La Gioconda del Prado: de cenicienta a princesa
/por Joan Santacana Mestre/
En la guía oficial del Museo del Prado editada en 1981 se dedica un texto muy breve a la Gioconda que allí se exhibe. El texto reza así: «La Gioconda. Copia antigua del famoso original de Leonardo en el Museo del Louvre en París. La critica se muestra indecisa entre si es copia española o nórdica. Presenta numerosas variantes con el cuadro francés; la más notable es la supresión del paisaje, sustituido aquí por un fondo oscuro al gusto flamenco». No había duda: se trataba de una copia, y lo único que se trataba de dilucidar era si se trataba de un autor español o del norte de Europa. La Gioconda del Prado tenia pocos adoradores entre los visitantes de la primera pinacoteca española.
Hoy, el texto que ilustra la Mona Lisa del Prado es distinto y dice lo siguiente:
El estudio técnico y la restauración realizados entre 2011 y 2012 han revelado, sin embargo, que se trata de la copia de la Gioconda más temprana conocida hasta el momento y uno de los testimonios más significativos de los procedimientos del taller de Leonardo. La existencia del paisaje bajo el fondo oscuro se detectó a través de una reflectografía infrarroja y una radiografía. Análisis posteriores permitieron detectar que el repinte era posterior a 1750 y que debajo se conservaba el paisaje original en buen estado, aunque inacabado en algunas zonas, lo que pudo ser la causa de su enmascaramiento […] Los materiales utilizados son de gran calidad y su factura es muy cuidada, a pesar de la inferior calidad respecto al original […] Todos estos elementos apuntan a un miembro del taller de Leonardo, próximo a Salai o a Francesco Melzi, los alumnos más cercanos al maestro y que tenían acceso directo a sus dibujos de paisaje.
Como puede verse, la versión actual es muy distinta de la de antaño. Antes, el cuadro era una copia de no se sabe quién; ahora ya es una obra salida del taller de Leonardo. ¿Qué ha ocurrido? Simplemente que ahora se ha empezado a estudiar aplicándole técnicas modernas. Pero hay detalles que no encajan totalmente con la nueva versión. En la Gioconda parisina, los materiales utilizados, desde el soporte hasta los pigmentos, son de una calidad mediocre, mientras que en la copia de Madrid, el soporte y los pigmentos son materiales de primera calidad. En los talleres de los maestros pintores renacentistas era normal hacer más de una copia de un cuadro, pero lo que no hubiera sido normal es que el maestro trabajara con materiales mediocres y los ayudantes lo hicieran con materiales nobles tales como el lapislázuli, la laca roja o el soporte de madera de nogal, la mejor calidad de madera del mercado de entonces.
Desbancar a la Gioconda del Louvre no es ciertamente una tarea fácil y los excelentes conservadores de nuestra pinacoteca han sido muy prudentes: no van a enfrentarse con una tradición historiográfica de casi medio milenio. Pero a veces algunas evidencias o contradicciones nos obligan a repensar nuestros argumentos. De momento, el único que se ha atrevido a iniciar este debate en un brillante opúsculo es José Fernando González Romero, un profesor de secundaria con varias monografías a sus espaldas sobre patrimonios arquitectónicos que ha tenido el atrevimiento de enfrentarse al misterio. No: no les desvelaré lo que en su pequeño libro va desgranando como en un relato novelesco, pero riguroso y documentado, en el que plantea cómo la obra madrileña, a la que llama la Cenicienta, acaba haciendo sombra a la Princesa del Louvre. Sabido es que Leonardo fue un artista que dibujó mucho, pero en realidad pintó muy pocos cuadros, o como mínimo, muy pocos han sobrevivido; apenas una quincena de ellos.
Cuando era ya muy anciano, en su retiro del castillo llamado Ambrosia, en Francia, un 10 de octubre de 1517, recibió la visita del cardenal Luigi d’ Aragona. El secretario del prelado, Antonio de Beatis, nos explica que «es un anciano de más de setenta años» (en realidad tenia setenta y cinco), añadiendo que Leonardo les mostró tres pinturas muy queridas por él, que eran «la de una dama florentina», la de un san Juan Bautista y una que representaba a santa Ana, «todos perfectísimos». ¡La dama florentina, naturalmente era la Gioconda! Es decir: de toda su obra, el viejo Leonardo amaba especialmente tres cuadros y uno de ellos es el que estamos comentando.
La obra, pues, inició su mitificación desde buen comienzo; y por ello, no es la primera vez que la mitificación de las obras de arte impide o dificulta un análisis sereno y objetivo. Cuando una obra está mitificada, resulta difícil bajarla del pedestal y, al contrario, a las Cenicientas les cuesta mucho transformarse en princesas, pero a veces, ¡ocurre!
El final de un mito: la Gioconda del Museo del Prado
José Fernando González Romero
Trea, 2019
84 páginas
15€
Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
Conozco las dos y para mí la auténtica, la de Leonardo, es la del Prado. Excelente artículo.