/ Crónicas ausetanas / Xavier Tornafoch /
Hace unos días se produjo en las redes sociales una de tantas polémicas que, como es costumbre, acabó derivando en un linchamiento digital hacia uno de los protagonistas del debate. Quién motivó tal barullo, de forma involuntaria por supuesto, fue Steven Forti, investigador italiano afincado en Barcelona. Este analista aseguró en una de las entrevistas promocionales de su libro Extrema derecha 2.0: qué es y cómo combatirla que el independentismo catalán comparte alguna de las características que definen a los movimientos ultraderechistas europeos. Esta afirmación, que admitiría muchos matices y también muchas enmiendas, movilizó a los activistas digitales del independentismo. Uncluso algunos cargos públicos participaron en el asedio digital, porque consideraron que se les había acusado de fascistas. Como es habitual en estos apaleamientos digitales, Forti no tuvo tiempo, quizás ni espacio, para efectuar matices. Sin embargo, el asunto merece muchas explicaciones suplementarias.
Existe un libro, que se ha convertido en canónico, que a mi entender sitúa el tema en sus parámetros adecuados: La ultraderecha hoy, de Cas Mudde. Para este politólogo holandés que trabaja para la Universidad de Georgia, al abordar el radicalismo de derechas hay que precisar qué es fascismo y qué no. Según Mudde, y Forti va en la misma dirección, la primera cuestión es ubicar el fascismo como un fenómeno histórico que tuvo su espacio y su tiempo, por lo que señalar como fascistas a los partidarios de estas derechas radicalizadas seria un error. Para el investigador holandés, es necesario establecer una frontera muy bien definida entre lo que es derecha radical, con la que propone hablar, aunque sus postulados nos repugnen, y la ultraderecha que abomina de la democracia, no tan solo de sus valores, que eso también lo hace la derecha radical, sino también de sus formas, con la que no hay negociación posible y a la que se debe combatir sin cuartel.
Volviendo a Forti, y a la polémica que lo rodeó, la indignación independentista se produjo porque sus activistas se ven como patriotas que luchan contra la dictadura fascista que domina España y sus órganos de gobierno. A algunos, esta visión de la cuestión catalana nos parece un esperpento, pero eso es lo que cree una parte nada desdeñable del independentismo, y me atrevería a decir que de forma transversal, porque entre los que participaron en la polémica con Forti había simpatizantes de todos los sectores del soberanismo. Cuando el analista se atrevió a decir que el independentismo compartía algunas características de la derecha radical, quizás pensaba en la forma en que concibe determinados liderazgos o en la identificación del país con determinada tendencia política o en la utilización partidista de los medios de comunicación públicos o en la discursiva populista que ofrece a su electorado, reiterando constantemente la pertinencia de ejercer una democracia plebiscitaria, al estilo de lo que ya lleva a cabo en su vida interna la CUP, organización que somete su estrategia política a procesos de validación de su militancia, el famoso asambleísmo. En cualquier caso, el independentismo se piensa a sí mismo como un frente de liberación nacional clásico y no puede asumir, ni cómo hipótesis, que algunos de los elementos de esos discurso y formas de actuar políticamente también les pueden ser atribuidos a ellos. De ahí las andanadas contra Forti.
Bajo mi punto de vista, no es posible identificar al independentismo catalán, ni tan solo a sus expresiones más derechistas, donde se ubicaría el partido de Carles Puigdemont, Junts Per Catalunya, con los partidos que en el análisis de Mudde deberían ser considerados como ultraderecha, ni mucho menos con ningún partido fascista que hubiera existido en el pasado, ni tampoco con los partidos que ejemplifican la evolución de la derecha europea, como la Fidesz de Hungría o Ley y Justicia en Polonia. Ahora bien, el independentismo catalán vive en la vorágine populista que afecta la política europea, y de la que también forman parte organizaciones que se dicen de izquierdas.
El populismo se ha convertido en una forma de hacer política, y es ahí donde la tesis de Forti adquiere vigor, porque es verdad que en el independentismo catalán se dan maneras de actuar que se reproducen por todo el continente, algunas en ámbitos de derecha radical, no podemos negarlo, pero también en formaciones de la izquierda clásica, desesperadas por retener a un electorado tentado por propuestas políticas situadas a su derecha, o en formaciones liberal-conservadoras, véase la deriva del Partido Conservador en Gran Bretaña. Si hay un discurso político que se asemeja al de cierto independentismo de derechas, es el de Ayuso en Madrid. Cuando personas del ámbito independentista como Joan Canadell, uno de los diputados más populares de Junts per Catalunya, o Gerard Piqué, futbolista del FC Barcelona conocido por sus simpatías nacionalistas, ponen como ejemplo del camino a seguir a Ayuso es que comparten una manera de ver la política y de realizarla con formaciones que hacen del populismo identitario su razón de ser, y por lo tanto no deberían molestarse tanto cuando alguien, en este caso Steven Forti, se lo recuerda.

Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931). Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educación y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y local, como History of Education and Children’s Literature, Revista de Historia Actual, Historia Actual On Line, L’Avenç, Ausa, Dovella, L’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos.
Como noticia, está bien. Como análisis político es… matizable como poco (aunque sintomático del modo de ver la política de España que se tiene en algunas partes de este país y, solo por eso, al final el texto resulta interesante). Me explico.
1. Fidezs o Ley y Justicia son derecha radical, si seguimos las categorías de Mudde. Es decir, gritan mucho pero respetan los cauces democráticos. Ok, lo hacen con matices, pero lo hacen (ningún gobierno “normal” respeta al 100% las reglas del Estado de derecho democrático). En ese punto, se diferencian claramente del independentismo, que desafía abiertamente las reglas, se las salta incluso con violencia (léase el 1-O y la llamarada que vino después), se niega a cumplir sentencias firmes y afirma su voluntad de repetir delitos. Insisto, en este punto, son bastante más ajustados a Estado de derecho tanto Fidezs como Ley y Justicia.
2. Todo partido político —da igual sus siglas e ideología— tiene un punto populista, pues el populismo viene con la democracia. Como actor político, no puedes estar siempre con datos y argumentos racionales: en nuestra época, tienes que apelar a la gente de otra manera más viva. Pero comparar a Ayuso con los indepes… con perdón, es una memez. Y seguirá siéndolo, por más que se repita en distintos canales. Ayuso juega dentro de las reglas, pide para Madrid cosas que están dentro de la ley, se reconoce heredera de una historia más amplia que Madrid y abre la comunidad a todo el mundo. Son diferencias esenciales. Para quien quiera verlas, claro.
El discurso politico se parece mucho, la forma demagogica y populista de expresarlo tambien. Algunos politicos de Junts per Catalunya elogian públicamente a Ayuso. Eso son datos objetivos, no especulaciones. Esta claro que los objetivos finales son diferentes. Unos quieren un estado independiente y la otra una España recentralizada alrededor de un Madrid pujante. A ciertos analistas les iria bien analizar las claves politicas mas alla del Manzanares, se ahorrarian muchos disgustos.
En referencia a la situacion en Polonia y Hungria. Pretender que ahi se respeta la ley es un ejercicio de optimismo que pocos se atreven a hacer. La escritora Anne Appelbaum, poco sospechosa de veleidades izquierdistas describia esos regimenes como directamente dictatoriales.