Mirar al retrovisor

Francesc Torres y la metáfora de los aviones republicanos

Joan Santacana reseña una instalación de Francesc Torres en la gran Sala Oval del Museu Nacional d'Art de Catalunya, consistente en un diálogo sobre un tema eterno: el del sacrificio por la fe.

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /

La obra de Francesc Torres no defrauda nunca. Yo lo conocí hacia el año 2000, cuando expuso la instalación Perder la cabeza en el centro Tecla Sala de Hospitalet de Llobregat, su ciudad. Yo no sabia nada de él y mis prejuicios sobre el arte conceptual seguramente le hicieron sonreír más que molestar. A principios de 2001, en el CCCB de Barcelona tuve ocasión de colaborar con él cuando preparaba una obra que tituló Memoria de un espejismo. Ni que decir tiene que mi aportación fue mínima, pero suficiente como para despertar en mí el interés por sus obras. Allí, en el vestíbulo del CCCB, expuso once vehículos deportivos Pegaso, brillantes, glamurosos, que parecían recién salidos de una película de Hollywood. Pero no: habían sido fabricados en la mísera España de los años cincuenta. El contraste entre aquellos deportivos y la rueda de un afilador callejero, de aquellos que pasaban pueblo tras pueblo gritando: «¡El afiladoooor!» era brutal. Posteriormente fui siguiendo su obra y me fue cautivando.

Hace unos días visité la instalación que ha realizado en la gran Sala Oval del Museu Nacional d’Art de Catalunya. Yo sabía que él perseguía desde hacia tiempo el sueño de los aviones de la guerra civil española. Hace años le acompañé, con algunos estudiantes y colegas, para recorrer los escenarios de la batalla del Ebro; incluso quisimos hacer una malograda instalación en base a una masacre de soldados republicanos sepultados en el cementerio de la pequeña localidad tarraconense de Albinyana. Aquella aventura acabó mal, dado que el gobierno catalán de entonces, bajo la batuta de Jordi Pujol impidió a través del alcalde del pueblo —un hombre del régimen— toda acción, y se bloqueó la iniciativa. Aquello fue definitivo para darme cuenta hasta qué punto el arte, a veces, puede ser incómodo para las mentes enfermizas que rigen la política del país.

Pero hoy, con el proyecto de Aeronáutica [vuelo] Interior, el artista se ha superado. El disparador del proyecto fue una visita al antiguo campo de aviación republicano de La Sènia, construido durante la Segunda República para apoyar las operaciones militares de la batalla del Ebro. El lugar, que conserva interesantes restos arquitectónicos de la época, fue también una importante base de la alemana Legión Cóndor. Allí, mediante una iniciativa privada, existe un equipamiento llamado Centro de Aviación Histórica de La Sènia. Recuperan chatarra de la guerra, pero lo más sorprendente es que, desde hace años, los aficionados locales consiguieron los planos de dos aviones significativos de la aviación republicana: el bombardero soviético Tupolev SB-2 Katiuska y el caza también soviético Polikarpov I-16 Mosca. Y los han construido a tamaño real, es decir, a escala 1:1. A Francesc Torres le fascinó esta iniciativa, al igual que a mí cuando, hace años fui a visitarlo. Como tantas cosas en este país, no es un centro oficial; no ha tenido grandes padrinos públicos. Ha sido obra de unos pocos entusiastas. Es un monumento a la fe y a la voluntad. Nada deben a departamentos de cultura ni a grandes centros de poder. Y Francesc Torres, eligiendo a estos dos modelos de réplica, los ha canonizado al colocarlos en la Gran Sala Oval del museo más importante de Catalunya. La sola propuesta constituye una obra de arte por lo que tiene de simbólico.

Pero la idea del artista es realmente genial: vincula conceptualmente el avión Tupolev SB-2 Katiuska, colgado del centro de la cúpula, como si cayera en picado, con la pintura gótica del martirio de San Pedro, crucificado cabeza abajo, de la tabla gótica del siglo XIV que se expone en el museo y que se atribuye al maestro Pere Serra. Las dos piezas dialogan sobre un tema eterno: el del sacrificio por la fe. La obra estaba en relación con otra obra potente del artista, de 1991, a la que tituló El Carro de Heno, en la cual relacionaba el cuadro del mismo nombre pintado por El Bosco con un camión tráiler cargado de heno —estiércol— con escaleras dispuestas alrededor, para subir a él, y que era una metáfora de la avaricia y el poder.

Cuando ya me iba, pasmado ante semejante idea, me tropecé con Francesc Torres, que tomaba un café en la cafetería de la propia Sala Oval. Casi no supe qué decirle: la instalación me había seducido.


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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