marco de una crisis general se halló petróleo en el Mar del Norte y Escocia no se benefició en absoluto de su propio crudo. Fue la gota que colmó el vaso. Realmente Walter Scott se salió con la suya, y Escocia ha sido británica otro siglo y medio, pero ¿hasta cuándo? ¿Y qué sucederá con España, si Rajoy no fue precisamente un Walter Scott, ni Felipe VI es un Jorge IV?

[EN PORTADA: Entrada de Jorge IV en Edimburgo desde Calton Hill, de John Wilson Ewbank (1822)]


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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