/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana /
Cuando yo era pequeño, en las casas en las que se celebraba un bautismo, para mostrar la alegría de los padres, abrían el balcón y desde él lanzaban caramelos a la calle, y algunas docenas de chavales intentábamos cogerlos y hacer acopio de ellos. Los más fuertes y los más veloces eran, sin duda alguna, los afortunados, pero lo normal era que hubiera caramelos para todo el mundo. Esta práctica se ha mantenido hasta hace poco en algunos pueblos, aun cuando ya tiene más de simbólica que de otra cosa. A mi siempre me ha parecido que echar caramelos por el balcón emulaba a los antiguos reyes de Francia, como Luis XIV, que, según se cuenta, cuando salía de su entorno dorado, lanzaba monedas de oro o plata a la gente que se arrollaba a su paso. En este caso, la práctica era algo cruel, dado que quienes recogían monedas eran los truhanes y los más agresivos marginados de París. Sobre este tema se han escrito innumerables relatos en los libros de historia.
Las sociedades modernas disponen, afortunadamente, de otros medios para conceder ayudas a determinados sectores de la población afectados por alguna desgracia: se evalúan parámetros tales como renta, tipo de negocio o trabajo, cotización a la seguridad social, número de personas beneficiarias de la ayuda, etcétera. Además, hoy es posible preparar de antemano algoritmos informáticos para que los procesos de selección sean automáticos y en cierta medida más eficaces.
Sin embargo, este mes de noviembre, el Departament de Treball de la Generalitat de Catalunya nos ha recordado aquellas practicas ancestrales: ha intentado entregar 2000 para los trabajadores autónomos afectados por la crisis. Para ello se habilitaron veinte millones de euros, lo cual supone, si no me equivoco con la división, que los afortunados van a ser unos diez mil autónomos. En Cataluña hay al parecer más de medio millón de trabajadores autónomos, pero las ayudas alcanzaban para 100.000: el diez por ciento de ellos. Para paliar este serio inconveniente, este sesudo departamento de gobierno decidió que los agraciados serían ¡los 100.000 primeros! Al Igual que los óbolos de Luis XIV o los caramelos del bautismo, las ayudas iban a manos del más madrugador, o bien del que alcanzara a conectarse en el sistema proveedor de ayudas. Naturalmente, todo ha sido un caos: las webs se colapsaron, la gente se cabreó y los cerebros pensantes del departamento en cuestión tiraron los platos a la cabeza de los gestores de la web, dependiente del Departamento de Políticas Digitales.
El problema no es informático; es mucho mas grave. Se trata de un problema de mentalidad. Cabría interrogarse sobre quién o quiénes idearon el sistema en pleno siglo XXI. Porque imagino que conceder 20.000.000 de euros —aun cuando la cantidad es de por sí ridícula para atender a un problema tan grave— no es algo que se deja en manos de auxiliares administrativos. Algún cerebro de algún departamento ideó el sistema absurdo y cruel. Esta anécdota, aparentemente menor, pone de manifiesto la extraordinaria estulticia de quienes están al frente de departamentos de tanta responsabilidad. Tamaña estupidez no es propia de un país moderno y avanzado y nos retrotrae al lanzamiento de monedas en época de Luis XIV. Cuando estas cosas pueden ocurrir, todo es esperable, y ronda por la cabeza aquella historia ocurrida en Italia en época del corrupto primer ministro Bettino Craxi, al que, cuando salía del hotel en Roma, una multitud le tiró monedas y le abucheó al grito de «vuoi pure queste?», es decir, «¿también quieres estas?».
No es posible salir indemne de cosas así pidiendo simplemente perdón o diciendo que se equivocaron; hay que responderles con la célebre frase de Cicerón: «Quosque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?».

Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
Más claro no podría explicarse, el paralelismo con los caramelos y las monedas expone nuestra realidad .