Poéticas

Qualcosa nascerà da noi

Carlos Alcorta reseña 'Qualcosa nascerà da noi', de Pablo Fidalgo Lareo, una obra singular basada en la correspondencia entre Cristina Campo y Mario Luzi; una pieza en la oscuridad donde un hombre repasa su vida y agota las posibilidades de ser otra cosa, de vivir otro amor, de presentarse ante el mundo de otra manera.

/ una reseña de Carlos Alcorta /

Pablo Fidalgo Lareo gusta de caminar por los márgenes de lo poético. Algunos de sus mejores libros son, en realidad, textos escritos para ser representados como si fueran obras teatrales en verso. Deslindar lo poético de lo teatral no siempre resulta fácil ni, por otra parte, necesario. Qualcosa nascerà da noi nace del proyecto final que el auto hubo de realizar tras su estancia en la Academia de España en Roma y fue representado en dicha Academia en junio de 2019. Está integrado por nueve cartas y la idea inicial, según cuenta Vicente Vázquez, en su texto «Desplegarse. Sacar un reír de la estancia», incluido en el volumen, era«desarrollar un proyecto  que no requería de su participación, proyecto relacionado con la obra poética de Amelia Roselli y Sandro Penna. Un día, mientras Pablo estaba hablando sobre ellos con el librero de la Simon Tanner en Roma, en un momento concreto, la conversación derivó en la correspondencia epistolar que mantuvo la escritora boloñesa Cristina Campo con Leone Traverso, referentes ambos para el autor». De inmediato Fidalgo Lareo comienza a establecer relaciones entre los que, a la postre, se convertirán en protagonistas del texto. Aparecerá también Alessandro, un anónimo personaje que mantuvo una relación epistolar con una mujer italiana afincada en Estados Unidos. Las cartas se conservaban grabadas en cintas de casete y fue necesario transcribirlas. Con este material, a partir de el, Pablo Fidalgo Lareo recrea al relación que mantuvieron Cristina Campo y el poeta Mario Luzi. Se pone en la piel del narrador omnisciente y comienza narrar la historia de amor truncado entre la filósofa y el poeta. «Como si no supiera hablar de mí mismo/ Te cuento esta historia como si fuera mi única verdad», escribe en la primera carta. Busca paralelismos entre su propia historia y la de los amantes: «Y entonces yo pienso por un momento la vida contigo/ ¿Cómo podría justificarme por lo que he tenido que hacer para sobrevivir?/ […] Nos despedimos/ Y entonces nos convertimos en ellos ( Y somos Mario y Cristina, dos nombres cualquiera». Quien escribe cartas posee, aunque no lo sepa, una confianza neta en el poder de la palabra escrita, «Porque el poder de las palabras nos ilumino la cara aquel día», escribe, y más que un amar vivido, a través de las cartas se desarrolla un amor literario: «Este amor escrito y muchas veces leído ha salido de nuestras manos/ Mientras la vida ocurría, mientras nos mordíamos y apretábamos los dientes en el sueño». Son cartas que cuentan el día a día pero sin caer en el detallismo, son cartas que construyen una imagen de la amante idealizada —Katherine Whitmore le reprochaba precisamente eso a Salinas—, algo que el corresponsal percibe: «Para que tu no escribas que no te amo a ti sino a la imagen que tengo de ti», esa idealización tiene mucho que ver con el amor platónico cantado por los poetas petrarquistas, que tanto se prodigaron en el Renacimiento español —véase Garcilaso de la Vega, por ejemplo—. Las cartas constituyen una especie de diario íntimo, sobre todo si la correspondencia es frecuente, no esporádica. De ellas extraemos modos de pensar y ver la realidad, pero no son ajenas a la ensoñación, no pueden serlo cuando se tarta de amor. En algún momento del texto, el narrador se convierte en el poeta Luzi, que recuerda así a su amada ¿imposible?: «Desde siempre te recuerdo con la cara desencajada por el silencio / por lo que sentías y no podías explicar/ y yo sin embargo ni lo aceptaba ni me rendía», pero pronto Pablo Fidalgo Lareo toma las riendas de su destino, un destino lleno de contradicciones. Durante el año que pasa en Roma, el autor se siente dichoso: «Solo escribí, paseé, vi el sol, las nubes./ Fue un tiempo de diálogo con los dioses que quedaban/ Y si me ponía en el lugar de Mario soñaba con decir / por fin he elegido entre Cristina y lo demás». Tanta felicidad tiene, sin embargo, su contrapartida: la ausencia de la persona amada, y esta ausencia envenena su existencia: «Si hubieras venido a Roma como te dije tantas veces/ Habríamos tenido nuestra gran historia en mayúsculas». En su lugar, tiene una historia prestada, una historia con final trágico: «Esa es nuestra historia/ Solo una mas, y quizá equivocada/ La historia que inventé para ti/ La historia de Mario y Cristina». La separación es un hiato que entorpece el amor, según Fidalgo Lareo, todo lo contrario, por cierto de lo que pensaba Simone Weil, la filósofa mística tan admirada por Cristina Campo, quien dejó escrito que «Para los que aman, la separación, aunque dolorosa, es un bien, pues es amor». No es muy aventurado penar que Cristina compartía esta idea. Fue en 1947 cuando Mario Luzi le regaló el libro de Simone Weil La gravedad y la gracia. «Cristina —escribe Pedro Luis Ladrón de Guevara en la introducción al libro Vida secreta de Cristina Campo, de Cristina De Estefano—queda fascinada, encuentra en Weil afinidades profundas e idéntica visión de la vida, poseedoras de una inflexible coherencia en la búsqueda por descifrar las señales y los misterios ocultos en la realidad. Se procura todos sus libros en francés, convirtiéndola en su autora de cabecera. Durante seis horas leerá de un tirón La condición obrera. Escribe sobre ella y en 1959 traduciría su drama Venecia salvada. A Simone le dedica su poesía «Elegía de Portland Road», ultima residencia de Simone Weil en Londres («Cosa prohibida/ oscura la primavera// Yo voy bajo las nubes, entre cerezos/ tan ligeros que ya están casi ausentes/ ¿Qué cosa no está casi ausente salvo yo,/ de tan poco muerta, llama libre?»). No será el único libro que marque su devenir intelectual y, también, sentimental. «En 1952 —seguimos de nuevo a Ladrón de Guevara— Mario Luzi publica el libro de poesía Primicias del desierto que ejerció una gran influencia sobre ella. Cristina se siente atraída por él, pero Luzi está casado. Solo veinte años más tarde el poeta se separará de su esposa, Elena Monaci. […]  Mario Luzi nunca olvidó a la amiga. En conversación con Giorgio Tabanelli sobre escritoras recordaba décadas después: «No hay que olvidar a Cristina Campo, a la que yo conocí en Florencia; tuve ocasión de regalarle un libro sobre Simone Weil, que se convirtió para ella en figura predilecta. Campo publicó en 1956 su primer libro de poesías, Paso de adiós, y en 1962 el volumen de ensayos Fábula y misterio». Sobre los sentimientos de Cristina por Luzi es significativo este fragmento de una carta de ella escrita el 30 de diciembre de 1958: “Recuerdo una nota tuya de hace dos años: cómo me acompañó durante el año, lo ayudó a florecer. Quisiera de nuevo ese talismán, la silenciosa protección de tu pensamiento: lo querría hoy como siempre, hoy más que nunca”». Si Primicias del desierto supuso un deslumbramiento para Campo, las siguientes obras de Mario Luzi no la atrajeron tanto. La publicación de En el magma estuvo a punto de provocar la ruptura entre ellos: «De mi poesía le encantó especialmente el libro Primicias del desierto. Hubo un enfriamiento cuando salió En el magma. Como no entendió este paso un tanto drástico, se sintió sorprendida, lo tomó un poco como una traición. Quizás no comprendió esta próxima conversión a la prosa». Según el poeta, y en esto coincide con muchos de sus amigos comunes, Cristina Campo era intransigente y perentoria: «Llevaba una vida casi monástica, pero a veces también había pulsiones de regocijo, de euforia. Conocía la alegría, la he visto en su rostro, en sus ojos. La felicidad es otra cosa, un estado duradero que Cristina no tuvo nunca» y, en otro momento, «Cristina Campo creía que la perfección existía y, como otros que lo han creído, no sabía qué hacer con la perfectibilidad. Era ahí y solamente ahí a donde era necesario apuntar, y no conformarse con nada menos».

Según explica Gianfranco Draghi, compañero de Cristina en algunos proyectos literarios como el suplemento literario «La posta letteraria», en el semanario Corriere dell’Adda y confidente de la filósofa, «Con Luzi hubo una gran pasión ideal, cultural, literaria, que después no se plasmó en la realidad. Pero no hablaba mucho de él», lo que resulta cuando menos paradójico, ya que ella lo define como «mi mejor amigo al que no veo nunca» y él comenta lo que sigue: «Volví a ver a Vittoria [recordemos que el verdadero nombre de Cristina Campo era Vittoria Gerrini] … se aferra desesperadamente a mi amistad, que es mucha, pero lamentablemente no le puede aportar nada bueno». Sin ánimo de entrar en especulaciones gratuitas, sea o no verídica la historia de amor entre el poeta Mario Luzi y la filósofa Cristina Campo, lo que para nosotros debe ser suficiente es que ha servido como hilo conductor para representar, de la mano del actor Juan Loriente, esta perfomance y para justificar la edición bilingüe de los textos y de los estudios críticos que los acompañan, debidos a Vicente Vázquez, Matteo Binci, Edvige Cecconi Meloni y Pedro G. Romero, de quien transcribimos estas palabras que nos sirven como colofón: «En Qualcosa nascerà da noi hay un motor y una fuerza que se encamina desde el deseo, desde el lenguaje del deseo, desde el desear. Todo el extravío y la peripecia del texto, lo que se dicen entre sí los escribientes de tan compleja correspondencia, tiene que ver con un deseo que debe desviarse, casi místico, casi religioso, una contemplación teológica del deseo».


Carta 1

Antes de nada debería contarte como es mi vida aquí
A esta edad uno sí puede escribir un manifiesto
Ahora sí y no en plena juventud
Y puede tratar de detectar en qué momento exacto sucedió su verdadera vida
Vine a trabajar sobre la ciudad
Pero en la ciudad ya estaba todo resuelto y en mí no había nada resuelto
Y entonces me concentré en ti
Me concentré en la historia que nos habíamos dejado a la mitad hace más de 30 años
Y entonces empecé a despertarme antes que nadie
Y a construir mi jaula
Y cada día a las 6 de la mañana iba a la abadía de Sant’Anselmo a rezar con los monjes
Y después a desayunar al Calisto
Y después a leer los Cantos de Pound
Y después a cocinar arroz y endivias
Y después a intentar descifrar el cielo de Roma

Tengo 60 años y escribo mi manifiesto 60 años y estoy empezando
Si yo tuviera una gran historia en la vida y tuviera que escribir un libro
¿Crees que debería centrarme en esa gran historia
O centrarme en los días anodinos de esa vida
En la lucha diaria contra las horas, contra la tristeza, contra el tiempo?
¿Qué es más interesante e importante para esta época
Nuestras horas vacías o mi historia única?
Siempre creemos que podremos dar un giro total a lo que somos
Me decía lo importante es la vida y tú no sabes vivir
Y me sigo preguntando
¿Cuánto estoy dispuesto a salir del camino?

Nos hemos escrito mucho en este tiempo
Me gustaría hacer esto
Me gustaría que lo hubieras visto
Tendríamos que haberlo compartido
Pero también nos hemos escrito mucho
Me gustaría estar contigo sin hacer nada
Tomarnos un tiempo de curación, un día, una semana, un año

He estado todo este año en Roma recordando
Cuando te escribía por las noches a América
Y me quedaba despierto esperando respuestas de América
Y entonces tú escribías
Escribías las cartas más bellas que pude pensar
Y eso era un trabajo
El trabajo de que me ocurriera algo
El trabajo de ser consciente de que el próximo cambio ya no podría venir
Que ya me había ocupado de demasiadas cosas en mi vida
Y ahora solo podía dormir
Y dejar que otros me pasaran la mano por encima
Un día ya no vi motivos en las cosas que hacía
Ni en las ciudades que habitaba
Y me dediqué a ver piedras, ruinas
A estudiar los mensajes

Veía  el mundo y no podía aguantar
Y mi respuesta al dolor era escribirte
Crear una fe y unas palabras que nuestro tiempo no puede encajar
Esas son las cosas que dicen los locos
Abandonarse al otro
Es abandonarse a la posibilidad de perderlo todo
La posibilidad de dejarlo todo a la mitad

[EN PORTADA: Chamber of thoughts, de Paresh Nrshinga]


Qualcosa nascerà da noi
Pablo Fidalgo
2019

Carlos Alcorta (Torrelavega [Cantabria], 1959) es poeta y crítico. Ha publicado, entre otros, los libros Condiciones de vida (1992), Cuestiones personales (1997), Compás de espera (2001), Trama (2003), Corriente subterránea (2003), Sutura (2007), Sol de resurrección (2009), Vistas y panoramas(2013) y la antología Ejes cardinales: poemas escogidos, 1997-2012 (2014). Ha sido galardonado con premios como el Ángel González o Hermanos Argensola, así como el accésit del premio Fray Luis de León o el del premio Ciudad de Salamanca. Ejerce la crítica literaria y artística en diferentes revistas, como ClarínArte y ParteTuriaParaíso o Vallejo&Co. Ha colaborado con textos para catálogos de artistas como Juan Manuel PuenteMarcelo FuentesRafael Cidoncha o Chema Madoz. Actualmente es corresponsable de las actividades del Aula Poética José Luis Hidalgo y de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Mantiene un blog de traducción y crítica: carlosalcorta.wordpress.com.

0 comments on “Qualcosa nascerà da noi

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: