Poéticas

Instantes a menudo maltrechos de un mundo deshecho y malparado

Avelino Fierro alude al libro 'La metáfora del mirlo', de Pedro Ojeda, relato de la reclusión pandémica, en la página del 1 de noviembre de un diario inédito cuyas páginas sobre aquel rescatamos aquí.

/ una reseña de Avelino Fierro /

Es 1 de noviembre y son las ocho de la tarde. Estoy metido en la cama, vestido, tapado con el edredón y escribiendo en una cuartilla; es el dorso de un folio doblado en el que está impreso un correo electrónico de Pedro Ojeda. Apoyo el papel en el libro de Fermín Herrero Un lugar habitable. En el primer poema se habla del otoño y del musgo y de los bosques (también de cajeras y tranvías; es un poema que me recuerda a ese tono de otros últimos y madrileños de Blas de Otero); páginas más adelante, el poeta percibe el roce de setiembre, su aire cargado. El libro ha venido conmigo para ayudarme a encontrar palabras que se abracen a estos días. Estamos en la montaña, en Soto de Valdeón, en los Picos de Europa.

Hoy nos hemos echado al monte a eso de las once. Hemos subido a Llos y hemos caminado hasta las seis de la tarde. El otoño se acaba ya en estos hayedos y robledales; los días pasados, la lluvia y el viento han dejado a los árboles desnudos. Y las hojas están ahora en el suelo, una gran alfombra cubre el bosque. Ya no son las de los cerezos y fresnos las que incendian el paisaje, sino las bayas de los serbales y acebos. En ocasiones esos destellos están sobre un fondo verdusco, una imprimación en algunas zonas conquistadas por el liquen. Hay hongos envejecidos y tramos de verde agitados por el jabalí. Lentas babosas y buitres solemnes. Ha sido un buen día para caminar, con el sol casi escondido. Nos cruzamos con dos jovencitos en todo el trayecto, que al acercarse se pusieron educadamente la mascarilla. Nos hicieron recordar que el mundo está siendo asediado incluso en estos parajes hermosos, incontaminados y cerca del cielo.

En el libro de Pedro Ojeda La metáfora del mirlo, que llevo bastante adelantado, los días son iguales y demediados. El ejercicio de la escritura dibuja picos en el electro de la vida menguante y la salva. Eso y la mirada de un hombre que piensa, recuerda, se asoma a una ventana, marca el ritmo cansado de los días. Es este un diario que comienza el 12 de marzo de 2020 (al día siguiente yo dejaba de escribir el mío y comenzaba una serie de cartas que han ido a parar a un libro, Estatuas de sal), y en el largo párrafo de arranque aparece ya el motivo del relato: «A finales de enero, con motivo del año nuevo chino, se comenzaron a tomar medidas de cuarentena y cierre de ciudades. Y hoy nos ha llegado ya aquí». A partir de ahí el autor se empeña en esa máxima de Blanchot para avanzar en la escritura: arañar con el ancla el fondo de los días. (La frase de B., una vez consultado su libro en casa, es: «El diario es el ancla que raspa contra el fondo de lo cotidiano»; El libro por venirr, página 211, Editorial Trotta, 2005).

A Pedro el encierro lo encuentra en Béjar, no sé si en zona nacional o republicana. Allí tiene su pareja, Mayca, una casa. Liberadas de otros cuidados por la epidemia, las horas a veces se hinchan, se arremolinan y agrandan. Hacen aguas, dejan roturas y huecos en el tiempo que se desfonda y amaina. A través de esos huecos se puede mirar la televisión, escuchar la radio, estar atento a las redes sociales —como se dice en una anotación del 16 de marzo—, ver una película de Alain Resnais, Hiroshima mon amour. (Yo la vi hace muchos años y apenas la recuerdo. Además, siempre se entromete una foto fija de Anouk Ferjac, con sus verdes ojos, en otro filme del mismo director, «Te amo, te amo»).

Se lee y escribe, se rememora  y eso hace que aparezcan variados personajes: Darío Regoyos  —que pinta en 1900 árboles de aquellos bosques—, Boccaccio, el arranque de la Odisea, Luis Felipe Comendador, Manolo Chinato, José María Luelmo, el Inca Garcilaso, Karmelo C. Iribarren, el médico Julián ya jubilado y Orwell. También una palabra nueva —ludia—, que para un filólogo como Pedro es un alborozo. Otras veces las páginas se embarran en ese cieno de términos que estos días han sacado pecho y son imposibles de ignorar (yo, resistiendo no a la realidad —tan evidente y terca— sino al lenguaje administrativo, no las he nombrado ni una sola vez en mis cartas): confinamiento y estado de alarma, epidemia y coronavirus, contagio y aplauso colectivo, desescalada y residencia de ancianos, covid-19 y políticos, estudio de seroprevalencia y fase 1, crispación y redes sociales. Caceroladas.

Pero dice nuestro autor —y le asiste aquí razón— que no le ha quedado más remedio que nombrarlas. Eso es lo que sucede si raspas. Nos menciona lo que ha estado buscando: «En el fondo, he anotado tantas cosas en este diario para que no se me olviden cuando todo pase. En el momento de balance, podré hacer dos columnas con las cosas positivas y negativas». Y hace a continuación inventario. Mas no anota entre las favorables —como yo lo hago ahora— todas esas nubes que el narrador ha estado mirando desde la ventana. Algunas fotografías. También las gotas de lluvia que caen un día al anochecer. Y el rebaño que se ve al pie de la carretera. Y otro atardecer pródigo en pájaros: el cuco y la oropéndola, los vencejos que en la ciudad alargada y querida anuncian que el día ya va ganando. No le ha quedado más remedio que ver pasar esas jornadas tan sobresaltadas e iguales, detenerse en sus silencios o ruidos, posar los ojos entre la cultura y la rutina, luchar contra el olvido y describir lo que ha vivido, esos instantes a menudo maltrechos de un mundo deshecho y malparado. 


La metáfora del mirlo
Pedro Ojeda Escudero
Eolas, 2020
188 páginas
16€

Avelino Fierro (Chozas de Arriba [León], 1956), licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo y fiscal de Menores de León, es escritor de diarios, poemas, dibujante y coleccionista de libros. Sus textos diarísticos han visto la luz en cuatro volúmenes: Una habitación en Europa (2010-2012)Ciudad de sombra (2013-2014), La vida a medias (2015-2016)Contra tiempo (2017-2018) todos ellos publicados por la editorial Eolas.

0 comments on “Instantes a menudo maltrechos de un mundo deshecho y malparado

Deja un comentario

Descubre más desde El Cuaderno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo