Entrevistas

Entrevista a Alberto Caride

José Luis Zerón Huguet entrevista al poeta, periodista y emprendedor cultural murciano, que acaba de publicar 'La rama nunca se desgaja limpiamente del leño'.

Alberto Caride: «Me considero una persona serena y en mis versos también creo que eso se ve reflejado»

/una entrevista de José Luis Zerón Huguet; fotos de Borja Fernández/

Conocí a Alberto Caride en febrero de 2012, cuando él me invitó a recitar en el célebre ciclo de los lunes literarios que se celebraron durante muchos años en el desaparecido Café Zalacaín de Murcia y en la actualidad continúan en el mítico Café Sur de la capital murciana. Guardo un recuerdo inolvidable de aquella noche en el café Zalacaín y de la buena acogida que me dispensó Alberto, coordinador del ciclo.

Alberto Caride (Alcantarilla, 1982) compagina su labor de periodista en la agencia Europa Press con el de editor, y además cumple una reconocida actividad como emprendedor cultural. Ha publicado el libro el viaje En el que te conocí (2009) y los poemarios Narciso despeinado (2012), Ciudades, jirón (2014), y sus poemas se publicaron en la antología Composición de lugar (2016). Se formó en Catania y en París, donde participó en un encuentro de escritores jóvenes. Es miembro de la asociación literaria Colectivo Iletrados.

La rama nunca se desgaja limpia del leño se titula su nuevo poemario, publicado este año por la editorial murciana Raspabook y encabezado por un prólogo excelente del prestigioso poeta Antonio Praena. «Un poema prólogo», tres movimientos («floración a deshora», «virus de la tristeza» y «La poda de emergencia») y un «Falso epílogo» constituyen este libro de poemas en el que cohabitan, la emoción y el pensamiento, la evocación y el momento presente, el quebranto y la celebración, el viaje interior y la aventura exterior, la desconfianza en el lenguaje heredado y la creencia en la palabra poética y sus analogías. En suma, un poemario que transmite, a través de un discurso envolvente, una ebriedad serena sin efusiones ni furores, ya que, como el mismo autor afirma en el «poema prólogo», él procede «de un linaje de mujeres que cabalgaron/ el rayo hasta volverlo dócil montura»…

Permíteme que empiece con una pregunta que cierto estoy de que no es la primera vez que la escuchas. Me refiero al título de tu nuevo libro, un verso hermoso que aparece en varios poemas del mismo. ¿Por qué has elegido un título general tan extenso y difícil de memorizar?

En realidad no he sido yo el que ha elegido el título: fue él el que vino a mí en forma de primer verso del poemario y dio origen a todo un libro. Y me gustó que así fuera, porque esa imagen, la de una rama que se desgaja llevándose parte del tronco con ella o ese tronco quedándose con parte de esa rama, ha sido el espejo en el que me vi reflejado y también la columna vertebral de este poemario.

Me llama la atención la estructura compacta del libro. Dice Antonio Praena en el prólogo que La rama nunca se desgaja limpia del leño «traza un círculo perfecto precisamente porque no se cierra sobre sí mismo, sino sobre un plano superior. Entre el hecho de ser hijo —en clave biológica personal y literaria— y el hecho der padre —de más vida, de un ser humano y de un libro— se dibuja una espiral de significación que nos empuja hacia adelante». Estoy completamente de acuerdo. De hecho, en el «Poema prólogo» que abre el libro hablas de tu nacimiento a la vida y de tu condición de hijo, y en el último poema que lo cierra, el hermoso poema divido en dos partes titulado «Falso epílogo», reflexionas acerca de paternidad.

En todos mis poemarios hay un poema prólogo. Me gusta contar con las palabras de un amigo o un poeta que ofrezca su visión personal sobre mis versos, pero también me gusta ofrecer al lector las mías propias en forma de poema. En este poemario, además, ese poema-prólogo es un homenaje a la mujer y, en concreto, un homenaje a las mujeres fuertes de mi familia (mi abuela, mi madre, mis hermanas) que también me han hecho ser como soy.

Quiero destacar la trasparencia y limpieza de los poemas que conforman tu nuevo poemario. Los versos fluyen de manera serena, reflexiva, sin estridencias ni sobresaltos. Pero la capacidad de reflexión nunca está por encima de la sabiduría lírica. En mi opinión, transmites una belleza armónica, sobre todo a través de imágenes originales pero no forzadas que producen extrañamiento, y merced a tu habilidad para captar el matiz de lo imperceptible y lo ínfimo.

Me considero una persona serena y en mis versos también creo que eso se ve reflejado. La rama nunca se desgaja limpia del leño no es más que una reflexión serena sobre lo pasado; sobre ese pasado que a veces marca un punto de inflexión en la vida. En mi caso, la sensación de desubicación, soledad, destierro, aparece constantemente, pero quizá de esa forma serena de la que hablas, porque se trata de un exilio elegido, una soledad elegida, un cambio que, aunque doloroso, es elegido.

Hay mucha nostalgia en La rama nunca se desgaja limpia del leño. La filósofa Adela Cortina nos advierte de los efectos adversos de la nostalgia al considerar que se trata de un sentimiento reaccionario. Pero, en mi opinión, la nostalgia que transmiten tus versos no es paralizante ni autocomplaciente, y sí activa y vigorosa en cuanto te obliga a reflexionar sobre tu vida presente y acerca del devenir. De hecho, Antonio Praena escribe en el prólogo que el estilo de tu libro es «épico y nostálgico».

Creo que mis versos siempre han tenido ese sabor nostálgico, ese tono en ciertos momentos melancólicos, pero en mi caso, esa sensación siempre ha sido positiva. Miro hacia atrás, a cualquier atrás, con la media sonrisa de haber vivido. Pero sin defender  nunca que cualquier pasado fue mejor, porque para mí el pasado y el presente son espacios temporales que no existen; vivo y amo el presente.

Bajo mi punto de vista, también hay en tus poemas una acertada mixtura del himno y la elegía y una imbricación de la vida en la muerte, y viceversa. Eso lo veo sobre todo en el poema XV.

No pienso demasiado en la muerte, tampoco esquivo esa realidad cuando aparece en mis versos. Pienso en qué hacer para que la vida siga teniendo sentido, en cómo  sentirme pleno, en cómo lo sencillo es lo que dan sentido a lo complejo. Pero la muerte no tiene un poder paralizante en mí; el único vértigo que siento es por mi condición de padre: me gustaría postergar ese momento para seguir viviendo, y seguir viviendo con él es aventura que es la vida.

Destaco igualmente la presencia de elementos simbólicos especialmente relacionados con la combustión y la ceniza, como fogonazos de luz en lo calcinado. El poema XX es un ejemplo palmario de lo que digo. Asimismo, hay alusiones continuas a términos relacionados con la jardinería y el mundo agrícola o forestal. Esto es fácilmente comprobable leyendo solamente los títulos que has elegido.

La ceniza impregna todo el poemario. Es la imagen de lo destruido, pero también el recuerdo de lo que fue potencia del deseo. Esa dualidad está presente en el tono, en las imágenes e incluso en la forma. Nuestros cuerpos serán al final polvo de algún camino y, de alguna manera, la combustión de estos versos, dan lugar a la ceniza resultante de lo que fue una parte muy importante de mi vida.

Junto a la presencia de lo telúrico o de lo más enraizado a la tierra hay también una preocupación por lo cósmico. En el poema IX hablas de la superluna, y en el número XXIII de un cometa, encabezándolo con una inmejorable cita de la canción «El incendio» del grupo de rock alternativo Sidonie. Por tanto, diría que en tu nuevo libro hay una visión vertical y horizontal. Hay, sobre todo, una mirada entre lo vital y lo sensorial que penetra en lo insignificante y en lo grandioso, y abarca lo cercano y lo lejano. 

Soy una persona espiritual y trascendente, creo firmemente en la trascendencia de algunas decisiones, de algunas vivencias, de algunas personas y momentos que restan siempre en la memoria con el paso del tiempo. Pero no soy una persona religiosa. La imagen cósmica de alguno de esos versos, aluden a la belleza de lo efímero, a la necesidad de encontrar esa trascendencia en el día a día.

Entre los poetas que has elegido para que escolten algunos de tus poemas (por cierto todas la citas me parecen muy apropiadas) hay dos, José Hierro y Claudio Rodríguez, que eran reconocidos paseantes. Hay en muchos de tus poemas un ritmo como de marcha, de caminata, ¿acostumbras a elaborar los poemas mientras caminas o eres un poeta sedentario?

No soy ni una persona ni un poeta sedentario. La mayoría de mis versos aluden al viaje, al camino, al mundo natural, al continuo movimiento de los elementos. Es posible que cuando empecé a escribir fuera mucho más urbano, pero con el tiempo he abandonado en mi poesía la ciudad para refugiarme en el abrigo de la naturaleza.

Hay en el libro un poema homenaje a tu amigo y prologuista, Antonio Praena. El primer verso dice así: «Yo he querido ser Praena muchas veces…» parafraseándote, yo quisiera ser Alberto Caride para escribir un homenaje tan sentido y profundo como sencillo y natural.

Cuando todo se desvanece, vienen a la mente imágenes o personas que precisamente dan paz. Desde que conocí a Antonio Praena hace ya algunos años, hemos compartido confidencias y vida a pesar de la distancia. Antonio siempre me da paz y serenidad, y cuando todo ardía, su imagen vino con fuerza y quedó grabada para siempre en forma de poema. Además, lo admiro muchísimo como poeta.

También hay poema muy breve, de una belleza humilde y sincera, dedicado a la muerte de Leonard Cohen. Esto mismo y el empleo de unos versos de Sidonie me lleva a pensar que la música es muy importante en tu vida, ¿me equivoco?

Leonard Cohen, José Hierro, Joan Margarit, Sidonie, Extremoduro… Siempre la música y la literatura es protagonista en mis tres poemarios. En La rama nunca se desgaja limpia del leño ellos se colaron inevitablemente. Leonard Cohen falleció mientras escribía este poemario, Sidonie sacó un single que precisamente se llamaba El incendio, me fugué con la obra completa de Margarit a seguir escribiendo en mitad de la naturaleza, y Extremoduro es el único grupo que me ha acompañado siempre a lo largo de mi vida.

Me llama la atención que tu obra poética sea más bien escasa ahora que abundan los poetas que buscan notoriedad a toda costa publicando sin parar. Cómo concibes un poemario?

Hay escritores que escribieron uno o dos poemarios y se erigieron en faros para el resto del mundo. Yo he escrito tres y quizá, dos eran los más fundamentales. No considero que sea escasa. Solo escribo cuando lo necesito y la mayoría de los poemas no ven la luz. Nunca los tiro, porque son parte de mí, pero en mis poemarios aparecen solo una parte de ellos.

Actualmente hay una nueva polémica en el mundillo literario. Se trata del fenómeno de los poetas de las redes sociales que han colonizado las prestigiosas editoriales de  poesía y están obteniendo éxitos de venta y de público. Por otra parte, dicen los que saben de estadísticas que ahora hay más poetas que lectores de poesía, Como activista cultural y conocedor de numerosos poetas y poéticas, ¿cuál es tu opinión?

Yo no tengo ninguna polémica con ningún movimiento que despierte en alguien la pasión de leer, si consigue que alguien que nunca hubiera leído lo haga, bendito sea. Otra cosa es que a mí, como lector, no me interese. Los poetas de las redes sociales, utilizando tu término, pueden no ser poetas, la mayoría de ellos no lo son, pero están consiguiendo que jóvenes que nunca se hubieran acercado al libro lo hagan. ¿Quién te dice que alguno de esos jóvenes que leen esos versos ligeros no vaya acabar leyendo a Cavafis?

Y una última pregunta: ¿cuáles son tus proyectos literarios más inmediatos?

Siempre estoy participando u organizando proyectos o acciones que tienen que ver con la literatura. En concreto, hay cosas que nunca cambian: como el ciclo de los lunes literarios mi participación en la asociación Colectivo Iletrados o los talleres en los que participo. Pero hay algo que voy a emprender y que me hace especial ilusión, y es un proyecto de creación poético-artística en el que estoy trabajando junto a dos grandes artistas plásticos, Sofía Tornero y Petrus Borgia. No te puedo contar nada, pero verá la luz en unos meses.


José Luis Zerón Huguet, nacido en Orihuela el 28 de octubre de 1965, fue cofundador y codirector de la revista de creación Empireuma y desarrolla una actividad cultural diversa. Su producción poética editada consta de dos plaquetas (Anúteba, conjunto de poemas suyos y de Ada Soriano [Empireuma, 1987], y Alimentando lluvias [Pliegos de Poesía del Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1997]) y los libros Solumbre (Empireuma, Orihuela 1993) , Frondas (Ayuntamiento de Piedrabuena y Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, Ciudad Real, 1999), El vuelo en la jaula (Cátedra Arzobispo Loazes, Universidad de Alicante, 2004), Ante el umbral (Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante 2009), Las llamas de los suburbios (Fundación Cultural Miguel Hernández, Orihuela 2010), Sin lugar seguro (Germanía, Alzira, 2013), De exilio y moradas (Polibea, Madrid, 2016), Perplejidades y certezas (Ars poética, Oviedo, 2017) y Espacio transitorio (Huerga & Fierro, Madrid, 2018). Ha sido incluido en varias antologías y colabora con ensayos, artículos, cuentos y poemas en numerosas revistas nacionales e internacionales. Ha obtenido varios galardones literarios. El vuelo en la jaula fue seleccionado para el Premio Nacional de la Crítica del año 2004 por los miembros de la Asociación Española de Críticos Literarios y los componentes del jurado. En mayo de 2006 viajó a Rumanía invitado por el Ministerio de Cultura español y el instituto Cervantes de Bucarest, donde participó, como director de la revista Empireuma, en un encuentro de revistas literarias españolas y rumanas en el Centro Cultural de Bucarest y en la Universidad Esteban el Grande de Suceava.

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