Escuchar y no callar

Fundamentalismo de izquierda

Miguel de la Guardia publica el segundo de dos artículos sobre el fundamentalismo, ocupándose en este del progresista.

/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /

Si el ultraliberalismo de inspiración pretendidamente cristiana se puede convertir en un fundamentalismo empobrecedor, no ocurre menos con un izquierdismo de corte igualitario que satanice la iniciativa privada en lo económico, discrimine de manera falsamente positiva a los colectivos que en el pasado fueran  ninguneados y se apoye en dogmas ambientalistas y de justicia social, creando redes de clientelismo y resucitando la lógica de una lucha de clases amparada en las prácticas de la primera revolución industrial o la agricultura de corte feudal. Ese izquierdismo de salón tiene una fuerte componente anticlerical e iconoclasta y alardea de ateísmo, olvidando que tan difícil es afirmar sin lugar a dudas la existencia de un ser creador como negar toda posibilidad de que lo haya.

Con el cóctel del ateísmo militante, el rechazo a los empresarios, la priorización de los aspectos ambientales frente a los que afectan a la raza humana y la sobreprotección de los colectivos minoritarios, se crea un entramado de odios y enfrentamientos, de injusticias y desincentivo del esfuerzo personal que pueden llevar a la ruina a cualquier sociedad. Además, no olvidemos la amenaza de crear una nomenclatura, la versión comunista de las castas privilegiadas.

La caída del Muro de Berlín puso al descubierto las vergüenzas del sistema comunista dando paso a que la antigua URSS se volcara decididamente a un capitalismo feroz de corte mafioso, amparado por la antigua élite del partido. En el caso de China, la idea de un país y dos sistemas también abrió la puerta al capitalismo y favoreció a las mafias. Lo peor de todo fue el robustecimiento del liberalismo más retrógrado como pensamiento único en Occidente. Como entenderá el lector, nada alentador este panorama y peor aún si pensamos en que los pocos regímenes comunistas que quedan se enrocan en totalitarismos populistas como el de Cuba y los nuevos regímenes totalitarios de Nicaragua y Venezuela o la Corea del Norte y su monarquía hereditaria. Ahí tenemos ejemplos de que desde la autodenominada izquierda también se puede instaurar un fundamentalismo, y lo digo con el pesar de quien, en su juventud, vibró con Castro en su intento de devolver a su país la dignidad y citó como ejemplo de honestidad la convocatoria de elecciones por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, aunque las perdiera. Lamentablemente, el castrismo se enquistó y ha sido incapaz de ofrecer elecciones libres a su pueblo y en Nicaragua, Ortega se ha transformado en la sombra del dictador que derrocó.

Si hablamos de fundamentalismo izquierdista, habría que destacar la falta de sensibilidad para con el amplio número de creyentes, las sospechas y dificultades que se oponen a la iniciativa privada en el dominio económico y, en el caso de la sociedad española, la ciega adhesión a las posturas nacionalistas en las distintas regiones.

Estoy convencido de que las jerarquías religiosas no siempre han estado del lado del progreso y la justicia social y de que las creencias religiosas se han empleado como pretexto para alcanzar privilegios y mantener sojuzgados a los pobres con la excusa de una recompensa después de la vida. No obstante, tan respetable es creer como no hacerlo y una acción política correcta debería evitar privilegios, que no ayudan a la iglesia católica, pero respetar la libertad de conciencia.

En cuanto a la economía me sorprende que todavía haya gente que defienda la instauración de empresas públicas, cuando la experiencia de la gestión pública en las cajas de ahorro llevó a su ruina y cuando la gestión política carece de responsabilidad penal en nuestro país.

En resumen, se puede ser socialista y comunista y aportar un plus de justicia distributiva a nuestra política pero presumir de izquierdismo sin matices puede conducir a un fundamentalismo que genere un clientelismo electoral, un derroche de medios públicos y, en el caso de nuestro país la ascensión de movimientos separatistas que tienen una fuerte componente de odio y xenofobia.


Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.

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1 comment on “Fundamentalismo de izquierda

  1. Pau+Comes+Solé

    La ascensión del sentimiento de odio y xenofobia no es obra de los separatistas sino todo lo contrario, aunque hauya casos para todos.
    Me hubiera gustado que entraras mas a fondo en algunos temas como el urbanismo, educación etc. en que los fundamentalistas de izquierda están haciendo verdaderos destrozos. En concreto en Barcelona están destrozando el Plà Cerdà, modelo del urbanismo igualitario del socialismo utópico para convertir la ciudad en el patio trasero donde conviven sólo los pobres peatones, ciclistas camalics, caballos humanos, etc. y los que pueden pagarse los coches de gana alta y parkings privados. No digamos los planes que no tienen ni regional ni estatal ni europeo ,,,

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