/ una reseña de Carlos Alcorta /
Profesora de latín y griego en un instituto de Educación Secundaria en su tierra de adopción, Cantabria, Maru Bernal (Barcelona, 1964), autora de una obra poética aún escasa, pero muy intensa (su primer libro, Hendiendo el aire, se ha reimpreso en varias ocasiones), publica ahora su segundo libro, No todos volvimos de Troya, galardonado con el prestigioso Premio Ciudad de Salamanca, en el que su admiración por la cultura clásica está muy presente. Los personajes mitológicos menudean por estos versos con la familiaridad de quien trata con ellos diariamente, algo que contribuye a acentuar el sentimiento de cercanía entre la poeta y los lectores.

Maru Bernal ensambla historias cotidianas de carácter biográfico en escenas inspiradas por esos personajes con objeto de expresar su estado emocional, con el propósito de reflexionar sobre la intensa y, a veces, conflictiva relación consigo misma y con sus seres queridos. Cabe preguntarse por qué nos siguen atrayendo los mitos, y la respuesta acaso se encuentre en que no han perdido vigencia. Son estereotipos que responden a preguntas universales y describen con precisión las tribulaciones del espíritu humano, que no ha variado apenas, al menos en ese aspecto y hasta que la inteligencia artificial nos suplante definitivamente, en casi tres mil años. Por eso constantemente regresamos a ellos, a algunos de ellos, que se repiten desde diferentes ópticas.
Con el minotauro cretense comienza este libro: «Olor de toro entre los muslos/ sentada a horcajadas sobre su lomo,/ la brisa salobre acariciando sus pechos,/ los brazos erizados rodeando la fiera testuz,/ la mirada prendida del horizonte/ palpitando de deseo y esperanza». Seguidamente, vienen Ariadna y Teseo, y la playa de la memoria en la que se recuestan es la misma en la que se recuesta la protagonista del poema, lo que añade innumerables capas de significado y de emoción a un acto tan cotidiano.
A medida que el periodo secuencial avanza, las referencias se hacen más crípticas. Aparece, por ejemplo, Láquesis, una de las tres moiras, la que decide el futuro y la duración de la vida humana: «Láquesis se disculpa con una sonrisa,/ vuelve renuente a su rincón,/ coge las tijeras y sigue cortando/ ―implacable―/ los hilos del destino». O Prometeo, desafiando a los dioses, robándoles el fuego: «La noche en que hurtó la llama / que bailaba ligera entre sus dedos / para ofrecérsela magnánimo / a una especie todavía en ciernes, / Prometeo no previó en absoluto / en qué berenjenales / se estaba metiendo».
Como vemos en estos versos, Maru Bernal sabe restar trascendencia a los conflictos divinos y rebaja las expectativas de perfección a un nivel meramente humano, es decir, imperfecto: el libre albedrío de los hombres se convierte al final en un regalo envenenado. Esta simultaneidad temporal entre el presente real y el pasado mítico nos lleva a reflexionar sobre la extraña capacidad de la poesía y de las palabras («Palabras despeñadas/ en los acantilados del silencio»), herramientas estas de transformación que nos permiten viajar en el tiempo y en el espacio. El viaje temporal nos remite a un contexto histórico lleno de incertidumbre, pero también de posibilidades de reconocimiento emocional en una conciencia fragmentada y ambigua. El viaje geográfico entre el continente y las islas («Cada isla es escala,/ cada marea viaje,/ cada colina ancla,/ cada almendro amarre,/ cada puerto la posibilidad/ de una nueva travesía»), entre la costa y el interior, por otra parte, se reinventa en la geografía física de su propio cuerpo («Su cuerpo ya no era el de antes»), un cuerpo ardiente que sueña, como Dánae, con «espasmos dorados,/ ocultas grietas,/ fértiles lluvias,/ sabias caricias,/ divinos dedos que la liberan/ de su propio encierro».
En la descripción homérica de la guerra de Troya, las mujeres asumen una función secundaria. No protagonizan escenas heroicas; sufren en silencio los avatares de un destino gobernado por los hombres. Maru Bernal, pese al título del libro, ha querido rendir, mirándose en el espejo de esos rostros apesadumbrados, pero igualmente valerosos, homenaje a «todas las mujeres que tomamos las riendas de nuestra vida, admitimos nuestros fracasos, lamentamos las pérdidas y, sin embargo, continuamos erguidas sobre una roca contemplando el horizonte infinito y sosteniendo la vida en nuestras manos». Lo ha hecho con un estilo sustentado en formas rítmicas libres que encajan a la perfección con el estado de ánimo que provocó la escritura del poema.
El verso, generalmente de extensión breve, invita a una lectura fluida de la narración, acentuado por los finales sorprendentes pero acertados que, a veces, felizmente, gracias a un adjetivo exquisito, nos desconciertan. Y es que nos interesa ver el pasado lejano a través del prisma de lo contemporáneo y, al mismo tiempo, ver lo contemporáneo a través del prisma del pasado lejano; ser testigos de la batalla personal que la autora dirime con su yo más que las guerras entre dioses y héroes.
«Antes de la Guerra de Troya ―escribió Elena Garro― fuimos dos en una, no amábamos, solo estábamos, sin saber bien a bien en dónde. Héctor y Aquiles no nos guardaron compañía. Solo nos dejaron solas, rondando, rondándonos, sin tocarnos, ni tocar nada nunca más. También ellos giraban en el Reino de las Sombras, sin poder acostumbrarse a su condición de almas en pena».
Mucho se ha escrito sobre esto. Los precedentes son innumerables, pero Maru Bernal ha sabido imprimir en estos poemas su personal manera de integrar a los personajes en su realidad vital. No resulta descabellado pensar que gracias a ellos haya surgido un yo más creador e imaginativo que irá fecundando su escritura con nuevas ilusiones.

Manu Bernal
Reino de Cordelia, 2022
128 páginas
12,95 €

Carlos Alcorta (Torrelavega [Cantabria], 1959) es poeta y crítico. Ha publicado, entre otros, los libros Condiciones de vida (1992), Cuestiones personales (1997), Compás de espera (2001), Trama (2003), Corriente subterránea (2003), Sutura (2007), Sol de resurrección (2009), Vistas y panoramas (2013) y la antología Ejes cardinales: poemas escogidos, 1997-2012 (2014). Ha sido galardonado con premios como el Ángel González o Hermanos Argensola, así como el accésit del premio Fray Luis de León o el del premio Ciudad de Salamanca. Ejerce la crítica literaria y artística en diferentes revistas, como Clarín, Arte y Parte, Turia, Paraíso o Vallejo&Co. Ha colaborado con textos para catálogos de artistas como Juan Manuel Puente, Marcelo Fuentes, Rafael Cidoncha o Chema Madoz. Actualmente es corresponsable de las actividades del Aula Poética José Luis Hidalgo y de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Mantiene un blog de traducción y crítica: carlosalcorta.wordpress.com.
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