Crónicas ausetanas

El Desastre de Annual

Xavier Tornafoch dedica una de sus 'Crónicas ausetanas' a una derrota colonial capital, determinante de grandes acontecimientos de la historia contemporánea de España, y en lo inmediato, de la dictadura de Primo de Rivera.

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De entre todas las batallas que perdió España en su larga aventura colonial, quizás la más decisiva, la que causó mayor desánimo y desesperanza en la opinión pública española, fue la que tuvo lugar cerca de la localidad de Annual, en el Rif norteafricano controlado por España, entre los días 22 de julio y 9 de agosto de 1921, hace ahora poco más de un siglo. Hoy en día, Annual es uno de tantos pueblos rifeños golpeados por la pobreza y la emigración. En aquellos tiempos era una comunidad amazigh que marcaba el límite más allá del cual las harkas del caudillo Abd el-Krim no estaban dispuestas a permitir el avance de las tropas españolas, que comandaba el general Manuel Fernández Silvestre. En cualquier caso, como afirmaba un estudioso de la zona, aquella batalla, y sus consecuencias, tan despreciadas por la historiografía peninsular, precipitaron la dictadura de Miguel Primo de Rivera y condicionaron la posterior sublevación militar del año 1936. Entre estas dos circunstancias, el famoso Expediente Picasso, donde se desgranaban los motivos del fracaso militar de Annual, el desembarco de Alhucemas, la derrota de Abd el-Krim después de una terrible campaña militar hispanofrancesa y la pacificación, y sometimiento, de la zona.

La opinión del historiador local al que hacía referencia anteriormente podría parecer atrevida, pero hay que tomar muy en cuenta que el protectorado español en África del norte fue la espoleta que desencadenó las insurrecciones peninsulares, la más importante de todas ellas la Semana Trágica de Barcelona en 1909. Como respuesta a este malestar social, se produjeron los levantamientos militares reaccionarios, siempre protagonizados por mandos vinculados a las luchas en África, como fue el caso de Franco. Así pues, la derrota de Annual fue más que una derrota: fue un desastre. Más de 13.000 soldados y oficiales perecieron en las operaciones, que tuvieron el triste corolario de la rendición de Monte Arruit, donde algunos de los supervivientes que se habían refugiado en esta posición fueron masacrados después de entregar sus armas.

Una cierta historiografía conservadora relató lo de Annual en clave de tragedia griega, y ciertamente hubo heroísmo, como el que protagonizó el regimiento de caballería de Alcántara, inmolado en su práctica totalidad para proteger la retirada de los soldados después de la muerte en combate del general Silvestre, y también hubo traición, la que llevaron a cabo numerosas compañías indígenas, que abandonaron el sector español para pasarse a la harkas rifeñas. Pero la cuestión colonial debe abordarse a partir del análisis y la reflexión, si queremos entender lo que significó Annual y la presencia española en el norte de lo que hoy es el Reino de Marruecos.

Para comprender eso es indispensable acudir a la recientemente fallecida María Rosa de Madariaga, hija de un militar republicano y sobrina de Salvador de Madariaga. Esta historiadora obvió los relatos emponzoñados de racismo y superioridad moral que dominaron la historiografía española sobre Marruecos. Aprendió el árabe y el amazigh y fue al Rif, visitó sus archivos y habló con su gente. De sus trabajos se desprende una visión muy crítica con el colonialismo español en el norte de África, al que califica de excesivamente militarista, y que sitúa en el origen de la gran tragedia de la guerra civil. Los conflictos norteafricanos generaron, según su opinión, una casta militar que se vio legitimada para intervenir en la política peninsular, intervenciones que asolaron las libertades públicas, en el caso de la dictadura de Primo de Rivera, y causaron una feroz guerra civil, en referencia a la sublevación del 1936.

Volviendo a la derrota de Annual, Madariaga detalló el uso de armas químicas en 1923 para derrotar a los insurrectos rifeños, recuperar los territorios arrebatados por Abd el-Krim y vengar las matanzas de soldados españoles en Monte Arruit. Esta es una cuestión incómoda de la que no se habla a menudo y que se ha instrumentalizado políticamente, desde un lado y otro, pero que, según las palabras de Madariaga demuestra la catástrofe, también moral, que significó el colonalismo español en el norte de África. De lo que no hay duda es de que los ataques químicos causaron un gran número de víctimas civiles y combatientes. Las bombas con gases tóxicos fueron arrojadas por aviones que no solo mataron, sino que también provocaron gravísimas lesiones a los afectados. Esta afirmación continúa siendo polémica hoy en día porque inmediatamente se piensa en Ceuta y Melilla, a las que la historiadora aparta del debate sobre la colonia porque estas fueron ocupadas mucho antes de la caída de resto del Rif.

En cualquier caso, para la mayoría de españoles las guerras de Marruecos fueron enormemente impopulares porque eran los hijos del pueblo los que acudían a ellas. Los que morían en ellas. La redención en metálico, es decir, pagar por librarse del servicio militar era una práctica habitual, que sólo se podían permitir los ricos. A los pobres no les quedaba más remedio que ir al norte de África. Cuando los que eran llamados a filas eran los reservistas, la mayoría padres de familia, la irritación se transformaba en insurrección, cómo ocurrió en la Barcelona de 1909. En aquellos tiempos, quedarse sin el sustento que procuraban los hombres con su trabajo era sinónimo de pasar hambre. Si el que marchaba a la guerra moría en ella, entonces la situación aún sería más complicada.

Posiblemente la mayor parte de los muertos de Annual era campesinos o trabajadores peninsulares, algunos expertos dicen que mal entrenados y mal equipados, que se vieron abocados a enormes sufrimientos ante un enemigo adaptado al terreno y de espíritu belicoso. Se cree que las harkas rebeldes poseían más de setenta mil fusiles en tiempos del protectorado. Volviendo a María Rosa de Madariaga, cabe concluir que, ante un pasado tan conflictivo, ella siempre defendió un futuro de relaciones «cordiales y de buena vecindad» con Marruecos. No sé si habiendo tantos temas espinosos de por medio eso será posible a corto plazo, con la irresuelta cuestión saharaui en primer término. Pero quizás habrá que ir caminando en esa dirección.


Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931). Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educación y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y local, como History of Education and Children’s Literature, Revista de Historia Actual, Historia Actual On Line, L’Avenç, Ausa, Dovella, L’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos.

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