Escuchar y no callar

Dormir

Miguel de la Guardia incita a sus lectores a cuidar y mejorar su sueño y hacerlo desde el dinamismo de una vida plena, entregada a la familia y los amigos, y, en lo posible, cargada de actividades y de trabajo creativo.

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Cuando era escandalosamente joven creía que dormir era desperdiciar la vida y trataba de acortar mis horas de sueño para tener más horas de consciencia. El tiempo ha pasado y, aunque tengo serias dudas sobre mi proceso de maduración, he acabado comprendiendo que dormir, al igual que respirar, beber, comer o amar, es imprescindible para tener una vida plena. Sin reposo no hay lugar para la felicidad, el placer ni tan siquiera para un trabajo eficiente y dormir debe consumir cerca de un tercio de nuestras vidas para que los otros dos tercios nos procuren felicidad.

Un amigo biólogo me contó que los peces tienen dos cerebros, lo que les permite dormir una parte de ellos mientras la otra se afana en seguir nadando en su elemento. Nosotros solo tenemos uno y, al dormir, acabamos recargando nuestras baterías durante la noche o incluso en la siesta. Quiero aprovechar la ocasión para recomendar encarecidamente la práctica de la siesta, imprescindible en el tórrido verano de muchas latitudes para ponerse a salvo de las agresiones del sol, pero también como práctica habitual, puesto que un descanso de media hora permite recuperar fuerzas y acometer la tarde con energías renovadas y eso, lejos de constituir una pérdida lamentable de tiempo, nos posibilita ser más eficientes en el trabajo o disfrutar mejor del ocio.

Mi hija Julia me regaló hace varios años un fitbit, una pulsera que controla los pasos diarios y las horas de sueño, y nunca podría haberme hecho un regalo mejor, puesto que me enseñó que mi vida era menos sedentaria de lo que me creía y que dormía menos de ocho horas diarias. Los dos conocimientos han sido importantes para mí y, lejos de reconfortarme con mi descubierto dinamismo, trato cada día de caminar más y mover mis piernas y mi corazón. En cuanto al sueño, cuantos han dormido conmigo o han presenciado mi sueño, me cuentan que antes de dormirme profundamente mis piernas se entregan a furiosos pataleos. Nunca he prestado una atención desmesurada a mi estado de salud y por eso nunca consulté sobre las causas de dichas sacudidas ni sobre la forma de ahorrar molestias a quien duerma a mi lado (esto debe tener alguna connotación de egoísmo o de irresponsabilidad so pretexto de estar inconsciente), pero en lo tocante a mis horas de descanso, estimo que mi pulsera me descuenta entre media hora y hora y media de sueño por cuenta de mis ejercicios gimnásticos; por lo que debo entender que mi sueño es apropiado y que mi madre me dejó la preciada herencia de dormir como un bendito.

Además de la genética, estoy convencido de que para mejorar el sueño no hay como fatigar el cuerpo y el espíritu con la buena fatiga de una actividad física apropiada a la edad de quien la ejercita y una actividad mental lo más intensa posible y sea cual fuere la edad. Pensar, leer, enfrentarse a problemas y tomar decisiones es una de las mejores gimnasias para no dejar pasar al viejo que nos acecha desde el espejo del baño cada día cuando nos lavamos la cara o los dientes y, no olviden que cada día que pasa envejecen nuestras células o, lo peor, se mueren.

Confío en que estas líneas sean una incitación a los lectores para cuidar y mejorar su sueño y hacerlo desde el dinamismo de una vida plena, entregada a la familia y los amigos, y, en lo posible, cargada de actividades y de trabajo creativo. Dormir puede ser un placer y el mejor prólogo para un día perfecto.


Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.

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