Mirar al retrovisor

Ucrania, la pieza de la discordia

Joan Santacana escribe sobre una de las zonas calientes del mundo, pieza importante del ajedrez ruso en un momento de reconfiguración mundial del equilibrio entre grandes potencias.

/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /

Los problemas del presente y del mañana tienen casi siempre raíces profundas. Cuando hoy vemos noticias sobre movimientos militares en las fronteras del este de Europa, crisis de refugiados lanzados como armas arrojadizas contra el limes polaco, amenazas rusas ante la política europea sobre Ucrania y problemas con el suministro de gas, es importante saber mirar hacia atrás, revisar el retrovisor para saber que está ocurriendo. Y hoy quisiera mirar hacia atrás en dirección a Rusia, este enorme país nacido en el pequeño Rus de Kiev, es decir, en el corazón de la actual Ucrania, y que llegó a tener más de veintidós millones de kilómetros.

El Imperio de los zares, tan extenso en kilómetros, a principios del siglo XX tenía tres importantes salidas al mar: una estaba en el norte, con el amplio litoral del mar Báltico; la otra estaba en el mar Negro, con la península de Crimea, y la tercera salida al mar era la costa del Pacifico. La lucha del imperio de los Zares para tener salidas al mar y construir una poderosa flota comercial y de guerra fue una constante desde el siglo XVIII hasta el XX. El litoral del Báltico proporcionaba una salida hacia el mar del Norte y por ende al Atlántico, pero la flota rusa tenía que hacerlo a través de los estrechos de Kattegat y Skagerrak, en manos danesas y suecas. Por otra parte, la salida del mar Negro permitía ciertamente alcanzar el Mediterráneo, pero también aquí era necesario pasar por el Bósforo, que estaba en manos del Imperio otomano, su rival por el sur. Finalmente, en lo que se refiere al litoral asiático del Imperio ruso, su larga costa estaba y está muy por encima del Círculo Polar Ártico y, a excepción del puerto de Múrmansk, que recibía corrientes algo más cálidas, solía estar bloqueada por el hielo durante gran parte del año.

Por lo tanto, aun cuando dos terceras partes de sus fronteras estaban bañadas por océanos, en realidad tenía pocas salidas al mar. Esta fue una de las razones por las que Rusia se enfrentó con el Imperio nipón en la guerra rusojaponesa de 1905. En aquel corto conflicto en el que el Imperio del zar salió derrotado, los rusos buscaban un puerto de aguas cálidas en el océano Pacífico, que no se congelaran en invierno,​ para uso de su Armada y comercio marítimo, dado que el puerto de Vladivostok solo podía funcionar durante el verano. Esta fue una de las causas del conflicto. Rusia aspiraba a disponer de Port Arthur, la actual ciudad china de Lüshunkou, el puerto de la cual era capaz de mantenerse funcionando todo el año. Pero Rusia fue derrotada porque su escuadra del mar Negro y la del mar del Norte tuvo que rodear medio mundo para llegar al mar del Japón.

Este breve análisis histórico sirve para mostrar lo importante que fue siempre para Rusia disponer de salidas al mar y por qué durante  toda su historia estuvo orientada a conseguirlo. La segunda guerra mundial fue el momento oportuno para alcanzar este viejo objetivo. En efecto, la derrota del Japón y Alemania permitió la anexión de las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania, así como la península de Königsberg, renombrada hoy Kaliningrado, que hasta 1945 había pertenecido a Alemania (era la región alemana de Prusia Oriental) le permitió a la Unión Soviética disponer de unas importantes bases militares y puertos comerciales en este mar. Por lo que respecta al mar Negro, Nikita Jrushchov, presidente del Soviet Supremo, que, además, había gobernado desde 1938 Ucrania, de donde era oriundo, entregó la península de Crimea a esta república soviética, en un acto de amistad. La noticia pasó entonces casi desapercibida dado que, aun cuando Crimea era la principal base naval soviética en este mar, la simbólica entrega no significaba en realidad ninguna pérdida, ya que Ucrania era parte de la Unión Soviética.

Sin embargo, la desintegración de la URSS, con la independencia de los tres Estados bálticos y además, Ucrania, dejó a Rusia en una situación desesperada: en efecto, su flota del mar Negro estaba amarrada en una península que ya no era suya; y no hay que olvidar que la independencia de Ucrania dolía mucho, dado que el origen de Rusia está en el Rus de Kiev, hoy la capital ucraniana. Además, los puertos del Báltico habían dejado de ser rusos también y la principal base militar de este mar estaba en Kaliningrado, un territorio que no está conectado por tierra con Rusia.

Esta situación fruto de la pérdida de la guerra fría a es evidente que no puede mantenerse indefinidamente para una potencia nuclear, orgullosa de su pasado y que se siente amenazada y rodeada por Occidente, en especial por una alianza militar, la OTAN, que sigue en pie, con todos sus aliados. ¿Cómo tolerar que su antiguo aliado, Ucrania, ahora se convierta en un país de la OTAN? ¿Cómo consentir que su base militar del Báltico esté también separada de sus fronteras por territorio que no le es especialmente simpático ni amigo?

Por esta razón, hoy, cuando el Imperio americano parece zozobrar, cuando Europa ha perdido su antiguo poder, cuando China emerge como un gigante, Rusia quiere mover ficha en el tablero estratégico mundial. Lo primero que hizo fue ocupar militarmente la península en 2014 y declararla parte de Rusia, en base a un referéndum organizado al margen de Ucrania. Este acto de fuerza provocó protestas de los aliados occidentales de Ucrania, pero hoy Crimea es ya de nuevo rusa.

Conseguido este objetivo por Rusia, quedan otros, en especial el problema del Báltico, en donde su principal base militar se halla en zona hostil. Ello explica muchas cosas, entre ellas las amenazas actuales a Ucrania, las presiones sobre la Unión Europea y el convencimiento de que los Estados Unidos no pueden ni quieren un conflicto por un tema tan lejano para ellos como Ucrania. Rusia sabe que los norteamericanos tienen sus propios objetivos que hoy pasan por China; es su obsesión, su gran competencia comercial, su más directo competidor y el más difícil de batir. Es difícil de prever el desenlace de una situación como esta, pero hay unas líneas fácilmente previsibles: Ucrania es la pieza de la discordia entre Europa y Rusia y no tiene solución fácil. ¿Sacrificaremos Ucrania en aras a la estabilidad? ¿Nos arriesgaremos a una escalada del conflicto en las mismas puertas de la Unión Europea? ¿Vamos a poder confiar en el paraguas militar norteamericano para frenar la amenaza? ¿Iniciará Europa un rearme? ¿Consentirá Rusia durante mucho tiempo tener rodeada su flota del Báltico? Preguntas estas sin respuesta, de momento…


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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3 comments on “Ucrania, la pieza de la discordia

  1. !! Putin intenta a toda costa recuperar la URSS !!
    !! El mundo se encuentra en un proceso de descarado retroceso !!

  2. José Manuel

    Un buen análisis de la situacion

    Además no sé por qué USA o Alemania o Francia no ven bien esa posible anexión y en cambio apoyan a Marruecos en el Sáhara, que nunca ha sido suyo

  3. No le auguro nada bueno a Ucrania mientras el matón del barrio siga gobernando Rusia

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