/ por Víctor Colden /
1. Habrá que aceptarlo: los libros que aún no hemos leído —incluso entre los clásicos o imprescindibles— van a ser siempre muchísimos más de los que sí hemos leído. Y de los que seremos capaces de leer en el tiempo que nos quede. Yo todavía no lo he aceptado, no del todo.
2. La creciente sensación, mientras escribía y corregía Tu sonrisa sin temblar, de que una novela no es sino un gran juguete hecho de palabras. Algo así como un juego de bloques de construcción: hay mil maneras posibles de disponerlos; no hay por qué emplearlos todos, pero los que utilicemos tienen que encajar y sostenerse; y en cualquier momento, por el más mínimo descuido —tal vez por una pieza de más o colocada en un lugar que no le corresponde— puede la torre venirse abajo.
3. No sé si proponerme empezar a hacer lo que me ha contado que hace Javier Castro, el editor de Newcastle (una de las personas que conozco que más lee): no empieza un libro nuevo hasta que no termina el que está leyendo. Nada de compaginar lecturas: una detrás de otra. Me admiran su sistema, su disciplina y su capacidad de concentración, de resistirse a las tentaciones que en forma de apetitosos libros acechan a quienes vamos sobrellevando como podemos el vicio de la lectura. ¿Entonces qué hago? ¿Elimino la pila de la mesilla de noche? ¿Me prohíbo acercarme a curiosear la estantería en la que aguardan los libros pendientes de leer? No sé… Me temo que seguiré estando entre quienes leen dos, tres, cuatro libros al mismo tiempo, desesperados por la lentitud con la que avanzan en la lectura de cada uno de ellos.
4. El autor de una novela es otro personaje. (Cada uno de sus lectores también).
5. ¡Cómo mejoró mi estilo durante todos aquellos años en que no escribí!
6. A veces nos da vergüenza confesarlo. Confesar que leemos a Azorín, a Machado o a Galdós en lugar de a… «¿Qué pensarán de nosotros?», nos decimos. «Creerán que somos unos pobres hombres, unos rancios».
7. Cada vez que vuelvo a Málaga, busco en el centro la calle Santa Lucía. Una oficina de Correos ocupa ahora el local en el que estuvo la librería Denis entre 1951 y 2001: la librería de mis abuelos, de mi abuelo Juan y mi abuela Lola. Cuántas tardes de mi infancia pasé allí, en mi casa de las palabras, cuántos buenos recuerdos. Si la oficina de Correos está abierta, entro en ella. Tiemblo, respiro hondo, se me acelera el corazón y… a duras penas contengo las lágrimas delante de los empleados.

Víctor Colden (Madrid, 1967) es licenciado en Filología Románica. La editorial Libros Canto y Cuento publicó en 2019 su novela Inventario del paraíso y en 2020 la colección de prosas literarias Gazeta de la melancolía. Su breve relato autobiográfico Veinticinco de hace veinticinco apareció en Newcastle Ediciones en 2021. En otoño de 2022, la editorial Pre-Textos publica su novela Tu sonrisa sin temblar.
Admirable y contagiosa pasión por los libros.
¡Gracias!, me alegro de que le haya gustado.
Muchas gracias, me alegro de que le haya gustado.
“[…] (por ahí, en algún cuarto trastero, deben de amontonarse en total desorden resmas de prensa, volúmenes desencuadernados, lecturas incompletas, la magna suma de mi vasta ignorancia)”
[En el cuento “Aquiles y la tortuga”, de Gonzalo Hidalgo Bayal.