una entrevista de Ada Soriano · fotografía de Rafaela Pastor
He tenido el placer de aventurarme en La piel quieta, nuevo poemario de la poeta y crítica literaria Rosa García Rayego, publicado en Huerga y Fierro en 2022, con acertado y esclarecedor prólogo de Marisol Sánchez Gómez, quien afirma: «No estamos aquí frente a una introspección solipsista sino ante un intento de entender mejor el momento actual estableciendo una continuidad con el pasado», y con destacable epílogo de Luisa Posada Kubissa en el que advierte de «la certidumbre de la pérdida de un acomodamiento materno imposible de restaurar». La bella imagen de portada, de la autoría de Marina Nebreda, retiene el tiempo en un vuelo de pájaros.
Paralelamente leí los poemas que componen su antología Dentro de tu voz, publicada igualmente en Huerga y Fierro en 2017, con prólogo de María Antonia Ortega, quien destaca que «no es este un libro de universales, aunque no los niegue, sino de cuantificador existencial, sin llegar a ser “existencialista” sino “vivista”, vividor, pues posee el don de la pincelada viva […]». Aquí, el diseño de portada —la caracola guarda el inconfundible rumor del mar— es de Marián Cao. Rosa nos obsequia con una cuidada selección de su poesía publicada entre 1996 y 2014, a la que añade, como broche final, un poema inédito que dedica a la memoria de su madre: «Vivo entre árboles y lunas./ A veces alguna palmera/ me cuenta cómo fuiste./ Distintas luces me recuerdan a ti,/ y alguna estrella me habla./ Ahora que tu sangre salva,/ escribo con tu letra,/ y duermo en el mar».
He de decir que La piel quieta reafirma la poética de Rosa García Rayego. Me atrevería a decir que su obra, en su conjunto, es un círculo que se va dilatando y muestra, con precisión y coherencia, los avatares de la vida, de su vida, ahondando siempre en lo íntimo a través de una temática recurrente: el amor, la ausencia del mismo, la soledad, los recuerdos… Y siempre los árboles, y el mar, y su amor por Madrid, «y el corazón en el centro del espacio».
Estas vivencias, como digo, tan íntimas, tan suyas, llevan consigo una surtida gama de colores y cambios de horas que, irremediablemente, dejan huella en la piel, la parte del cuerpo más receptiva, fiel reflejo del estado físico y anímico: «Aún recuerdo el terciopelo de tus noches, la piel quieta,/ el encanto del árbol al dormirse desde tu ventana./ Y la tarde, tan nebulosa, gris, tierna,/ el calor de aquel lugar,/ el momento, el sitio, mi negativa dolorida./ Querría nombrarte a esta hora, / hablar con tu sombra».
Rosa, La piel quieta es un poemario que marca cuatro etapas —tiempos— diferentes de tu vida. De hecho, la piel es un elemento que aparece a lo largo de tu obra lírica.
Sí. Son cuatro tiempos fundidos a través de la memoria desde el momento presente: los seres queridos de la infancia, «Él y ella», donde ya existe la pérdida, y la recreación de esa pérdida en la segunda parte, «En ti». En la tercera parte, «Otro mar», hay un intento de renacer, que resulta fallido, y ya en la cuarta parte, «Ajena al dolor», se asume la aceptación de la pérdida/muerte como algo que deja un hueco insalvable dentro de ti.
Efectivamente, la piel (casi) siempre está presente. Es parte del cuerpo. A través del cuerpo sientes el contraste de sensaciones calor/frío, amor/muerte, que son parte de la vida.
Los colores son fieles protagonistas en tu quehacer poético. Por algo será que María Antonia Ortega te definió como La pintora de las palabras. Así tituló su prólogo para tu bella antología Dentro de tu voz. Dices ahora, en esta nueva entrega, que «todo acaba en el azul».
Utilizo inconscientemente los colores para crear un mundo propio, me ayudan a dar sentido a las palabras y les sirven de compañía. El azul (cielo/mar) quiere representar lo ilimitado, o lo infinito que, inevitablemente, hace pensar siempre en la propia limitación, en la propia finitud. Es el azul el color que persiste en este último poemario y, a veces, acompañado del blanco. El blanco que, como ya señalara María Antonia Ortega para la antología Dentro de tu voz, representa «la muerte». También el verde, asociado a la naturaleza —la vida—; el rojo, al dolor; el gris, a la tristeza. Son colores que predominan en este último poemario.
Por otro lado, Marisol Sánchez Gómez afirma en su prólogo a esta Piel quieta: «En ese marco de mar y árboles, la persona poética rescata el consuelo dentro de sí y revisita lugares…». ¿Es así?
Sí, es así, en gran medida. Voy a transcribir aquí, en un intento de contestar, un breve poema que da título a mi obra reunida Mejor volver al mar (Diputación de Córdoba, 2010).
Mejor volver al mar.
Después de tantos años…
Pescar en agua clara
en su azul todo/nada.
Por tanto, como dice Marisol Sánchez Gómez, efectivamente siempre entiendo la posibilidad e, incluso, la necesidad de revisitar, de revisitarse. Es un privilegio que le cabe, como dices, al yo poético, no al yo prendido de la vida cotidiana. En mis poemas predomina ese yo poético, del que yo misma soy nada más que una extensión.
«Y si los árboles me avisaran de tu posible presencia». Si los árboles, o el mar, nos dieran esa posibilidad…
Así es. Sentir que la naturaleza que te rodea está contigo. Es cómplice del deseo tuyo. Una identificación, al tiempo que sentirte acompañada por lo que está vivo. Forma parte del yo poético, de hecho.
«Y en las calles, Madrid, tanta gente, tanta vida». Hay que ver lo solos que nos sentimos a veces, a pesar del trasiego de las multitudes. ¿No crees?
Madrid es la ciudad que aparece centralmente en mis poemas, «ese Madrid que amo», excepto en el poemario Aquí pez, allí roca. Aquí, es Córdoba la ciudad, ya que es el origen. Es verdad el contraste que puede llegar a establecerse entre la vida que hay fuera y el dolor que hay dentro. Contraste durísimo en el que parece que «la vida va sola, sin ti».
Dices: «El miedo que disuelvo en las palabras/salva». ¿La escritura como sanación?
Más que como sanación, como transmisión, como comunicación honesta, y también liberación. Un intento de identificación con lo humano. Dar voz al encuentro con una misma y transmitirlo a los otros a través de la escritura. Creo que siempre tengo en cuenta al lector/a. Porque como decía María Zambrano, «solo se vive verdaderamente cuando se transmite algo».
¿Y el tiempo? ¿Cubre como una venda tus heridas? «Parecía ceniza/ el agua en que te miras. / El tiempo/ ha dispersado horas/ en algo que no eres tú».
Sí. Pero la herida queda. Como escribió Jaime Gil de Biedma: «Y sobre todo el vértigo del tiempo,/ el gran boquete abriéndose hacia dentro del alma […]». El tiempo y su aliado, la memoria, están siempre muy presentes en mis poemas. El paso del tiempo duele.
Amor y desamor inundan tus poemas. Declaró Najim Moushsin —refiriéndose al amor—, en una entrevista que le hicieron en 2010: «Vas a desnudarte frente a los ojos de los demás, sin tener en cuenta los valores y aspectos morales o sociales. En este incendio van a aparecer las preguntas más necesarias que buscan respuesta». ¿Qué te parece esta reflexión?
Me gustaría contestar con unas palabras que la poeta Rosa Lentini utilizó al referirse a mi poesía y que son las siguientes: «Creo que tu poesía se centra menos en el tema del desamor que en la lenta decepción de saber (que no de aceptar) la distancia en el amor. Esa palabra DISTANCIA creo que enseñorea el territorio de tu poesía, distancia del otro y distancia de sí mismo, porque cuando el corazón no puede arraigar, el alma no tiene peso, y el alma sin peso es inexistencia […] y el futuro se observa sólo como una sucesión de días». Creo que estas palabras de la poeta Rosa Lentini se ajustan de forma certera al contenido de mi poesía.
Ahora me gustaría que nos hablases de tu proceso creativo: tus manías, tus rutinas, tus horarios…
Normalmente no me impongo horarios. Leo y escribo habitualmente; sobre todo leer, y no de forma rutinaria. Hay etapas en las que necesito dedicarme más a la lectura que a la escritura —que están unidas—, si por escritura, en mi caso, entendemos también mi dedicación al ensayo literario.
Me parece importante, pues, que nos digas acerca de tu labor como crítica y antóloga. En las antologías, de las que has sido coeditora, ¿solo habéis publicado a mujeres?
Sí. Dirigí el Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid durante varios años (1999-2008). Desde la perspectiva feminista quise llevar a cabo una tarea de visibilizar la obra escrita por mujeres, ya que como es sabido esta sociedad patriarcal ha invisibilizado gran parte de la autoría femenina. Empecé con las poetas anglo-norteamericanas, muy poco conocidas y, prácticamente, sin traducir aún, allá por el año 2000. Posteriormente, me centré en las poetas españolas del siglo XX, fruto de ello, entre otros, son dos antologías de poetas españolas actuales en colaboración con Marisol Sánchez Gómez (2016-2018), y los programas de radio: Poetas en la radio —radio UNED— junto a Ana Zamorano (2013-2020).
Suelo escuchar, y es un placer, tus intervenciones en Poetas en la radio en el canal UNED. Dijiste, entre otras cosas, allá por 2013: «La década de los ochenta es un periodo importante en la poesía escrita por mujeres porque hay ya un mayor atrevimiento, una mayor diversidad, una vitalidad imaginativa. Aquí asistimos a la transformación de la mujer en sujeto, que había sido objeto hasta entonces, sobre todo en el contexto erótico». ¿Cómo ves todo esto que declaraste a día de hoy?
Efectivamente, ése fue uno de los rasgos centrales de la poesía escrita por mujeres, que arrancó en los ochenta, y que se ha ido manteniendo hasta hoy día. «Esa reivindicación de una mirada otra sobre el mundo», como afirmase Jenaro Talens, es justamente lo que las mujeres poetas, como sujetos, han aportado y de forma necesaria al campo de la poesía.
¿Qué opinión te merece la palabra empoderamiento? ¿Se abusa de ella, se malinterpreta…?
En tanto proporciona igualdad, confianza, y autoestima a las mujeres, siempre subyugadas por el sistema patriarcal, me merece una opinión obviamente positiva. El empoderamiento se entiende en primer lugar como un acto individual por el que una mujer particular toma conciencia de sus derechos y consolida así su autoestima y su autonomía. Pero me gustaría señalar que el empoderamiento también tiene un sentido colectivo. Y en ese caso se trata de aunar las subjetividades femeninas en su lucha por sus intereses de género. Y esto es lo que comprendemos como feminismo, algo a lo que yo me siento muy cercana.
Para finalizar nuestro encuentro, vuelvo a la piel, a la vida. ¿Crees realmente que la experiencia es una «extraña enfermedad»?
Creo que se puede sentir ante la vida una cierta extrañeza, quizá es eso lo que impulsa a escribir. Porque escribir tal vez tiene algo de patológico, de no normal, O quizá sea el sentimiento de trascendencia, que también es un modo de extrañeza, de ir más allá de los límites que enmarcan la vida. Es este un sentimiento, el de la trascendencia, que ha marcado al ser humano desde siempre, incluso desde las pinturas rupestres de Altamira.

Ada Soriano (Orihuela, 1963), dedicada desde temprano a la actividad cultural, fue codirectora de la revista de creación literaria Empireuma y colaboradora de la revista sociocultural La Lucerna. Ha publicado las plaquetas Anúteba (Empireuma, 1987) y Alimentando lluvias (Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 2000), así como los libros de poemas Luna esplendente o sol que no se oculta (Empireuma, 1993), Como abrir una puerta que da al mar (Biblioteca Pública Fernando de Loazes, 2000), Poemas de amor (Fundación Cultural Miguel Hernández, 2010), Principio y fin de la soledad (Cátedra Arzobispo de Loazes, Universidad de Alicante, 2011), Cruzar el cielo (Celesta, 2016) y Dondequiera que vague el día (Ars Poetica, 2018). Asimismo ha publicado No dejemos de hablar, entrevistas a 19 poetas (Polibea, 2019) Ha colaborado en diversas revistas literarias y ha sido incluida en varias antologías.
0 comments on “Rosa García Rayego: «En mis poemas predomina un yo poético, del que yo misma soy nada más que una extensión»”