Un nacionalismo centrípeto y uno centrífugo se enfrentan en una correlación de debilidades que ninguno puede vencer y que ambos se niegan a asumir, dice Joan Santacana Mestre.
«El laberinto de la identidad nos atenaza, porque hemos vivido en él sin saber que era un laberinto, y ahora, sin previo aviso, nos damos cuenta de que caminamos en medio de él dando vueltas y angustiados sin encontrar la salida».