Poéticas

‘Anarquismos’ y ‘Daniel Faria’, de Pablo Fidalgo Lareo

Carlos Alcorta reseña sendos poemarios de los que el primero es un poema río, un retrato de grupo donde la ausencia, el silencio, los temores y los sueños van arrastrándolo todo y en el camino quedan las utopías y los proyectos comunes; y el segundo, un diálogo, una carta, una conversación intensa y emocionada con el poeta y monje portugués Daniel Faria.

Anarquismos y Daniel Faria, de Pablo Fidalgo Lareo

/una reseña de Carlos Alcorta/

Pablo Fidalgo Lareo

No resulta fácil, a la hora de comentar la obra de Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984) deslindar la actividad teatral del trabajo exclusivamente poético (abundan antecedentes de autores que compartieron ambos géneros, como Lorca o Alberti, por ejemplo, pero también los hay recientes, como el asturiano Néstor Villazón, de quien hablaremos próximamente en estas páginas) porque sus textos, aunque en el formato del libro se presenten desnudos, sin el andamiaje que un texto precisa para ser representado, mantienen un elevado tono poético y, en esencia, no difieren mucho de los poemas propiamente dichos. Quizá la diferencia estribe en la utilización de algunos recursos estructurales como la organización del texto —muy cercano a las escenas teatrales— y literarios, como la repetición, los paralelismos, las continuas anáforas, el lenguaje directo o el movimiento circular del discurso con objeto de remarcar la vocación didáctica del texto. Por lo demás, como digo, estamos ante poemas eminentemente narrativos, tanto en Anarquismos (Por el medio de la habitación corre un río más claro) como Daniel Faria (ambas obras tienen como finalidad sendas perfomances que fueron representadas respectivamente en Centro de Experimentação Artística de Moita y en el Teatro Nacional Doña Maria II de Lisboa), los dos títulos que integran este volumen, primorosamente editado.

En Anarquismos (si nos remontamos a su significado original, estamos ante una idea que defiende la libertad absoluta del individuo y la intención de destruir cualquier tipo de organización que coarte esa libertad, incluso aunque sean estados democráticos) prevale un deseo de que la historia común de un determinado grupo de personas comprometidas con la transformación de la sociedad no desaparezca por los desagües de la historia, unos desagües que succionan todo, la disidencia, la apatía, la conformidad; pero lo que Pablo Fidalgo Lareo pretende es conservar en la memoria esos instantes de sublevación en los que pretendieron «transformar el mundo», pero no solo por le mero hecho de enaltecer unos actos que acabaron en fracaso ni por poder decir en el futuro «yo estuve allí», como ocurre con las vivencias de Mayo del 68, sino porque esa actividad supuso un revulsivo intelectual, más que del mundo, de los propios integrantes del «comando»: «Estamos preparados para intervenir/ de una forma inesperada, drástica y violenta,/ pero también para replegarnos/ como si no hubiera pasado nada./ Todo está en nuestros cuerpos», escribe en el poema titulado, lo que ya nos pone sobre aviso «Manifiesto». La creación de un espacio imaginario en el que convivir, en el que amar, en el que «conspirar» incluso, no puede hacerse en solitario. La complicidad para construir ese espacio se advierte en el continuo uso del «nosotros», pero, pese a la fuerza emocional que puede aportar un interés común, Fidalgo no idealiza el enfrentamiento del hombre con el destino. Es consciente de que en ese conflicto siempre hay un mismo perdedor: «Es la historia de siempre, el que intenta/ otra vida es perseguido y arrinconado», una historia trágica que se repite de forma regular: «Entender que no éramos los primeros/ en ser expulsados y no seríamos los primeros». En el gran escenario del mundo, en ese Paraíso que «duró pocos días», los protagonistas son otros, los perdedores son solo mudos actores de reparto: «Éramos solo el coro de una tragedia mayor», escribe el autor. Evidentemente, para proseguir, para no hundirse en el fango del fracaso, el autor tiene que renunciar a ese desdoblamiento que le llevó del yo al nosotros recuperar una identidad, inevitablemente transformada por la experiencia: «Estuvimos juntos y ya no lo estamos, eso es todo», pero al llegar al final no podemos sino preguntarnos: ¿de verdad eso es todo? Esta claro que no.

Daniel Faria, el segundo título de este volumen, posee un carácter más íntimo, puesto que se trata de un intento de conversar con Daniel Faria (1971-1999), poeta y monje portugués fallecido en el monasterio de San Bento da Vitória por culpa de un accidente doméstico («Cuenta el abad que te caíste una noche yendo al baño. Te caíste y te golpeaste la cabeza…»), que dejó escritos libros como Explicación de los árboles y de otros animales, Hombres que son como lugares mal situados y Los líquidos. Y digo intentos de conversación porque los diferentes fragmentos comienzan con esta interrogación: «¿Escuchas?», aunque también se pueden interpretar como oraciones, como ruegos cargados de dudas, de incertidumbres, como si, en lugar de un hombre, el autor tuviera frente a sí la imagen de un santo o del mismo Dios. En todo caso, esta conversación teñida de oración trata de configurar y dar sentido a una forma de entender la vida a través del lenguaje, de ahí la importancia suprema que tiene verbalizar la emoción, la desubicación, el abatimiento, la búsqueda de una plenitud que carece de visibilidad y que, por tanto, tanto se parece a la nada: «¿Escuchas?/ Nadie se puede identificar con mi vida,/ con mi desesperación o con mi soledad más absoluta./ Cuando era niño, solo movía los labios al rezar;/ ¿tú no los has hecho?/ Conozco tanto a Dios/ que creo que puedo detener su palabra». A través de este diálogo imposible («Esto es un diálogo a muerte»), a través de tantas preguntas sin respuesta, el lector puede ir imaginando el paisaje mental por el que transitan los recuerdos del autor («Es inexplicable lo que ocurre cuando la obra encuentra su lector ideal. El amante se transforma en lo que ama»), en una magnífica mezcla de biografía, intimismo anecdótico y poesía. Si Anarquismos podemos encuadrarlo dentro del término poesía política, Daniel Faria lo insertaríamos, no sin temor a caer en cierta ambigüedad, dentro de la poesía existencial. En cualquier caso, estamos ante una prueba más de que nada hay poético o antipoético por naturaleza. Todo dependerá de la habilidad y de la pasión que se ponga en transformarlo en poesía, y en estos textos hay mucho de ambas. Ojalá encuentren ese lector que, como escribía Pedro Salinas, esté convencido de que «cuando se lee no se aprende algo, se convierte uno en algo».


Selección de poemas

Fragmento de ANARQUISMOS (Por el medio de la habitación corre un río más claro)

[…]

El mundo se divide en aquellos que recuerdan sus sueños, y aquellos que no.
Hace muchos años que recibo visitas en mis sueños.
Pero solamente ahora os mostráis desnudos.
Os mostráis y os quedáis parados.
Por primera vez sabéis que tengo razón.
Y lo que este sueño quiere mostrarme son las horas muertas.
Los vacíos.
Los silencios.
Todo nos duele o nos divierte demasiado.
¿Será precisamente esto la anarquía?
Si estamos radicalmente confundidos sobre nosotros mismos,
¿esa confusión nos matará?
¿Quién nos metió estas ideas en la cabeza?
Cada idea que entró, entró por algo.
Cada idea que entró, entró por alguien.
Porque algo dentro de nosotros sentía
que en las ideas que conocíamos algo fallaba.

Mira los restos de un ejército sin capitán.
El Infierno está muy presente y del Paraíso nadie quiere hablar.
Entre la autoridad y la libertad se elige finalmente la autoridad.
La historia nos ha hecho un daño irreparable.
La infancia también.
Cada ser que conocimos también.
Nos gustaba competir y para no perder estuvimos dispuestos a muchas cosas.
La civilización es imposible sin espíritu de juego.
La civilización es imposible si no contamos todo lo que sabemos.

Permanecer en pie nos parecía demasiado esfuerzo.
Todo era ya irreparable e irreversible.
Ocurrían muchas cosas y no sabíamos dónde fijar la mirada.
Exactamente igual que ahora.
Queríamos saber solamente si todo estaba ya decidido.
Y lo estaba.

Las generaciones se parten en dos.
Los seres que comparten tiempo y país dejan de hablarse.
Sucedió en la generación de nuestros abuelos,
sucedió en la generación de nuestros padres.
Sueño un lugar donde aquellos que deciden tomar el poder
siguen atentos a los que se destruyen en el margen.
Sueño un lugar en el que hay suficiente lucidez como para decir:
no podemos dar a nadie por perdido todavía.
Sueño una generación que no da a nadie por perdido
y que no deja que el sueño se vuelva a partir en dos.

Las generaciones se rompen sin que nadie alce la voz.
Las generaciones se rompen y detrás de ellas se rompen las vidas.
Se están rompiendo vidas.
Yo quiero una historia plena.
Yo tengo dentro una historia plena.
No me voy a conformar con menos.

El río más claro

Los que venían a ver cómo iban las cosas, al final nos vencieron.
Los que venían disfrazados a infiltrarse entre nosotros, nos vencieron.
De tanto visitarnos, nos vencieron.
Es la historia de siempre, el que intenta otra vida es perseguido y arrinconado.
Fuimos perseguidos y arrinconados en muchas guerras:
en el puerto de Alicante,
en la carretera de Málaga a Almería,
en la plaza de toros de Badajoz,
en la Ciudad Universitaria,
en Casas Viejas.
Nos han arrinconado cuestionando cada relato,
cada uno de los movimientos que hicimos.
Nos han arrinconado en cada pueblo,
en cada línea de tren,
en cada carretera.
Nos han cortado cada gesto único e inexplicable que nos definía.
Nos han arrinconado hasta dejar claro
que cada cosa que pasó por nuestra cabeza era una locura.

La fuerza se nos fue por la boca.
Ya no me acuerdo de lo que queríamos ser.
Ya no me acuerdo de los planes que teníamos.
Siempre entre lo que somos y lo que queremos ser.
Entre lo que queremos sufrir y lo que nuestros cuerpos aguantan.
Espero que aprendan a leernos entre líneas
como nosotros aprendimos a leerlos a ellos.

Sigo teniendo este deseo de seguir hablándoos, susurrando,
este deseo de llevar los cuerpos al límite,
este deseo de destruir las ciudades y lo que se me ponga por delante.
Y ese deseo es lo único que no pueden quitarnos.
Mientras lo siga teniendo alguien puede sumarse a mí.
No hemos conseguido comprender a nuestra generación.
Hemos querido imponerle algo y no se ha dejado,
un punto para ella.

Cada uno hace su camino hacia la resistencia.
Cada uno decide como saca su bandera blanca para desertar.
Cada uno pide que se le desee suerte.
Cada uno carga el animal salvaje vivo o muerto.
Cada uno corre a bañarse en el río porque cree que nadie le está viendo.
Cada uno se confunde por sí mismo y asalta el cielo.

Nuestro mundo se pudría cuando estábamos juntos y se sigue pudriendo.
Se pudren los cuerpos incluso cuando bailan.
Se pudren los cuerpos parados.
Se pudren los cuerpos que quieren descansar.
Y se pudren los que siguen en la acción.
Todo lo que se daba por hecho está desapareciendo.
Me preparo para la muerte de mi familia.
De mis amigos.
De mis amores.
De mis sueños.
¿Estamos preparados para que cualquier cosa desaparezca y callar?

Fíjate sólo en el cuerpo de uno.
Fíjate en como el sueño y la mirada de los otros lo envuelven en una luz única.
Fíjate en lo que los antiguos llamaban la gracia.
Fíjate en sus imperfecciones y en sus heridas.
Describe para ti sólo a uno.
Desea íntimamente sólo a uno.
Pregúntale sólo a uno.
Y muere sólo por uno.
La historia nos está avisando y no nos estamos dando cuenta.
El sueño nos está avisando y no queremos despertar.
Es un sueño colectivo y de él solo despiertan los enfermos y los locos.
Acciones, no palabras.
Acciones sin registro.
Intimidad verdadera.
Vuelve al bicho.
Vuelve a la basura.
Vuelve adonde te dijeron que no podías volver.

[…]

Fragmento de Daniel Faria

¿Escuchas?
Nos preguntan cómo nos conocimos
Esos que no saben lo que es conocer a alguien en la calle, en el campo, en el viaje
Esos nos preguntan
Desean escuchar una buena historia, una bella historia
Que después puedan contar como si fuera suya
¿Pero debemos dársela? ¿No es ese un sacrificio muy grande?
Nos preguntan quién fue el primero en acercarse, quién eligió a quien,
Nos preguntan quién fue el primero en hablar, en mostrarse frágil,
En decir, ¿quieres ser mi amigo?

Si pienso en el día entero que tengo por delante lleno de sol,
Después de abrir la ventana
Las declaraciones de amor que he hecho, grandes y pequeñas,
Siempre hay dos vidas posibles, ¿cuál es la misión?

Estamos toda la vida juntos sin que nada nos una en serio
¿Si vieras mi lugar qué ocurriría, te daría fuerza, o tú a mí?
¿Cómo mueren los que han amado mucho?
¿Cómo morimos los que hemos estado tan serios?
¿Sientes que no nos conocemos?
Yo puedo contarte la historia de nuestra fe
Una vida entera para definir el lugar, el muro, el árbol
Una vida entera para proteger el cuerpo como un secreto

Desnúdate, no hay otro camino
Los hombres ven el pájaro
Lo ven inalcanzable, desean también volar
Yo los tengo comiendo en mi mano
Disculpa que haya pasado tanto tiempo desde mi última carta
Lo estaba pensando todo otra vez
No me dejaban escribirte y espero que esta carta llegue bien
Espero que no sea muy tarde
¿Cómo hace un nido un pájaro que no puede mantenerse en pie?
¿Cómo lo hace?
¿Cómo se arrastra, con quién habla, qué favores pide?
¿Cómo pide ese amor universal, ese amor material
Cómo dice necesito una casa para morir?

Yo cuido de mi cuerpo enfermo y roto
Otro lo hubiera tirado a la basura
O lo hubiera puesto en manos de alguien para no tener que concentrarse
Que conocerse
Pero yo aquí estoy
Aquí estoy en mi cuarto, con todas las decisiones tomadas
Yo me acerco al muro y le digo
Vamos a inventarnos la época que queremos
Vamos a jugar solos
Dicen que elegí libremente, dicen de todo
Yo me voy contra el muro en tu presencia
Yo me vuelvo loco por ese muro que no hace nada por conocerme
Describo una coreografía, escribo con el cuerpo
¿Puedes entender cómo me muevo cuando no tengo palabras?

[…]


Anarquismos & Daniel Faria
Pablo Fidalgo Lareo
Papeles Mínimos, 2019
72 páginas
15€


Carlos Alcorta (Torrelavega [Cantabria], 1959) es poeta y crítico. Ha publicado, entre otros, los libros Condiciones de vida (1992), Cuestiones personales (1997), Compás de espera (2001), Trama (2003), Corriente subterránea (2003), Sutura (2007), Sol de resurrección (2009), Vistas y panoramas (2013) y la antología Ejes cardinales: poemas escogidos, 1997-2012 (2014). Ha sido galardonado con premios como el Ángel González o Hermanos Argensola, así como el accésit del premio Fray Luis de León o el del premio Ciudad de Salamanca. Ejerce la crítica literaria y artística en diferentes revistas, como ClarínArte y ParteTuriaParaíso o Vallejo&Co. Ha colaborado con textos para catálogos de artistas como Juan Manuel PuenteMarcelo FuentesRafael Cidoncha o Chema Madoz. Actualmente es corresponsable de las actividades del Aula Poética José Luis Hidalgo y de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Mantiene un blog de traducción y crítica: carlosalcorta.wordpress.com.

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