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Un principio y una pregunta

«Una empresa privada puede diseñar un proceso de modo que se suponga que todos disponen de un ordenador, de una conexión a la red y de unos conocimientos; si se equivoca, deberá de rectificar porque sus clientes acudirán a otra empresa. Una entidad pública, no». Un artículo de Guillermo Quintás.

/ por Guillermo Quintás /

Hay momentos singulares en la vida de las personas en los que nuestra organización social ha atribuido a la administración el prescribir cómo, dónde y cuándo podemos satisfacer esa necesidad que puede ser fundamental para organizar nuestra vida. En tal situación, solo el conocimiento es un recurso, y las rutinas ya no pueden defendernos. Me refiero, por ejemplo, a la renovación del DNI, a la presentación de una solicitud para recibir una ayuda, a la reclamación de una ayuda solicitada y concedida, pero que no llega, a ser informados sobre posibles ayudas que podríamos solicitar, etcétera. En verdad, este tipo de necesidades goza de una especial presencia en la prensa de nuestros días. Así, basta con abrir un diario y se puede tener noticia en un mismo día de que «miles de valencianos pierden el ingreso mínimo», «más de 172.000 valencianos siguen sin cobrar el bono término de 2022», «la renovación del DNI sigue siendo una pesadilla en España», etcétera. Más aún, los reporteros de una u otra cadena de televisión ponen cara a la imposibilidad de satisfacer una de esas necesidades. Cámara en ristre, acuden a las puertas de una u otra oficina del INEM, de la Seguridad Social. Y lo que nos muestran son hombres y mujeres que te comunican que sencillamente no les reciben porque carecen de número y les es imposible conseguirlo. El negocio es para los espabilados de turno y los locutorios. Total, deben pagar, comprar un número para ser atendidos en una oficina, por ejemplo, de la seguridad Social.

¿Cómo es esto posible? Una vez más se ha olvidado un doble principio. Por una parte, no se antepone el superior interés del individuo a cualquier otra consideración; por otra, no se cree que la razón de ser de la administración sea hacer llegar a los ciudadanos los derechos que la Constitución les reconoce. Si se primara el superior interés del individuo y se reconociera a todos los ciudadanos los mismos derechos, no se instrumentalizarían procesos que se sabe que dejarán fuera del sistema a individuos a los que la sociedad puede haber dado bien poco o casi nada. En muchos casos, una escuela para aprender a leer y las cuatro reglas. La administración puede haber diseñado perfectamente un proceso en nombre de la eficiencia, pero considerando fundamentalmente sus intereses como administración y no los medios y capacidades de los individuos a los que dice servir.

Para quien, como es mi caso, siempre ha creído que su función como funcionario y docente era servir los intereses de sus alumnos y de sus próximos, hacer valer los derechos que la Constitución les reconocía a una enseñanza de calidad, no puedo sino censurar esa forma de proceder. Una empresa privada puede diseñar un proceso de modo que se suponga que todos disponen de un ordenador, de una conexión a la red y de unos conocimientos; si se equivoca, deberá de rectificar porque sus clientes acudirán a otra empresa. Una entidad pública no puede dar todo esto por supuesto cuando es el único recurso al que el ciudadano ha de acudir. Esto es, los que vemos esa entrevista en televisión o leemos la prensa y los que sufren esa situación se van con una misma sensación y una misma pregunta. La sensación es clara: «esto para mí no funciona», «esto no ha sido pensado para mí». La pregunta es de peso: «¿Cómo es posible que mi administración me desconsidere de esta manera y no organice los procesos de modo que los débiles sean ayudados?». Falta de sensibilidad y olvido o renuncia a los principios que dicen servir esos organizadores.


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Guillermo Quintás Alonso (Gradefes, 1944), doctor en filosofía, obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado por la Universitat de València con una tesis dirigida por el Dr. Fernando Montero Moliner. Ha impartido clases de filosofía en enseñanza media y de filosofía moderna en la Universitat de València. En su faceta editorial, ha formado parte del equipo de lectura de prestigiosas editoriales y ha sido director de colecciones como «Leyendo… », «Filosofía. Las propuestas en sus textos» o «Educació. Materials». Autor de numerosos artículos y conferencias integradas en seminarios de distinto signo, siempre ha asociado sus reflexiones a la edición de textos clásicos.

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2 comments on “Un principio y una pregunta

  1. Mi querido Guillermo
    Mil gracias por tu artículo y por desmontar la patraña de la administración actual, otra, relativa al acceso de los usuarios a los servicios. Como ciudadano y como contribuyente me exaspera que la vicepresidenta del gobierno trate de leer la cartilla a la banca ( que se lo merece) sin ver la viga que tiene en su propio ojo.
    Es lamentable que los administradores nos maltraten desoyendo nuestros derechos e imponiéndonos obligaciones absurdas.
    Ante estas actitudes de la administración es preciso que se levanten voces como la tuya y que los electores tomen nota.

  2. Pingback: Decepción y desesperanza – El Cuaderno

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