Crónicas ausetanas

El asesinato de Dato: el anarquismo ibérico contra el Estado

Xavier Tornafoch hace una crónica del magnicidio en su centenario, narrando también el proceloso destino de sus perpetradores, que no fueron ajusticiados por Miguel Primo de Rivera, y a quienes la República indultó.

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El 8 de marzo de 1921, hace éste cien años, caía abatido por las balas de tres anarquistas catalanes el presidente del Gobierno español, Eduardo Dato Iradier, miembro destacado del partido conservador español. El jefe del gabinete murió en su coche oficial mientras regresaba a su domicilio desde las Cortes, a la altura de la Puerta de Alcalá. Tres individuos se habían acercado a su coche y desde una moto Indian con sidecar lo ametrallaron. Este atentado era el último acto de una larga lista de incidentes armados que tenían su epicentro en Barcelona, pero que, como se comprobó trágicamente en Madrid, salpicaban a menudo a toda la geografía española. Eran los años del pistolerismo, esa guerra abierta entre los sicarios de la Federación Patronal y de los Sindicatos Libres, protegidos por el gobernador civil de Barcelona Severiano Martínez Anido, y los hombres de acción en la órbita de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la gran organización obrera anarcosindicalista, que tenía en Cataluña una de sus bases preferentes. La policía identificó inmediatamente a los autores del magnicidio: Pere Mateu (23 años), Ramon Casanellas (24 años) y Lluís Nicolau (28 años).

El magnicidio de Eduardo Dato: un asesinato demasiado fácil
De izquierda a derecha, Mateu, Casanellas y Nicolau

Uno de los participantes en el asesinato, Pere Mateu, fue detenido en Madrid el día 14 de marzo. Por su parte, Ramon Casanellas, que era el conductor de la moto, huyó a la Unión Soviética y no regresó a España hasta 1931, para participar en la creación del PCE. En 1933, cuando se dirigía a Madrid para asistir a una reunión del Comité Central, la moto que conducía chocó con un vehículo y él y su acompañante, el también dirigente comunista Francisco del Barrio, murieron. El tercer hombre, que se cree fue el autor material de los disparos que acabaron con la vida de Dato, era Lluís Nicolau, originario de Barcelona, electricista de profesión y miembro activo de la CNT. Después del atentado, huyó a Alemania en un periplo que lo llevó de Madrid al País Vasco y de ahí a Cataluña, donde sobrevivió en la clandestinidad gracias a la ayuda de las redes anarquistas, que finalmente lo trasladaron fuera del país. Hay quien dice que este último trayecto lo hizo en una barca de pescadores desde un lugar indeterminado de la Costa Brava. Se instaló en Berlín con su compañera Llúcia Forns, a quien llamaban la rubia. Cuando las autoridades españolas conocieron el paradero de Nicolau solicitaron la extradición, una circunstancia que se materializó unos meses más tarde, lo cual provocó una gran movilización de la extrema izquierda alemana, que daba por descontado que si Nicolau era devuelto a España, sería ajusticiado inmediatamente.

En cualquier caso, el juicio por la muerte de Eduardo Dato se celebró en la Prisión Modelo de Madrid entre el 2 y el 9 de octubre de 1923 bajo unas estrictas medidas de seguridad. En el banquillo de los acusados se sentaron Pere Mateu y Lluís Nicolau, mientras que Ramon Casanellas, que fue juzgado en rebeldía, remitió una carta al tribunal que juzgaba el caso en la que se declaraba culpable único del asesinato y exoneraba a los otros acusados de cualquier implicación en el atentado. Era una estratagema para salvar la vida de sus compañeros, ya que el fiscal pedía la pena de muerte para todos ellos. Finalmente, el juicio evidenció la participación de los encausados en la preparación y ejecución del atentado y dictó una sentencia que los condenaba a la pena capital. El día 4 de enero de 1924, el Tribunal Supremo ratificaba la sentencia. Sin embargo, a finales de ese mismo mes el general Miguel Primo de Rivera, presidente del Directorio Militar que se había hecho con el poder en España en el mes de septiembre de 1923, conmutó la pena de muerte por la cadena perpetua. Parece ser que el Gobierno alemán exigió que fuera respetado el acuerdo que había posibilitado la extradición de Nicolau, esto era, que no se aplicaría bajo ningún concepto la pena de muerte al acusado. Así pues, los dos condenados que estaban en manos de la justicia española fueron recluidos en la prisión de máxima seguridad de El Dueso (Santander), donde se dedicaron al estudio, adhiriéndose a la Federación Anarquista Ibérica (FAI), la organización de los anarquistas más militantes que se fundó en Valencia en 1927. Con la instauración de la Segunda República, Lluís Nicolau y Pere Mateu fueron indultados.

Tras recuperar la libertad, los dos anarquistas condenados por el asesinato de Dato continuaron con su vida de activismo. Cuando Pere Mateu salió de la cárcel, volvió a Barcelona y se reintegró a la CNT y la FAI, participando activamente en las actividades de los ateneos libertarios de Gràcia y del Clot. Durante los hechos del mes de julio de 1936 en Barcelona, que dieron paso a la guerra civil (1936-1939), formó parte de las milicias que reprimieron la intentona golpista en la capital catalana. Más tarde se integró en la Columna Durruti combatiendo en los frentes de Aragón y de Madrid. Acabada la guerra, se refugió en Francia, donde formó parte de la resistencia francesa contra la ocupación nazi. Después de la liberación, colaboró con la guerrilla antifranquista que llevaban a cabo personajes como Marcel·lí Massana o Quico Sabaté. Incluso formó parte de un complot para asesinar a Franco en San Sebastián. Su última acción consistió en participar en un atraco a una sucursal bancaria en Lyon en 1951 para conseguir fondos para la guerrilla anarquista. Pasó unos pocos meses en la cárcel, después de los cuales se instaló definitivamente en el sur de Francia, trabajando de mecánico hasta su jubilación. Murió con 87 años en la localidad francesa de Cordes.

Por su parte, Lluís Nicolau se instaló en Gironella (Barcelona), uno de los pueblos obreros del curso alto del Llobregat. Allí llegó a dominar el sindicato local, que contaba con más de dos mil afiliados. Al iniciarse la guerra civil, participó en unos oscuros sucesos que acabaron con la muerte de otro sindicalista de la CNT, Manuel Guixé, siendo señalado como responsable de este asesinato. Dirigió las colectivizaciones en esta localidad del norte de la provincia de Barcelona y murió fusilado por las tropas republicanas en retirada en 1939, cuando junto a otros emboscados, la mayoría gente de derechas que esperaban la llegada de las tropas franquistas, intentaba ponerse a salvo.

En 1967, el único de los implicados en el atentado de Eduardo Dato que quedaba con vida ofreció una entrevista a un periodista del diario Pueblo. En ella explicó que no se arrepentía de lo que había hecho. Que su intención era vengar al proletariado. Explicó que no tenía nada personal contra Dato pero que, como presidente del Consejo de Ministros, era el responsable de la aplicación de la ley de Fugas contra los obreros y que su gobierno colaboraba con los pistoleros de la patronal que habían acabado con la vida de muchos amigos suyos. Habían pasado cuarenta y seis años de uno de los grandes magnicidios ocurridos en España.

[EN PORTADA: Eduardo Dato]


Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931) Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educacción y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y comarcal como History of Education and Children’s LiteratureRevista de Historia ActualHistoria Actual On LineL’AvençAusaDovellaL’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos. Además, milita en Iniciativa de Catalunya-Verds desde 1989 y fue edil del Ayuntamiento de Vic entre 2003 y 2015.

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