Interferencia o lo que se mete en una acción, aunque también aquello que no termina de entrar ni en la escritura
(A propósito de un poema de Maurizio Medo de su libro Las interferencias)
/por Francisco Layna Ranz/
El poema:
A Lola Nieto
Pretendía escribir sobre drones submarinos.
Medir la ausencia en un país que no supo
drenar el pasado de acuerdo con el tiempo
transcurrido en el vinilo de Los mejores
boleros esquimales que nunca escucharemos.
Pero me aburre registrar experiencias y luego
morir bajo la ley de un firmamento que será
menos amistoso de lo que era.
A mí me gusta que los asuntos aparezcan como
un disparo contra el horizonte. Que sus circunstancias
resten importancia a la coyuntura política de
las primeras planas. Y que sean permeables de ser reciclados
las veces suficientes para que la Tierra
pueda advertir su color inhumano
y deje de dar vueltas con el eje roto
por dar otra vez el giro.
Hoy los asuntos aparecen. Sin un eco.
O los censo transformando sus guarismos en conejos.
O huyo de ellos en medio de una frase dirigida
a un año cualquiera.
Digamos 1983.
Pero fallo ante los obstáculos del cálculo.
No soy Marty McFly en el vehículo del filme
donde Mark Campbell canta go Johnny.
Eso fue en 1985.
Yo estoy perdido.
Aunque Blinkx me ofrezca los datos necesarios
para reconstruir mi biografía. Darle la vuelta y
justificar cierto ruido religioso en medio
de la euforia colectiva.
Lo que yo busco es abolir el epílogo.
Tan definitivo como un invierno danés.
Y que los asuntos aparezcan dimanando el orden
que pudo haberse concebido «entre lo que es
y lo que no» —dijo Menipo a Eurídice
en la oscuridad del Hades.
Fue en un poema de Jack Spicer.
No en el Hades.
Su lenguaje azumbra imprevisible.
Orfeo reencuentra la lira.
Y parece un poeta andaluz.
Que sean capaces de arruinar el tejido emocional
de parvos rimados. Como la música del rocío
sobre los pétalos de la flor de Kadupul.
La cual fascina incluso a mi insufrible doppelgänger.
Pero 20 años más joven. Y así advertirle sobre
la paradoja de tener que abandonar la escritura en
medio de las ideas que pudo haber recogido.
Los asuntos aumentan con la radiación ultravioleta.
Y me descubro confesando «no me interesan».
Están fuera de los folios de mi infierno personal.
Y no tengo el trabajo terminado.
Cervantes empieza La Gitanilla diciendo: «Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para…». Ese parece es determinante. Desde Erasmo, el verbo parecer, uno de esos verbos que a menudo no tienen significado, sustituye a todo el campo semántico relativo a lo verdadero. En el año 2017 Lola Nieto te pide un poema para el monográfico de la revista Kokoro dedicado a «Buscar». Sé, tú me lo has dicho Maurizio, que no te gusta escribir al dictado o por encargo… Ese poema, que luego incluirás en la última sección de Las interferencias, es la historia del proceso, el registro de un encargo que no llega a llevarse a cabo. También en este sentido se respira un cierto aire cervantino. En el prólogo de 1605, Cervantes nos dice que no piensa escribir un prólogo. Esto es muy habitual en él: convertir la ausencia en la presencia. Esto mismo es lo que podemos leer en tu poema, o al menos lo que yo quiero leer.
Empiezas con un buen disparo a modo de oxímoron, muy clásico: Dices: «Pretendía escribir sobre drones submarinos». Claro, ese imperfecto de pretender ya indica la naturaleza de lo inacabado que cubrirá todas las líneas. Y de inmediato el juego pluralizado: «drones submarinos». Sabemos que el dron es una aeronave sin tripulación. Es lo mismo que contemplar lo cercano desde una absoluta y radical lejanía, y a ser posible sin ojos. Las palabras, las tuyas y las mías, tienen que ayudar para que se dé cierto acuerdo, al menos acuerdo entendido como lugar afín, o medianamente.
Lo siguiente que se pretendía desde un principio es medir la ausencia. La mensurabilidad de lo que no existe. Seguimos en la misma tesitura de lo inconcluso. Esta ausencia sucede en un país, uno que «no supo drenar el pasado». Es decir, limpiar o asegurar la salida de los líquidos de una herida. Es importante, sin duda, la dimensión política, pero es la referencia a lo sucedido lo que aquí marca el rumbo, y lo que a mí me interesa. Lo irrecuperable en este poema va de la mano de aquello que nunca va a suceder. Pasado y futuro son hipótesis…
Dices: «Pero me aburre registrar experiencias». El registro o libro, a manera de índice, donde se apuntan noticias o datos. El aburrimiento que causa constatar lo que ha sucedido. ¿Primera renuncia a lo personal? ¿Qué relación guarda el poema con el yo? ¿Siempre la poesía gira en torno a un egotismo con ningún alcance a excepción de la experiencia personal y de lo próximo conocido? Te aburre, Maurizio, la enumeración de los sucesos porque luego hay que morir bajo la ley del firmamento… «¿Nascer para morir?», se preguntaba Mateo Alemán. ¿Escribir para qué y para quién?, te pregunto yo ahora. ¿Te reconoces en esta última pregunta?
Te gusta que el suceso sea repentino, que aparezca como un «disparo contra el horizonte». De acuerdo, estamos en los dominios de los accidentes, es decir, lo que cae hacia uno por casualidad y porque se es por obligación participio presente. También te gusta, Maurizio, que la circunstancia reste valor a la urgencia, lo que se reseña como lo últimísimo de lo actual («las primeras plamas»). Son dos palabras que me imponen cierto rechazo: horizonte por su excesivo componente poético. Y circunstancia por el precio social que se suele otorgar a la inmediación y a su momento. Son prejuicios y manías de mi antipática y prejuiciada circunstancia. Aunque en tu poema se trata de disparar contra el horizonte. Esto lo cambia todo: porque consiste en abrir fuego contra el oeste o el norte, contra las antípodas o el meridiano de Greenwich… Y la circunstancia es, según lo que dices, el origen de cualquier proceso de reciclado. Humus, compost y abono en vez de historia… La historia no participa en el movimiento giratorio de la Tierra.
Hoy los asuntos aparecen. Sin un eco.
O los censo transformando sus guarismos en conejos.
O huyo de ellos en medio de una frase dirigida
a un año cualquiera
Digamos 1983.
Si lo que sucede no tiene eco, querrá esto decir que no hay ni hubo sonido alguno. Y si antes te aburrían los registros de lo que se vive (¿memoria? ¿También compost y abono en vez de memoria?), ahora, por el contrario, su exactitud la conviertes en un clásico truco de prestidigitador: convertir la cifra en conejo. ¡Aplausos del respetable! (¿deberíamos recordar que cifra es un hebraísmo que significa al mismo tiempo número y letra?).
Y 1983. Un año. Una referencia. Un dato cronológico ante el que solo cabe el error: «pero fallo ante los obstáculos del cálculo», escribes. ¿Cuál es esa equivocación. ¿Cuál el desacierto? El algoritmo busca la solución de un problema. El poema busca que la solución sea el problema.
En 1985, dos años después, Marty McFly viaja a 1955, año en que sus padres se conocieron. Back to the future, la película de Robert Zemeckis. Esa es tu referencia cinematográfica para reconocer que estás perdido, aunque Blinkx, buscador con más de siete millones de vídeo, «te ofrezca los datos necesarios para reconstruir tu biografía». La circunstancia podría perfectamente ser Lima 1965… ¿Podría perfectamente?
Lo que yo busco es abolir el epílogo.
Tan definitivo como un invierno danés.
Y que los asuntos aparezcan dimanando el orden
que pudo haberse concebido «entre lo que es
y lo que no» —dijo Menipo a Eurídice
en la oscuridad del Hades.
Fue en un poema de Jack Spicer
Nunca Menipo y Eurídice se encontraron en el infierno. Lo que no sucedió. De igual manera que el poema sucede en lo no sucedido, sobre todo en lo que nunca va a suceder. Así también ocurre con lo atañedero a uno, la especificidad. Es por completo cierto que Spicer escribió sobre Orfeo y Eurídice. Es igualmente cierto que Medo escribe sobre este encuentro, y yo lo leo y ahora escribo sobre esa reunión inexistente. Es decir, entre lo que es y lo que no es, un gap que es recurso verbal, anuncio de consecuencia, últimas palabras y quién sabe si tal vez promesa de que algo suceda…
Aquí la coincidencia provoca que Erasmo use a Menipo de Gadara como personaje o que Velázquez lo retrate volviendo el rostro hacia el espectador con clara expresión de burla.
La abolición de lo ulterior. El punto final y la rúbrica que concluye. Dices que eso es lo que buscas, «abolir el epílogo». Tal vez en un desmesurado intento por eliminar todo lo que sea definitivo. Una resistencia a esa lapidaria afirmación de que no hay vuelta de hoja. Lo que es y lo que no. Lo que pudo ser y lo que no pudo. Por eso Marty McFly regresa al año en que sus padres se conocieron.
Suelo comentar en clase que no es frecuente pero a veces se alcanza un momento de tensión, y cuando esto se evidencia el volantazo, el golpe de timón se impone como necesidad, si bien es difícil no caer en un excesivo destensar las cuerdas. Aquí, Maurizio, de repente te vuelves culteranista y usuario de un léxico arcaico y desusado: «su lenguaje azumbra imprevisible». Azumbrar, evaluar, medir por azumbres… Y sí, tal y como sugieres, te asemejas a poeta andaluz, de lira y parvos rimados: «como la música del rocío/ sobre los pétalos de la flor de Kadupul…». ¡Buena y rebuena va la apuesta! Se trata, me he informado, de la flor más cara del mundo, de valor incalculable porque nace a media noche y muere de madrugada… ¿Dónde encuentras estas portentosas referencias? Quieres regresar al pasado, seguramente la infancia, quieres abolir las palabras últimas, pero recurres a la más excelsa manifestación de lo efímero.
Es una flor que…
Fascina incluso a mi insufrible doppelgänger.
Pero 20 años más joven. Y así advertirle sobre
la paradoja de tener que abandonar la escritura en
medio de las ideas que pudo haber recogido.
Es un doppelgänger que ahora irrumpe y recibirá mayor desarrollo en el poema siguiente, el 55. Es un doble que también regresa, veinte años atrás, pero con la salvedad de que ahora, en el presente de la escritura de Medo, sirve a modo de advertencia de lo que se pretendía desde un principio: dejar en claro que la escritura es un abandono, una insuficiencia, un intento que no alcanza otra categoría salvo lo que se pretende. Y aquellas ideas que formarían parte integral del efecto del poema quedan en agua de borrajas, o dicho de otro modo menos coloquial: no hay desenlace porque nunca hubo nudo. Intención, pensamiento y mensaje quedan desvirtuados y en un tintero lleno de lo que jamás se escribe plenamente.
Los asuntos aumentan con la radiación ultravioleta.
Y me descubro confesando «no me interesan».
Están fuera de los folios de mi infierno personal.
Y no tengo el trabajo terminado.
¡Qué eficaz manera de ir cerrando carpetas! Dicha luz de onda, la radiación ultravioleta, es invisible al ojo humano al estar por encima del aspecto visible. Todo esto para decir que lo que se pretendía desde un inicio, aquel encargo de Lola Nieto, quedó en un intento y que es hora de decirlo, escribirlo y cerrar con el tintero lleno.
PD: Maurizio ¿te parece bien si sustituimos epílogo por potsdata?
Francisco Layna Ranz (Madrid, 1958) es profesor en varias universidades norteamericanas desde hace más de veinte años. Tiene una dilatada experiencia en la crítica académica, tres libros sobre literatura medieval, del Siglo de Oro y de Cervantes y decenas de artículos publicados en España, Alemania, Francia, México, Estados Unidos, Inglaterra… Codirige la revista eHumanista/Cervantes de la Universidad de California. Dirige la editorial de poesía Ay del Seis. Tiene tres libros de poesía: Y una sospecha, como un dedo (2016), Espíritu, hueso animal (2017) y Tierra impar (2018).
0 comments on “Interferencia o lo que se mete en una acción, aunque también aquello que no termina de entrar ni en la escritura”