V. S. Naipaul
Neurosis y nihilismo en el corazón de Occidente
/por José de María Romero Barea/
Hay autores orientales a los que Occidente ha concedido libertad y desinhibición, pero no felicidad o significado.
Trata la narrativa del escritor británico de origen trinitense-hindú Vidiadhar Surajprasad Naipaul (Trinidad y Tobago, 1932-Londres, 2018), sobre el placer de sentirse culpable, pero no demasiado; de no estar en casa en ninguna parte, ni siquiera en la propia piel; de disfrutarla, sin embargo, al máximo. Versa su obra sobre el funcionamiento del destino y la relación entre vida y literatura. Cuando el protagonista de Una casa para el señor Biswas (1961) mira hacia atrás, trata de aceptar la intuición de que nada importa demasiado. A pesar de todos sus intentos de autoanálisis, no puede evitar sentirse decepcionado por la inutilidad de todo.
La fascinación del creador consigo mismo, sin embargo, nunca consigue dejar de lado su preocupación como novelista, argumenta el ensayista británico Daniel Johnson (1957) en el artículo-homenaje «La visión de Vidia» (Standpoint Magazine, septiembre de 2018). Al igual que otros autores no occidentales de los últimos cien años, Naipaul lee, adora e imita sistemáticamente nuestra tradición literaria buscando un lenguaje propio. En otras palabras, una voz que sea más que una repetición del modernismo. Seguidor autoconsciente de la narrativa europea, sus ficciones jamás discurren en secuencias cronológicas. Asume que nos abriremos camino a través de los acoplamientos interminables con los que el sujeto trata de llenar los huecos pasados y presentes.
«Naipaul hunde sus raíces culturales en la India, pero sus ambiciones son anglófilas». Combina así exóticas imágenes con nuestra fijación occidental con la subjetividad y la alienación. Las novelas resultantes atrapan lo mejor de ambos mundos: sugieren la hospitalidad de lo extraño, así como la devastación de la falta de tacto. De hacer caso al periodista inglés, el autor de La pérdida de El Dorado (1969) fue siempre un exiliado que escribió sus libros en un idioma distinto al propio. El resultado, un relato autobiográfico que se abre paso a través de los traumas de la persecución y el desarraigo.
Disfruta el extranjero, no obstante, de la libertad de no dejarse atrapar por las circunstancias, mientras se pregunta cómo ha llegado hasta allí. Saborea la incomodidad del recuerdo al tiempo que vuelve la mirada desde la atalaya cosmopolita de un presente incómodo. «Lo que ni siquiera Naipaul pudo haber imaginado», concluye Johnson, «es el mismo proceso de conversión en Europa. La misma “neurosis y nihilismo” son visibles aquí y ahora, en el corazón de Occidente». Enmarcadas en un viaje de nostalgia autodestructiva, yuxtaposiciones de tiempo y lugar, flujo de conciencia, una voz narrativa fragmentada en tediosa conversación consigo misma. Entre la vida anterior y el pasado reciente, una brecha en la que no encajamos.
Algunos libros sobreviven a su traducción: historia, estructura, situaciones y atmósferas logran atravesar el oscurecido velo de las palabras ajenas. En la obra del Premio Nobel de 2001, las ideas jamás son lugares comunes, ni los personajes meras cifras: no los redime el ingenio, la gracia o la auto-burla. Sabe Vidia comunicar profundidades a través de retazos de conversación. Aborda el ensayista de Entre los creyentes (1981), fallecido recientemente, una ficción en forma de autobiografía (o viceversa) que cuenta la historia fragmentada de alguien, tan parecido a nosotros, que huye de un presente postergado, ese futuro prometido al que nunca logramos llegar.
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