El imaginario distópico de Uf: entre sátira social y ciencia ficción
/una reseña de Rossella Michienzi (Università della Calabria)/
Una escritura reflexiva donde las palabras evocan imágenes y las imágenes sugieren realidades a veces irreales, aunque siempre sorprendentes. La pluma del escritor viaja a través de las páginas sin interrupciones y —pasando de un lugar a otro sin perplejidades— dibuja a sus personajes que, dentro del itinerario delineado, experimentan temas eternamente universales: la soledad, el dolor, el deseo de compañía, el respeto, el sexo y la lucha por la supervivencia.
La poética de Barea sigue planteando un constante dualismo entre el devenir y el estatismo, la identidad y la alteridad, la vida y la muerte; las palabras que construyen estas páginas encuentran sus fuerzas y debilidades en la constante contraposición (ir)realista entre visiones utópicas y distópicas de una sociedad post-moderna que, pretendiendo prosperidad, lleva sistemáticamente a sus ciudadanos (seres humanos reales y no héroes convencionales) hacia los umbrales del sufrimiento, de la confusión, del colapso moral y del miedo.
La obra —con su aparente anacronismo— se edifica sobre inesperados cambios de perspectiva e incesantes mezclas entre elementos reales y ficticios. Por medio de improbables metáforas Uf gira en torno a la idea de totalitarismo en un mundo futurista donde la combinación de ciencia y placer no constituyen una sociedad moderna, sino una sociedad feudal: un sistema de castas preordenado en el cual, por un lado, los seres humanos inteligentes ocupan las posiciones más altas y, por el otro, los seres genéticamente programados para llevar a cabo trabajos más humildes ocupan las posiciones inferiores. Uf es una ciudad representativa de un mundo donde puede existir sólo un tipo de felicidad: aquella inducida por las drogas y vehiculada por sistemas coercitivos que producen constantemente lavados de cerebro.
Desde las primeras páginas, se aprecia un estilo que oscila entre exasperantes monólogos, joyceanos flujos de conciencia, reflexiones casi surrealistas y descripciones que fluyen rápidamente ante los ojos de quien lee las palabras aparentemente desordenadas y que, sin embrago, siguen un esquema de trabajo bien estructurado y escrupulosamente meditado.
La intertextualidad de la novela es palpable. De hecho, una y otra vez, el autor remite no sólo a sus creaciones anteriores (Eric, Poli, Mitze o Katze) sino también a grandes obras de la literatura clásica y contemporánea. Con admirable maestría, Barea construye una novela distópica heredera de la de Orwell, 1984, y establece vínculos directos e inequivocables con el «maravilloso nuevo mundo» descrito por Aldous Huxley en Brave New World cuyo título, a su vez, encuentra su origen en el drama shakesperiano The tempest.
La prosa polifónica de la novela conduce a una ciudad de hobbesiana memoria, donde «el hombre es un lobo para el hombre» y los protagonistas (Ah, Sh, So y Zas) intentan luchar contra el aburrimiento provocado por el capitalismo de consumo en complejos de ocio, parques empresariales y centros comerciales, es decir, representaciones inquietantes de una sociedad altamente tecnológica, que utiliza todos los medios posibles para condicionar y controlar a sus ciudadanos.
Esto provoca una peligrosa pérdida de identidad en una sociedad caracterizada por los que Augé definiría no-lugares: espacios de anonimato en los que las cámaras de seguridad actúan como si fueran un ojo omnipresente, que lo ve y lo controla todo, induciendo en el consumidor un autocontrol casi absoluto. Como diría Foucault, el resultado son cuerpos débiles, víctimas de modernos modelos panópticos.
Por medio de una «ordenada documentación del caos», el autor construye el progresivo desplegarse de un marco (a)moral que favorece la violación, el abuso, el asesinato ocasional y que convierte la ciudad en incubadora de delincuencia y de asfixiantes comportamientos antisociales, en un receptáculo privilegiado de realidades alienantes, de culturas deshumanizadas por culpa de la tecnología, del erotismo y del capitalismo.
Aunque la narración resuelve muchos de los interrogativos que suscita, otros quedan sin respuesta. Nada es lo que parece y cada enunciado sugiere la existencia de significados escondidos en los espacios blancos que yacen, supuestamente inmóviles, entre los segmentos negros de las palabras. La obra no cuenta historias, despierta visiones y, con su estilo hermético e ininteligible, lleva al lector a una profunda sensación de incertidumbre. Una novela filosófica que, con sus imaginarios apocalípticos, se mueve entre sátira social y ciencia ficción.
Uf
José de María Romero Barea
Seurat, septiembre de 2019
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