Cuaderno de espiral

Compañía

Pablo Luque Pinilla dedica una nueva página de su 'cuaderno de espiral' al «dato de la naturaleza» de que «estamos hechos para estar acompañados» y el «inexcusable deseo que todos albergamos de contar con una compañía humana prometedora para arriesgar con ella la aventura de la propia vida».

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He escuchado o quizás leído a Tim Guénard decir, en más de una ocasión, que las personas heridas sienten gran afecto por los animales y los niños. Afirmación debida, deduzco, a que en ambos casos se da una respuesta inmediata e incondicional al concurso de nuestros afectos. Los primeros, cuando están domesticados, acuden por placer o costumbres de socialización propias de su especie a beneficiarse de todo aquello cuanto podamos procurarles. No en vano, estos se han utilizado siempre, y cada vez más, como apoyo en terapias, por su efecto paliativo en determinados procesos, no solo físicos, sociales y cognitivos, sino también emocionales, con el consiguiente beneficio psíquico para los pacientes. Cualquiera que cuide de un animal de compañía lo sabe. Puedes tener el peor de los días, que tu mascota estará ahí siempre mirándote, creando la ilusión de que entiende cuanto te pasa tras el cristal de sus ojos. Los niños, por su parte, desde su inocencia y ausencia total de prejuicios, se adhieren sin fisuras a quienes les proporcionan compañía, afecto y seguridad, ya sean sus padres, sus tutores o sus profesores. De hecho, nadie te perdona más cualquier forma de cansancio o torpeza que tus propios hijos. Siempre pasan por alto tus desfallecimientos, malos humores y limitaciones si sienten la protección de tu presencia, tanto que a veces resulta difícil reparar en cuantas deficiencias arrostramos a la hora de educarlos. A esto viene a referirse Guénard. Al fin y al cabo, el escritor y ex campeón de boxeo francés, autor del best seller Más fuerte que el odio, hijo de la violencia familiar, el abandono y la vida en las calles, conoce de primera mano el asunto, desde la fértil vida de su edad adulta, cuando ha podido ejercer su paternidad con toda dignidad, toda vez que le fue privada por parte de sus progenitores. Más allá, su aseveración nos invita a una reflexión subsiguiente. Las personas que han padecido grandes heridas aún supurantes o simplemente conviven con la cicatriz de un dolor, cuyo eco reverbera de manera inevitable en su día a día, son mucho más clarividentes acerca de la tan humana necesidad de abrazar y ser abrazado sin condiciones. Y, en este sentido, suelen llevar ventaja respecto del resto, más planos e insensibilizados, en lo que al trazado de proyectos vitales coherentes y fecundos se refiere. Sienten, por así decir, urgencia por abordar sin fisuras la tan heideggeriana batalla por la conquista del Ser.

Un aspecto adicional a propósito de lo que venimos comentando está relacionado con la forma de relacionarnos con las cosas que conforman el mapa de recuerdos de nuestra andadura, por cuanto significaron algo en ella. E incluso la no menos habitual tendencia a personificar los objetos cotidianos que estimamos. ¿Cómo explicar si no la polémica interpretativa acerca del célebre verso cuatrocientos sesenta y dos del Libro I de la Eneida de Virgilio «Sunt lacrimae rerum, et mentem mortalia tangunt», quizás uno de los más controvertidos de la literatura latina? Según este debate, hay quien sostiene que los muros del templo de Juno lloraban por sí mismos al ver llegar a Eneas con sus troyanos a las costas cartaginesas tras perder la guerra con los aqueos. Cuando, sin embargo, una interpretación menos sublimada del mismo nos lleva a pensar que Virgilio simplemente se refería al lamento de la población de aquellas tierras ante las desdichas de Eneas y los suyos, plasmadas en una serie de frescos llevados a cabo por los artistas cartaginenses en el comentado templo. Citando otro ejemplo de nuestro tiempo, ¿no hablaba un célebre náufrago en la película de Robert Zemeckis, protagonizada por Tom Hanks, con un balón al que llamaba Wilson ―por el rótulo de la marca en la propia pelota―, su única «compañía» en aquel episodio de supervivencia? La personificación de las cosas siempre ha sido una proyección humana desde que existe el sapiens y comenzó a tomar conciencia de su ser para la muerte, por citar a Heidegger otra vez. Momento en el que le dio por adorar al sol, a las estrellas, a los elementos o al animal de turno, lo mismo da. Yo también he sucumbido a esta deliciosa tentación, como una conjura ante la posibilidad de que seamos los únicos seres plenamente conscientes de serlo y estemos solos en el universo en una suerte de orfandad cósmica. Fue en un poema que titulé «Meditación», cuyo texto surge a raíz de un encierro accidental en un jardín escurialense, mientras esperaba al conserje para abrirme: «[…]  experimento una tensión / que se confunde con la escena. / La que portan los peces detenidos, / el parpadeo de los pájaros, / la piel de las acacias, / la arquitectura delirante / que despliegan las nubes en su altura. // Deseo abrirles mi presencia a su temblor unánime, / unir mi espera con su grito, / pedirles que compartan el rechazo / de verme solo en esta obra» (Cero, Renacimiento, 2014).

Y es que es un dato de la naturaleza que estamos hechos para estar acompañados, y bien acompañados, preciso. Por lo que los ejemplos mencionados no dejan de ser un reflejo bastante revelador del inexcusable deseo que todos albergamos de contar con una compañía humana prometedora para arriesgar con ella la aventura de la propia vida. Pero dejémoslo aquí, porque sobre esto algo añadiremos, más adelante, en las páginas de este cuaderno.

IMAGEN DE PORTADA: Pareja romántica sentada ante un piano, de Dean Cornwell (1922)


Pablo Luque Pinilla (Madrid, 1971) es autor de los poemarios Cero (2014), SFO (2013) y Los ojos de tu nombre (2004), así como de la antología Avanti: poetas españoles de entresiglos XX-XXI (2009). Ha publicado poemas, críticas, estudios, artículos y entrevistas en diversos medios españoles y ediciones bilingües italianas y el poemario bilingüe inglés-español SFO: pictures and poetry about San Francisco en Tolsun Books (2019). Asimismo, fue el creador y director de la revista de poesía Ibi Oculus y junto a otros escritores fundó y dirigió la tertulia Esmirna. Participa de la poesía a través de encuentros y recitales, habiendo intervenido, entre otros, en el festival de poesía Amobologna, que organiza el Centro de Poesía Contemporánea de la Universidad de Bolonia; el festival poético hispano-irlandés The Well, que se celebra en Madrid; o el ciclo El Latido, que organizara el Instituto Cervantes de Roma.

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