Música y danza

Comparemos mitologías

Selección de canciones de Leonard Cohen que El Cuaderno reúne en un selecto álbum con motivo del primer aniversario de su fallecimiento.

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Reproducimos uno de los textos incluidos en el primer número de El Cuaderno, dedicado a Leonard Cohen con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011. En esta ocasión, la versión digital nos permite incluir todas las canciones citadas, un selecto álbum que ya forma parte de este Flores para Cohen, homenaje que El Cuaderno rinde a Leonard Cohen con motivo del primer aniversario de su fallecimiento.


/ Varios autores /

Spoken word / Mabel Ladyblues

Leonard Cohen lleva a un nivel superior una noche de micrófonos abiertos. Un monje budista y poeta de voz profunda haciendo ¿folk? No me sorprende que le entreguen un premio, que por su forma de escribir —confieso— es más que merecido, lo que me sorprende es que no haya dominado el mundo. Estoy terriblemente agradecida por su existencia, ya que gracias a él existe un estilo musical más aburrido que mi amado blues: el spoken word.

Lo que haya pasado con mis orejas / Sofía Castañón

«¡Tía, quita eso, que me da miedo!» La voz es de tu descerebrada compañera de piso. Aún no has cumplido los veinte y asumes que todo lo nuevo tiene la estética de lo pasado. En el tocadiscos heredado, So long, Marianne gira. Sobre la cama, pilas de libros con humedad. Entre apuntes y proyectos, alguien se sigue gestando, fuera del útero. «Y esto, ¿me seguirá gustando cuando pase el tiempo?», piensas. Tu presente responde Tonight, will be fine. Y ahora, «lo que haya pasado con mis ojos», ha pasado con tu belleza.

Un Mac / Pablo Texón

Un Mac. Un Mac de los primeros, de la prehistoria del Mac. Neso ye no primero que pienso cuando pienso en Leonard Cohen. Yera Navidá y taba la tele puesta nel restaurante de Torres, en Felechosa. Mio padre y mio madre falaben na barra y yo eché un vistazu al programa de la 2 (daquella gastaba de nome l’ordinal y non el cardinal —«la segunda»—) que taben echando nesi momentu. Ellí taba él. Siempre lu imaxino con sombreru, pero sé que namás ye una presunción prexuiciosa. Lo que sí tocaba, lo que sí usaba pa facer unos dibuxos bolañescos, yera un Mac. Un Mac de los primeros, de la prehistoria del Mac.

McCabe and Mrs Miller (and Mr. Cohen) / Fran Gayo

No soy lo que se dice el seguidor más fiel y abnegado de Cohen, me siento incapaz de escuchar obras suyas como I’m your man o Various Positions, básicamente por esos arreglos ochenteros que me impiden entrar en las canciones por mucho que me esfuerce. Pero, ah, ¿quién puede resistirse a sus clásicos de los sesenta y setenta?: hay una cualidad casi corpórea en su sonido, en esos arpegios trepidantes, en el tratamiento de la voz o los coros que me devuelven siempre a la abrumadora obertura de McCabe and Mrs Miller de Robert Altman.

Beautiful Losers / Javier Roma

Me apropié de la habitación sin disputas: era oscura y daba a un cavernoso patio interior. El único mueble era el escritorio del abuelo, una sólida pieza casi de museo mil veces profanada; en unos de sus laterales, lo que Visconti le hace decir al rey loco de Baviera: «Ha comenzado a llover y no parará nunca». Entre latas de Skol, una portátil brother que había estrenado con mi primer poema dadaísta. En el tocadiscos giraba incansable LC: Bird on the Wire, SuzanneSé que jamás volveré a ser tan condenada, irrazonable y hermosamente infeliz.

Al comandante Cohen / Luis Melgar

Leo, me pasa como en Chelsea Hotel #2: no pienso en ti tan a menudo. Pero me rindo cuando me parapeto tras New Skin for the Old Ceremony o Songs of Love and Hate. Qué cabrón, Leo. Intento entender, me esquivas y me desarmas. Me vences porque Suzanne es el paraíso primitivo de la infancia, de los discos de mi padre y un señor sepia en la portada. Por temporadas me refugio en otras voces, no tan ásperas ni sinceras. Un hijo pródigo, lo sabes. Vuelvo cuando te necesito, guiado por tu perdón, y desaparezco. Y me reprochas: ése no es el modo de despedirse.

Who shall I say is calling? / Xandru Fernández

«¿A quién tengo’l placer d’anunciar?», pregunté. El visitante nun respondió. Quedó inmóvil, coles manes ocultes dientro de los bolsos de la gabardina y el rostru escurecíu gracies a la inclinación del borsalino y a la cicatera illuminación de l’antoxana. Yera un calcu de Bogart en Casablanca, sólo que más altu. Nun paecía que tuviera intención de movese nin de dicir nada. Podíemos siguir asina indefinidamente. A mi dábame igual. La eternidá nunca m’impresionó demasiao. Amás, y a fin de cuentes, el Señor nun taba en casa.

Soy tu hombre / Alicia Álvarez (Pauline en la Playa)

Hay pocos que puedan decirlo así, sin ruborizarse y menos aún resistir la intensidad de la frase mientras se comen impasibles un plátano. Y la verdad, una no sabe cómo tomarlo, digo la pose, que no el plátano, porque ante la afirmación «soy tu hombre» y la banana a medio deshojar, la primera conclusión sería sostener que la portada de esta joya musical es una provocación. Sin embargo, ni lo interpreté así entonces, cuando apenas tenía ocho años y el disco vio la luz, ni ahora que lo vuelvo a mirar, porque si algo confirma la portada de I’m Your Man, como lo hace el conjunto de la obra musical de Cohen, es que, a veces, la naturalidad y la sencillez pueden ser más irreverentes y trascendentales que toda la provocación que se pueda escenificar.

So long, Marianne / Chus Fernández

Toco mi pecho y sé / que mi corazón es grande pero sólo / porque es pequeña la mano que lo mide / se acerca ya la hora de cerrar bajar la verja hacer balance / antes se encontrarán la voz última y la luz que vuelve escucho comprendo por qué / fue negra mi plegaria no había / otro dios al que rezarle es cierto / pero no es menos verdad que le he estado pidiendo las cosas equivocadas: la escritura / no debería proporcionar el alivio sino provocar el daño / todo laurel cuestiona sus razones no hay falta que no merezca una canción como siempre quiero ver en esto un principio esta noche en casa te cuento.


 

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