/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana /
Suele decirse que la primera víctima de una guerra es la verdad, y yo creo firmemente que es cierto. Desconfío profundamente de las versiones que nos llegan de la dura guerra que se libra sobre suelo de Ucrania. Todos tenemos un relato canónico de rusos malos y ucranianos buenos, machacados por los rusos malos, y una Europa y una América que apoyan a quienes han sido atacados injustamente. Pero ¿y si fuera simplemente una versión? Hay otra, por supuesto: la rusa que habla de una Europa y un Estados Unidos perversos, que quieren trocear y eliminar la Santa Rusia, y para ello instrumentalizan a los fascistas ucranianos, a los que arman, integran en su alianza militar y utilizan como punta de lanza contra los rusos nobles.
Ambas versiones son fruto de la guerra; y ambas, el resultado de un conflicto en el que la verdad es lo que menos importa. La versión final que triunfe será la de quien gane la guerra. Pero en ambas hay piezas que no encajan, y, normalmente, aquello que no encaja constituye la clave para resolver el problema. A mí no me encaja que los gasoductos alemanes construidos en el Báltico hayan sido volados con explosivos y nadie tenga la culpa de ello; tampoco que los principales actores de esta guerra tuvieran enormes problemas internos justo antes del conflicto bélico; y tampoco que ningún experto ni medio de comunicación se haga eco de que en Ucrania hay infinidad de nombres de calles, e incluso algún museo, que recuerda a personas que en su momento fueron filonazis. También es cierto que nadie ha reconocido ser autor de la voladura del gasoducto; y que los problemas internos de un país pueden encauzarse de muchas formas sin recurrir a una guerra, pero quizás puedan aprovechar una guerra…
Para entender algo, hay que mirar al pasado. Ucrania, antes de la primera guerra mundial, estaba dividida en dos partes: el occidente controlado por Austria y el oriente dominado por Rusia. Cuando estalló la guerra, los ejércitos ucranianos formados por Austria se enfrentaron a los rusos y, en medio de la contienda, más de veinte mil prisioneros rusos —combatientes y no combatientes— fueron internados en campos de concentración como el de Thalerhof, en donde padecieron unas condiciones sanitaris terribles y se practicó un sadismo contra los detenidos como nunca se había visto. Cuando la guerra terminó, derrotados tanto el Imperio zarista como el austrohúngaro, surgió en Ucrania el movimiento de independencia, pero el país se fraccionó en diversas repúblicas, en función de la antigua división étnica; y el nacimiento de la República de Polonia complicó aún más el panorama, con la guerra polaco-ucraniana. Por consiguiente, una parte de su territorio tuvo que ser cedido a la nueva Polonia surgida de las cenizas de la guerra. La parte oriental de Ucrania se constituyó en la República Socialista Soviética de Ucrania, que en 1922 fue una de las fundadoras de la Unión Soviética.
Cuando estalló la segunda guerra mundial y la Unión Soviética se vio atacada por Alemania, en junio de 1941, en tres meses, los ejércitos nazis ocupaban Ucrania, incluida Crimea. En esta invasión, una parte importante de los ucranianos, que habían sufrido un régimen soviético muy duro, vieron a los nazis como libertadores. Se formaron batallones ucranianos que lucharon con los nazis e incluso hubo una poderosa división de las SS (la 14 División Wasffen) compuesta por ucranianos. Stalin jamás los perdonó. La pérdida de la guerra por parte de los nazis y la ocupación del país por los ejércitos soviéticos desencadenó una fuerte represión por su parte, con deportaciones masivas de población.
Esta breve historia explica el sentimiento antirruso de una parte de la población ucraniana y también la existencia de muchas simpatías de determinados elementos del nacionalismo ucraniano hacia el nazismo. Ello es la base para la intoxicación informativa que quiere hacerme creer que en Ucrania hay un «régimen nazi», lo cual no es creíble.
Mas fácil resulta analizar el enigma del gasoducto dinamitado. Ni rusos ni alemanes pudieron hacerlo, dado que el gaseoducto era suyo, había tenido un coste altísimo y no estaba descartado que en un futuro, cuando se restaurara la paz, pudiera volverse a utilizar. Este acto de sabotaje solo beneficia a los intereses petroleros de Estados Unidos. Si esto es cierto, la pieza que no encaja del puzle es la clave de la solución. En efecto, la guerra fría terminó con unos acuerdos que tenían como base fundamental romper la rivalidad entre Rusia y Europa. Para ello, se diseñaron las herramientas políticas y económicas necesarias. La OTAN, creada contra la antigua URSS, iba a ir disolviéndose lentamente; las economías europea y rusa iban a entrelazarse y potenciarse mutuamente y de esta forma todo rastro de conflicto desaparecía. Por ello, una vez asegurada la paz, los gasoductos eran una extraordinaria noticia para Europa y para Rusia.
¿Cómo se rompió esto? ¿Qué es lo que dinamitó el plan de paz? No voy a entrar en el tema de cómo se inició el conflicto ruso-ucraniano, sobradamente conocido, pero sí quiero plantear cómo todos los implicados tenían graves problemas internos. Empecemos por Putin, el malo de la película: en 2021, había iniciado una reforma del ya precario sistema de pensiones heredado de la antigua Unión Soviética. Los recortes en las ya miserables retribuciones originaron un grave malestar interno, con protestas en casi todas partes, y ello debilitaba su popularidad. Por otra parte, en algunas de las repúblicas satelizadas, como la de los kazajos o la de los bielorrusos, estallaron unos movimientos sociales que amenazaban la estabilidad prorrusa. ¿Qué tal si probaba una guerra patriótica de baja intensidad con un vecino débil, como Ucrania, sin un ejercito moderno y en donde la población rusófila era casi la mitad? ¡Pero se equivocó! La reacción de Occidente no la podía prever: al fin y al cabo, Putin sabía que los alemanes se calentaban con su gas.
Si analizamos al otro protagonista, Zelenski, el bueno de la película, nos encontramos que era un actor, que ganó las elecciones despues de interpretar un papel de patriota en una serie televisiva. Los ucranianos le dieron una mayoría absoluta abrumadora, porque había prometido terminar con el conflicto con Rusia por la vía pacífica, de la negociación. Pero para cumplir la promesa tenía que negociar con los separatistas, y esto le iba a enajenar la confianza de los sectores ultranacionalistas de su país. No podía negociar, ni cumplir lo que había prometido. Se vio literalmente catapultado a alargar el conflicto y apoyarse en los sectores mas duros de su país.
Finalmente, tomemos en consideración al último actor, el presidente Biden. Heredó un país fraccionado por la mitad, casi al borde de la guerra civil. La OTAN vivía momentos bajos; quizás podía desaparecer: recuérdese el anterior presidente, el nefasto Trump y su posición ante la alianza militar con Europa. Por otra parte, tenía en su contra la retirada vergonzosa de Afganistán, que le había significado pérdida de popularidad, y además había un tema que no era menor: la industria pesada norteamericana siempre se ha nutrido de la guerra y no había ninguna guerra de verdad. Finalmente, en Estados Unidos, la intelligentsia vivía un momento muy delicado, porque se estaba a punto de perder la hegemonía mundial. El acercamiento ruso-europeo constituye un desastre para los intereses norteamericanos. Y si a este conglomerado se le suma China, que ya tiene un enlace comercial permanente y poderoso desde los puertos del mar de la China, como Shanghái, con los meridionales de Europa, el control mundial norteamericano queda comprometido.
Por todo ello, un conflicto como el ruso-ucraniano es una gran noticia, si tras él arrastra a una Europa que en este drama es la perdedora, ya que ahora queda mucho más debilitada, en manos de los suministros energéticos norteamericanos, obligada a rearmarse, peligrosamente en el centro del conflicto y comprometida su alianza con China. Una jugada magistral norteamericana que le asegura continuar con su papel de gendarme del mundo, «arsenal de la democracia», y, a la vez conjurar sus demonios internos. Y como esta es una guerra que nadie puede perder, hay para largo tiempo. Por ello, el papel de Europa en esta película es el del tonto.

Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
A América nunca le ha gustado la idea de una Europa Unida a Rusia, por motivos obvios
Un excelente análisis histórico el que hace usted
La tierra de los cosacos ha estado casi siempre en poder de otros
Trist !! tot plegat…molt-massa trist !!!
Muy acertada la conclusión del artículo en relación a la estúpida, yo diría suicida, posición de la Unión Europea, gran perdedora gane quien gane. Sin embargo, convendría precisar lo siguiente:
1- El hecho de que el primer reino ruso, la llamada Rus de Kiev, estuviera situado en el terrritorio de la actual Ucrania es de importancia capital en este conflicto. En realidad Kiev fue la primera capital rusa.
2- La diferenciación entre “ruso” y “ucraniano” como comunidades humanas, culturales e históricas es discutida y discutible, pues hasta el siglo XIX Ucrania fue conocida como Pequeña Rusia y los lazos entre los que ahora son dos estados independientes fueron siempre enormemente estrechos, prácticamente inseparables.
3- Las fronteras de la actual Ucrania y su configuración “nacional” efectiva son muy tardías, con tibios antecedentes en el siglo XIX, pero concretadas sólo por Lenin, que en cierto sentido puede ser considerado “fundador” de Ucrania. Las actuales fronteras no se fijaron totalmente hasta después de 1945.
4- La historia ucraniana es tremendamente complicada, se trata de un territorio históricamente mal definido y continuamente disputado por sus vecinos. Los acontecimientos entre 1914 y la incorporación de Crimea a Ucrania en 1954 son infinitamente más complejos de como se los presenta en el artículo.
5- La Ucrania actual, formada con retazos de territorios de origen diverso, carece de una verdadera unidad, pues junto a rusos y ucranianos cuenta con minorías polacas, rutenas, húngaras, rumanas, etc.
6- Se debe tener en cuenta que la guerra en Ucrania es sólo un episodio, el más grave pero sólo uno, de la lucha por el control de los territorios segregados de la Rusia histórica al desintegrarse la Unión Soviética.
7- La guerra de Ucrania no puede ser considerada de ningún modo como una maniobra de los gobiernos estadounidense y ruso para distraer la atención de problemas internos en 2022. La guerra comenzó inmediatamente después del golpe de estado denominado Euro-Maidán en 2014. Fue una guerra de baja intensidad y limitada al Donbas. Lo ocurrido desde 2022 es una gran escalada y extensión del conflicto, pero no una nueva guerra.
8- La afirmación de que la OTAN se estaba desintegrando es absolutamente incorrecta. Entre 1999 y 2020 la OTAN, que tenía 16 estados miembros, incorporó a otros 14, todos ellos en la Europa Central y Oriental, además de incluir a Francia en su estructura militar.
9- En este enfrentamiento tienen enorme importancia factores estratégicos y geopolíticos de gran alcance. El territorio más importante en disputa es Crimea. Ver:
https://www.forumlibertas.com/crimea-especulacion-geopolitica-i/
https://www.forumlibertas.com/por-que-crimea-una-especulacion-geopolitica-ii/
10- El peso del nazismo en Ucrania es bastante mayor que el simple nombre de unas calles, etc. En los siguientes vídeos el Regimiento Azov de la Guardia Nacional Ucraniana se presenta a sí mismo. Las imágenes “dicen más que mil palabras”:
https://m.youtube.com/watch?v=Vhw4IdIO6Lg
https://m.youtube.com/watch?v=EKeY3Cmmq50
https://m.youtube.com/watch?v=bXOCKFtXc8U
https://m.youtube.com/watch?v=SbS6_0o7UkI
https://m.youtube.com/watch?v=fNP9k-vMLgs
https://m.youtube.com/watch?v=r9Is9qIKLDA
https://m.youtube.com/watch?v=iLVJ2uPXIAw
11- En relación al campo de concentración de Thalerhof no fue ni mucho menos el primer campo de ese tipo. Hubo precedentes en la guerra de Cuba y, sobre todo, en la de los Boers. Los británicos encerraron en campos de concentración casi exclusivamente a mujeres y niños en condiciones atroces. 26.000 (un 20% de los prisioneros, la misma proporción que en Dachau) perecieron de hambre y enfermedades.
12- El plan de desintegrar a Rusia en una pléyade de estados independientes no es una fantasía de Putin, sino un proyecto que se discute en los EE.UU. bajo la denominación de “descolonización de Rusia”. Ya hace más de 30 años Dick Cheney propuso esta desintegración. Ver:
https://www.csce.gov/international-impact/press-and-media/press-releases/decolonization-russia-be-discussed-upcoming
https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2022/05/russia-putin-colonization-ukraine-chechnya/639428/
https://freenationsrf.org/index.php?route=information/information&information_id=9
Y mientras tanto miles de inocentes son inmolados estérilmente.