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Vulnerabilidad y ética del cuidado

«Asumir nuestra vulnerabilidad no es renunciar a la idea de ser humano, de persona, que ha ido solidificándose durante los últimos siglos». Un artículo de Vicent Yusá

/ por Vicent Yusá /

Intuyo que los transhumanistas más radicales odian lo humano, sobre todo por su vulnerabilidad. De ahí que nos anuncien con gran estruendo «la inminente la muerte de la muerte», el fin de nuestra vulnerabilidad más sobresaliente. Y no es que sea rechazable pretender la mejora de nuestras capacidades humanas, paliar las enfermedades o incrementar la calidad de vida en la vejez, pero es evidente que no parece un proyecto apto para humanos tratar de eliminar una de una de las dimensiones que nos caracterizan, la finitud, la contingencia, la limitación. Mientras seamos humanos, no seremos invulnerables. 

La vulnerabilidad natural, biológica, durante nuestra etapa infantil y en la vejez, la vinculada a las enfermedades, a las incapacidades, a las aflicciones diversas que nos sobrevienen, no cierra el círculo de nuestra fragilidad. A esta hay que añadir la vulnerabilidad social, aquella que generan las injusticias, la pobreza, la falta de medios para llevar adelante un proyecto razonable de vida. A ambas se suma una más global, nuestra vulnerabilidad como especie, la que se asocia a las actuales crisis ecológicas marcadas por el cambio climático, la crisis energética o la perdida fulgurante de biodiversidad.

La vulnerabilidad natural nos recuerda que somos animales racionales dependientes, por decirlo con Alasdair MacIntyre. Una dependencia que es indudable durante la infancia y la vejez, etapas vitales en las que necesitamos el apoyo y la protección de otras personas, pero que puede presentarse inadvertidamente en cualquier momento de nuestra existencia al verse afectada por enfermedades físicas o mentales. Esta dependencia nos advierte de que no podemos obviar nuestra dimensión corporal. No solo somos seres que piensan y razonan, seres autónomos y por lo tanto libres. También somos cuerpo, materia, animales. Es imposible prescindir de esa identidad animal y de la dependencia que comporta. Autonomía y dependencia constituyen dos dimensiones de lo humano y por lo tanto cualquier proyecto de vida buena, de felicidad, ha de tenerlas presente.

La conciencia de fragilidad y dependencia comporta poner en valor una ética de los cuidados. No solo somos sujetos racionales capaces de afrontar cualquier fenómeno adverso, somos también seres interdependientes, y por lo tanto necesitados de cuidados, con derecho a ser cuidados, pero también con la obligación de cuidar. En ese sentido, parece insuficiente una concepción de la persona entendida únicamente desde la clásica perspectiva de sujeto económico (Homo economicus), con las características de racionalidad, autonomía y utilidad, que necesariamente deriva en el individualismo. Es preciso añadirle la dimensión de sujeto vulnerable, dependiente, con un cuerpo y unos sentimientos.

Esta relevancia de los cuidados y su consideración como un deber moral no es, como se ha entendido tradicionalmente, una «moral femenina», sino que como bien señala Carol Gilligan «en un contexto patriarcal, el cuidado es una ética femenina; en un contexto democrático, el cuidado es una ética humana». La ética de los cuidados tiene, por lo tanto, dos componentes. El primero derivado del sentimiento de ternura y de identificación ante los males del prójimo, es decir el lado de la compasión. El segundo, el de la justicia, el de la equidad que obliga a que la responsabilidad de los cuidados no recaiga sobre una parte de la humanidad. Pero esta justicia se expande más allá de lo personal a través de la justica social, que comporta un Estado orientado socialmente, con potentes políticas públicas que potencien con suficiente amplitud y eficacia unos servicios universales de cuidados (sanidad, atención a la vejez, protección social, etcétera). La justicia y los cuidados no son antagónicos, son valores complementarios, como nos recuerda Victoria Camps, y es desde este ámbito de la justicia social desde el que debe atenderse básicamente la vulnerabilidad social.

La compasión es una virtud individual que asume nuestra vulnerabilidad, nuestra fragilidad, y, por lo tanto, supone un elemento indispensable en cualquier proyecto de vida buena, de felicidad, del que cada persona pueda dotarse. Por otro lado, una sociedad democrática y plural necesita una moral cívica compartida que sea el punto de encuentro entre los distintos proyectos personales de felicidad. Esa ética cordial de la que habla Adela Cortina, que reúne los mínimos de justicia que las sociedades abiertas y plurales necesitan para garantizar su viabilidad, incorpora el respeto a los derechos humanos de primera y segunda generación, es decir los derechos civiles y políticos, y los económicos y sociales, pero también los de tercera generación como los derivados de la necesidad de protección del medio ambiente o del derecho a una convivencia pacífica entre las naciones. Asimismo, exige el apego a los valores de libertad, igualdad y solidaridad y una voluntad expresa de diálogo como procedimiento para resolver los conflictos y generar las normas. Y es precisamente ese valor, esa virtud de la solidaridad la que nos puede permitir desarrollar un proyecto de vida a pesar de nuestra vulnerabilidad.

Afrontamos con especial urgencia en estas primeras décadas del siglo XXI la tercera de nuestras vulnerabilidades, la vulnerabilidad como especie. Los datos que nos proporciona la ciencia en relación con la crisis climática o la pérdida alarmante de biodiversidad (a la que estamos vinculados como especie animal) y las consecuencias que se derivan de estos datos, comportan la necesidad de reaccionar, de actuar en todos los ámbitos, también desde el campo de la ética. Son necesarios diálogos globales, universales, sobre estos temas que finalicen en consensos sobre la defensa efectiva de la biosfera. Por supuesto, esto incluye acuerdos sobre qué tipo de desarrollo es compatible con los límites del planeta e incorporar una ética de la responsabilidad a todos los planes económicos.

Asumir nuestra vulnerabilidad no es renunciar a la idea de ser humano, de persona, que ha ido solidificándose durante los últimos siglos. Somos seres racionales, autónomos, con dignidad. Pero a la vez de naturaleza animal, frágil, necesitada de cuidados y con el deber de cuidar. Y nuestra dignidad nos diferencia de otros seres no humanos. Además, estas características nos exigen valorar, respetar y proteger a los otros animales, a los demás seres vivos. Compartimos con el resto de la naturaleza la condición de vulnerabilidad, pero somos los únicos conscientes de ello y por tanto responsables de afrontarla mediante los cuidados.


Vicent Yusá es doctor en química, investigador en las áreas de seguridad alimentaria y ambiental, y profesor asociado en la Facultad de Química de la Universidad de Valencia. Ha dirigido los laboratorios de salud publica de la Generalitat Valenciana y ha participado en diferentes proyectos nacionales e internacionales. Tiene un gran número de publicaciones científicas en revistas de alto impacto. Actualmente realiza estudios de filosofía.

2 comments on “Vulnerabilidad y ética del cuidado

  1. Brillante exposición de la que es difícil disentir. No obstante, creo que insistes demasiado en ligar la vulnerabilidad a la naturaleza animal cuando las redes sociales demuestran cada día que la vulnerabilidad de adolescentes y jóvenes está íntimamente afectada por su naturaleza racional. También anotar, como haces en algún punto, que no es evidente que solo infancia y vejez sean edades vulnerables.
    Totalmente de acuerdo con tu desacuerdo con que la ética de los cuidados sea una ética femenina. En este sentido siempre he defendido que lograr la igualdad se haría contagiando a los hombres de esa ética del cuidado que la sociedad machista relegaba a las mujeres.
    En cuanto a la compasión, pues debo confesar que creo más en la justicia que dimana de la igualdad, especialmente si hablamos de las responsabilidades políticas que, al fin y al cabo, se basan en priorizar unos valores fundamentales frente a otros intereses o valores accesorios
    Un fuerte abrazo y gracias por lo que escribes!!!

  2. Vicent Yusà

    Gracias Miguel por tus comentarios. Sin duda la vulnerabilidad tiene otras dimensiones, entre ellas la que comentas de la juventud.
    La Justicia debe predominar en el ámbito público, el de las instituciones; la compasión sería una virtud en el terreno más personal.
    Saludos

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