Entrevistas

Ada Salas: «Me atrevo a decir que la materia de la poesía es la perplejidad ante lo extraño de la existencia»

/ una entrevista de Ada Soriano /

Fotografía de portada de Chema de la Peña

«La fundación Juan March me invita a participar en este ciclo, que lleva por título Poética y poesía. Acepto con alegría, con agradecimiento, y no sin cierta perplejidad: me han precedido grandes poetas. Y en seguida se adueña de mí la … ¿inquietud?». Así comienza el texto titulado Lengua del alma: esbozo de una poética imposible y desesperada, de la poeta cacereña Ada Salas. A esta notable y sincera reflexión de lo que para Ada significa el hecho de escribir le sigue una selección de poemas pertenecientes a sus cinco últimos libros, y concluye con un poema inédito que finaliza con estos versos conmovedores: «Te dicen/ lo que esperabas/ fue. Aún esa profunda/ desesperación/ aún/ esa belleza».

«Y empiezan las primeras sensaciones», nos dice la autora en este interesante volumen publicado en 2019. Y mi primera impresión es el vértigo que me provoca la extensa poética que encabeza el libro y los poemas concentrados y elípticos, colmados de encabalgamientos y quebraduras de sintaxis. Todo un enjambre de palabras que zumban y se detienen, los continuos despliegues y repliegues. La caída, el desmoronamiento, la hendidura… forman parte indiscutible en la lírica de Ada Salas: «Como la piedra al pozo./ Alguien que mira el hambre/ con que cae/ escucha el peso frío/ que abre la tiniebla/ y reconoce/ la voz de un corazón que roza con el tiempo». De lugar de la derrota. Encuentro en esta obra que menciono una conexión con sus obras publicadas posteriormente. Por supuesto, con Descendimiento, imponente poemario publicado en 2018 en la editorial Pre-Textos. Respecto a los poemas que articulan Descendimiento, el dolor emocional y físico, que inevitablemente forma parte de la vida, se potencia más aquí: «Debajo de la piel/ corre la sangre. Debajo del color/ el blanco del estuco./ La luz./ La transparencia. Otro poco/ de aceite/ para/ que lo vivo/ aflore entre lo muerto».

Cuando Ada se detuvo a contemplar El descendimiento —obra maestra de Van Der Weyden, considerado el más dramático de los pintores flamencos—, nos transmitió su propio sentir haciéndose cómplice de los personajes del cuadro: la desventura y sus secretos, el reflejo de las lágrimas, la contención, el reposo, el movimiento, el juego de las manos… De esta manera, logró una écfrasis deslumbrante y turbadora: «Observa la columna de María/ —cómo se ha/ derribado—. Escucha/ en su caída el ruido/ de una rendición. / Es un ruido suave. /Repara en esas lágrimas/ que son la transparencia. / Lo que pintó Der Weyden/ es/ la verdad de la muerte. Y no el lamento». Primero fueron los latidos del pintor. Después los latidos de Ada Salas, poeta de sólido oficio y talento indiscutible. 

Ada, confiesas en tu poética Lengua del alma, recogida en los cuadernos publicados por la Fundación Juan March, que una noche te despertaste con esta frase: «Escribo para ser».

Así fue. Llevaba días preguntándome para qué escribo, trabajando en una conferencia para el ciclo Poética y poesía de la Fundación Juan March. Andaba angustiada porque me resulta muy difícil hablar de algo tan íntimo como el origen y el proceso de la escritura. Una noche me despertó esa respuesta; clara, rotunda, cierta. Para eso escribo, para ser. Eso es todo. En el texto cuento después cómo abrí un libro al azar y encontré exactamente esas mismas palabras…

Tú que te tomas en serio lo que supone ser en la poesía, ¿piensas que en la actualidad hay una abundancia de poetas más preocupados por producir que por crear?

No estoy demasiado al tanto de lo que se hace. Me agobia el exceso generalizado en el que estamos inmersos. El exceso de… ruido (probablemente lo que yo haga sea ruido también para otros, claro está). Creo que se publica poesía excelente. Creo, también, que se da por bueno, se ofrece (y se vende) como poesía algo que no lo es. Una cosa es que unas voces te gusten más que otras… porque te sientas más o menos cerca de ellas como lector, porque te resulten más o menos reveladoras. Otra cosa es la estafa. Ofrecer como gran poesía, como la mejor poesía, algo que ni siquiera lo es (que es, incluso, lo opuesto, es algunos casos), es sencillamente una estafa de la que pueden ser víctimas fáciles lectores poco avezados o con pocas ganas de implicarse en lo que es leer poesía: un viaje del que uno no puede salir indemne. Poesía y mercado no casan demasiado bien. Es normal. Es inevitable. Y es sano. Un poema no es un producto rentable hablando términos de puro capitalismo. Cuando el poema huele a producto escrito/editado con voluntad de que sea, sobre todo y por encima de todo, rentable… la poesía, sencillamente, no está en él. Ella es pudorosa. Reservada. Lo que no quiere decir que no tenga un inmenso poder para crear pensamiento, para con-mover, para producir, por lo tanto, cambios. Y lo que puede cambiar al individuo puede, en ocasiones, cambiar a la sociedad.

Ahora una pregunta que quizá no tenga respuesta, y mira que a mí me la han formulado varias veces. Ahí va: ¿cuál es la materia de la poesía?

Me atrevo a decir que la materia de la poesía es la perplejidad ante lo extraño de la existencia. Suena grandilocuente, pero no lo es en absoluto. Escribimos porque estar aquí, rozándonos con este mundo, con estar vivos, con la constante posibilidad de la muerte, nos produce un estado de extrañamiento. De ese extrañamiento, y desde ese extrañamiento, se escribe, de un modo u otro.

Tu lírica, hasta fecha de hoy, gira en torno al dolor, a la caída, al desmoronamiento, a la herida… En términos generales, ¿podríamos afirmar que la poesía es una rendición?

No, no es una rendición. Atreverse a nombrar, a ponerle nombre a las cosas, y quizá, aún más, si se trata de dar nombre al dolor, a la herida, es un acto de valentía o, al menos, de afirmación de una voluntad de supervivencia. La escritura es una actividad vital, profundamente vital. El que escribe no se rinde: lucha, sigue luchando.

A lo largo de tu obra está muy presente la poesía mística, y también los personajes bíblicos. De hecho, uno de tus libros lleva por título Diez mandamientos. Y en este otro, Limbo y otros poemas, aparecen cuatro citas de San Lucas en tu sugerente poema titulado «Anunciación»: «Me haría reina/ dijo/ en el nombre de Aquel-que-no habla». ¿Dirías que hay cierta ironía en este poema, digamos, alegórico?

¿Ironía en el poema «Anunciación»? Bueno, creo que es algo más que irónico (aunque también). Es un poema en el que aflora una especie de rabia, la de una mujer (yo) ante un, digamos, motivo bíblico, religioso, que sitúa a la mujer arquetípicamente en el lugar de la sumisión, de la aceptación; en el lugar de la portadora de la gracia por otro (Dios) concedida. En el lugar del sí, del sacrificio. Es un motivo que me fascina y que rechazo desde un lugar muy profundo. Habría estado bien que la Virgen le hubiera dicho no al Arcángel, al mensajero. Que le hubiera dicho: «No. Búscate la vida. Déjame en paz. No quiero ser la madre de Dios. No quiero ser la madre de un hijo al que, además, su padre va a sacrificar, al que veré morir torturado. Que te den». Es una fabulación absurda, claro. Pero, quizá, el papel de la mujer en el Occidente cristiano habría sido otro si María, en lugar de «hágase en mí según tu palabra» hubiera pronunciado esas otras palabras.

Y al poco me detengo en tu poema «Tres poetas». Los escogidos son Friedrich Hölderlin, Sylvia Plath y Apollinaire. ¿Por qué ellos y no otros?

En realidad, ellos me escogieron a mí. Son tres poetas que amo, por distintas razones. El equilibrio alucinado de Hölderlin, el desgarro lúcido de Plath, la libertad imprevisible, la facilidad para la música de Apollinaire. Es la fascinación por su obra, y el deseo de emulación, quizá, lo que hizo que se me aparecieran en esos poemas-homenaje.

Me dirijo ahora a tu último poemario publicado: Descendimiento. Me ha dado la impresión de que el germen de esta obra ya estaba en tu corazón y en tu pensamiento antes de tu inmersión en el magistral cuadro El descendimiento, de Van Der Weyden. Leo en uno de los poemas: «Un principio/ no surge así de pronto/ se gesta/ hasta que/ de repente florece». Es indudable que dicho cuadro transmite sentimientos muy profundos. No es de extrañar, pues, que esta obra te invocase, te incitase a la escucha. Advierto en tus composiciones una recepción inmensa. ¿Fue, pues, mayor el estado de recepción que el de búsqueda?

Siempre he vivido la escritura no como un decir, sino como un escuchar y dar cuenta de lo escuchado. No trabajo con aprioris (no sé si se puede decir en plural). Cuando empecé a escribir el ciclo de poemas que acabaría tomando la forma de Descendimiento inicié un proceso de escucha de algo que, sí, estaba muy dentro de mí después de una tremenda crisis emocional (una muerte emocional). Empecé a escribir de ello sin ser muy consciente de que era eso lo que estaba haciendo: darle voz a esa muerte. En mitad de la herida estamos mudos. Después, con suerte, puede hablarse de ella. Yo tuve suerte. Vino ese título a mi cabeza, y con el título vino el cuadro y el cuadro quiso decirse, se impuso, y yo obedecí, intenté escucharlo. Al tiempo que lo escuchaba a él, me escuchaba a mí y escuchaba lo que escuchamos cuando escribimos (y, en realidad, a poco que decidamos escuchar): la voz de la especie, de las mujeres y los hombres que somos, de lo que somos. En la escritura el individuo se disuelve. En esa disolución, paradójicamente, puede darse una experiencia única de conocimiento (también, claro, de autoconocimiento), de salvación, y de encuentro con uno mismo y con los otros.  Es como en el amor: dejas de ser tú para ser (también) el otro. Te fundes, te confundes, desapareces, mueres: naces.

Este magistral cuadro del pintor flamenco es una verdadera puesta en escena. Me resulta asombrosa la manera en que te implicas, tu constante diálogo con los personajes. Te dicen: «Ninguno de nosotros podemos descansar». Y añaden: «Nadie viene a sacarnos de aquí».

Bueno… algo de esa escritura que da voz a otro, a un o unos personajes, había aparecido ya en un libro anterior. Limbo y otros poemas incluye un texto titulado «Niña en un marco (Sobre un cuadro de Rembrandt)» que nace también de un cuadro. Lo vi en una exposición en el Palacio Real de Madrid. No sé qué me ocurrió, pero cuando entré en la sala en la que estaba y lo vislumbré a lo lejos comencé a llorar, sacudida. La niña de ese cuadro (que quiere salir de él, como en otros de Rembrandt) vino hacia mí, y después quiso hablar en el poema. En el caso de Descendimiento el proceso fue largo, lento: el cuadro fue creciendo a mi lado, viví junto a él durante meses, día y noche, me fue regalando versos, poemas… pistas para su desciframiento, fue dejando de ser pintura muda, fue emitiendo discurso. Los personajes hablaron. Y al decirse, me dijeron, y como yo no soy nadie especial, al decirse dijeron a cualquier posible lector. Eso hace el arte: nos dice.

¿«Lo que pintó Der Weyden/ es la verdad de la muerte»? ¿Lo crees tú así? A mí este libro me parece un milagro.

Sí, lo creo así: el arte es un artificio que dice verdad. Ese cuadro dice muchas cosas. Dice compasión, sufrimiento, belleza, muerte; dice soledad, dice perplejidad resignada. También dice color, composición, dibujo, engaño, ilusión (la pintura no deja de ser un juego ilusorio: «Entonces si ilusión es la belleza/ también es ilusión/ el sufrimiento», dicen unos versos del libro).

A mí también me parece un milagro Descendimiento. Y no me refiero a que sea bueno o malo el resultado (yo no soy quién para decir nada a ese respecto). Me refiero a que lo viví como un milagro. Fue un milagro que yo lo escribiera, que el libro se escribiera, que el cuadro viniera en mi ayuda, que, de algún modo, yo pudiera transformarme en un vaso comunicante con él. El milagro de recibir.

Tu poesía es minimalista, concentrada y elíptica. Más de una vez he leído estas adjetivaciones en torno a tu escritura. Yo añado el calificativo de heterodoxa. Sin embargo, percibo en Descendimiento una poesía más elocutiva, aun siendo igualmente elíptica. ¿Qué opinas tú?

Mis poemas empezaron a alargarse en Esto no es el silencio (2008). Más elocutivos, no sé si menos abstractos. Algunos con un hilo más narrativo. En Descendimiento, con una polifonía en cierto modo dramatúrgica. Intento verlo desde fuera. Desde dentro, no sé qué decir. Supongo sencillamente que la escritura cambia y evoluciona a la par que lo hace el que escribe. O que, aunque no dejemos de oír siempre mensajes parecidos, nos llegan de otra manera.

Estaría bien finalizar nuestra conversación dejando constancia del espectáculo que se llevó a cabo el pasado mes de abril de este 2021 en el Teatro de La Abadía, bajo la dirección de Carlos Marquerie. Tengo entendido que dicho acontecimiento partió de tu voz, de tu lectura en el Museo del Prado de tus poemas de Descendimiento. ¿Cómo viviste aquel acontecimiento que aunó diversas manifestaciones artísticas?   

Antes ha aparecido la palabra milagro: vuelvo a ella. Un milagro que el libro le hablara a Marquerie y lo impulsara a llevarlo a la escena; que Niño de Elche, junto a Clara Gallardo y Joaquín Sánchez, compusieran esa música prodigiosa; que los actores, Niño de Elche y las marionetas de Marquerie les dieran cuerpo y voz: a los poemas, a los personajes, al cuadro. Que todo ocurriera bajo la cúpula del teatro de La Abadía… como si el libro hubiera nacido para trans-formarse en ese espectáculo. Simiente que germina, renovación, vida… milagro. 


Ada Soriano (Orihuela, 1963), dedicada desde temprano a la actividad cultural, fue codirectora de la revista de creación literaria Empireuma y colaboradora de la revista sociocultural La Lucerna. Ha publicado las plaquetas Anúteba (Empireuma, 1987) y Alimentando lluvias (Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 2000), así como los libros de poemas Luna esplendente o sol que no se oculta (Empireuma, 1993), Como abrir una puerta que da al mar (Biblioteca Pública Fernando de Loazes, 2000), Poemas de amor (Fundación Cultural Miguel Hernández, 2010), Principio y fin de la soledad (Cátedra Arzobispo de Loazes, Universidad de Alicante, 2011), Cruzar el cielo (Celesta, 2016) y Dondequiera que vague el día (Ars Poetica, 2018). Asimismo ha publicado No dejemos de hablar, entrevistas a 19 poetas (Polibea, 2019) Ha colaborado en diversas revistas literarias y ha sido incluida en varias antologías.

1 comment on “Ada Salas: «Me atrevo a decir que la materia de la poesía es la perplejidad ante lo extraño de la existencia»

  1. Luciano Feria

    Preciosa entrevista, en consonancia con la altísima calidad (la humanidad) de la poesía de Ada Salas. Enhorabuena a las dos poetas por Iluminarnos un poco más nuestros pasos.
    Luciano Feria

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