Palo y astilla

Una venganza y un refugiado

Nueva entrega del 'Palo y astilla' de Francisco José Faraldo, que en esta ocasión da voz al dios cristiano y a un refugiado saharaui.

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Venganza

Alarmado por el estado de la nación universal, el dios de los cristianos aprovechó un descanso dominical y entró en modo reflexivo. Y se decía así:

«Desde la performance que monté con la manzana en el Paraíso para que el humano se ganase el pan con el sudor de su frente, no levantamos cabeza. Verdad es que aquello neutralizó la molicie y produjo un ligero aumento de la productividad, pero a partir de ahí las cosas no han hecho más que empeorar. Concedí al individuo humano la capacidad de distinguir las carnes de las frutas, la habilidad manual para construir castillos con mondadientes y fósforos, y hasta la pillería precisa para falsificar un máster, pero no tardé en comprobar que en su naturaleza anida la semilla de la rebelión y que era inútil el intento de encaminarlo por la senda de la obediencia. Creo que la única vez que se sometió a mis designios fue con lo del sacrificio de Isaac, pero de allí en adelante ni siquiera el intento de mantenerlo permanentemente aterrorizado con los cuatro jinetes del Apocalipsis, dio resultado. Al humano lo ciega la vanidad, su gran pecado, y ya no se considera solo el rey de la creación, sino también el rey del mambo. Es por ello que únicamente me resta aplicar un plan de emergencia y alterar el orden natural de las especies para que los humanos reconozcan el fin de su monarquía».

La autocrítica del dios de los cristianos tuvo lugar, como digo, un séptimo día de no hace muchos años. Y al día siguiente, lunes, ocurrió aquello: los humanos habían perdido su jerarquía en la escala animal en favor de los cánidos, y correteaban por donde les conducían sus mascotas recogiendo con aplicación sus excrementos. Peor que lo de Tántalo, pero justo y necesario. Y así seguimos.


Afulay

Con la mano derecha Afulay se valía de un buril para ir trazando pequeñas líneas sobre una lámina de aluminio. Supe que lo que sujetaba entre las piernas se llamaba tas, porque aquella era una definición que aparecía con frecuencia en los crucigramas: «pequeño yunque de joyero, tres letras». Estábamos en el campamento de Ausserd , junto a la entrada de la jaima donde vivían el joven, sus padres y dos hermanas. Mientras trabajaba, conversábamos sobre su estancia en la Isla de la Juventud, en Cuba, donde se había hecho médico, y Afulay me explicaba con acento caribeño su desaliento por la situación de los campamentos.

—Muchos de los que estudiamos fuera, en Argelia o Cuba, nos preguntamos todos los días qué hacemos aquí. Los viejos están más resignados. No hay otra salida que volver a la guerra.

Lo que cuento ocurrió unos años atrás, antes de uno de los mayores actos de iniquidad que registra la historia reciente española. Me refiero, claro está, a la vergonzosa actitud de nuestro país cediendo a los intereses del sátrapa marroquí y su patrón estadounidense. En la hammada argelina, lejos del mar que les hemos robado, decenas de miles de personas sobreviven al abandono miserable de su antigua metrópoli, que ya ha pasado página de sus responsabilidades políticas y morales con el Sahara Occidental. Ahora los marroquís darán fin al expolio, nos repartiremos con ellos el botín pesquero, (tal vez nos toque una cuota de los fosfatos, y el amigo americano celebrará el éxito con el monarca alauita, su principal aliado geoestrátegico en África.

No he vuelto a saber nada de Afulay; la última vez que le envié algo, me fue devuelto sin explicación alguna. Conservo y llevo conmigo la pulsera de aluminio que hizo para mí aquella tarde. La miro a menudo por si se han borrado para siempre los colores de esa bandera que grabó con su tas, con su buril.


Francisco José Faraldo (Ferrol, 1947) estudió magisterio y filosofía y letras en Madrid. Ejerció la enseñanza en Asturias y, durante doce años, en el Instituto Giner de los Ríos (Lisboa), ciudad en la que residió hasta 2018. Es autor de los libros de poemas Prédica del iluso (Premio Trivio) y La mano en el fuego (2017), tres textos teatrales y los ensayos El vecino invisible (2015) y Asociación Amigos de Mieres: cultura popular y lucha por la democracia en Asturias. En 2021 publica la novela Onofre, Raymond Queneau y una mula. En 2022 ha presentado la colección de poemas «Cantos y señas (básicamente es esto)» en Bohodón Ediciones.   Colabora en publicaciones periódicas de España y Portugal y ha impartido y coordinado cursos de creatividad destinados a profesores en ambos países. Como traductor ha vertido al portugués la obra teatral del dramaturgo sudafricano Athol Fugard y al castellano la producción del pedagogo y compositor belga Jos Wuytack.

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Desde El Cuaderno se atiende al más amplio abanico de propuestas culturales (literatura, géneros de no ficción, artes plásticas, fotografía, música, cine, teatro, cómic), combinado la cobertura del ámbito asturiano con la del universal, tanto hispánico como de otras culturas: un planteamiento ecléctico atento a la calidad y por encima de las tendencias estéticas.

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