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La subcultura ASMR y el déficit de intimidad

Huw Lemmey escribe sobre una extraña y fascinante subcultura 'youtuber', consistente en vídeos de voces susurradas sobre toda clase de temas, y cuyo éxito revela tal vez algunas fallas importantes de nuestro tiempo.

/ por Huw Lemmey /

Artículo originalmente publicado en New Humanist, traducido al castellano por Pablo Batalla Cueto

Los vídeos de YouTube ya no son un hobby, sino una industria multimillonaria. Como plataforma privilegiada de producción cultural, ha propulsado varias formas novedosas de contenido desde su nacimiento en 2005. Pero ninguna tan extraña, ni tan fascinante, como ASMR: una comunidad online para los estresados, los ansiosos y los insomnes.

ASMR son las siglas de Autonomous Sensory Meridian Response [Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma]. Es una descripción criptocientífica de un fenómeno sensorial por el cual el sujeto experimenta una sensación placentera de hormigueo alrededor de la cabeza, el cuello y la columna vertebral en respuesta a un estímulo determinado. Cuando comencé a familiarizarme con el colectivo ASMR, hace una década, la identifiqué al instante con la sensación que experimentaba cuando me sometían a pruebas de visión cuando era niño. Me hallaba en presencia de un profesional que, centrando su atención en mí, también estaba curiosamente distante. El oculista se inclinaba cada vez más cerca mío en una habitación poco iluminada y cambiaba las lentes en el tosco aparato. «¿Cuál es más nítida ahora?» —preguntaba—. «¿La número uno, o la número dos?». Relajante y estimulante a la vez, aquella situación procuraba un ligero escalofrío efervescente que se desplegaba alrededor de la parte posterior de la cabeza.

Justamente esta es la experiencia que los creadores de ASMR pretenden inducir en los espectadores. Las primeras discusiones online sobre esta sensación se abrieron en torno a 2007, cuando la gente comenzó a compartir sus propias experiencias, describiéndolas, a menudo, como una forma de orgasmo. Con el crecimiento de YouTube y el mayor acceso a equipos de grabación digital baratos, era seguramente inevitable que alguien intentara generar adrede esta respuesta.

La comunidad explotó durante la década siguiente. Al igual que sucede con los creadores habituales de YouTube, la novedad es aquí el rey, y el resultado es una gran variedad de formas diferentes de ASMR, desde juegos de rol y vídeos de cocina hasta monólogos complejos sobre ciencia-ficción o fantasía, pasando por vídeos de pesca, todos realizados con la voz suave o susurrada que desencadena la respuesta. Incluso los creadores aficionados de contenido ASMR atraen decenas de miles de suscriptores, y los 25 más exitosos obtienen de sus dedicados fans un salario anual promedio de un millón de euros.


¿Por qué son los vídeos ASMR tan populares, pese a la escasa atención que reciben del mainstream? Para la mayoría de los seguidores, el beneficio parece radicar en una combinación de relajación, alivio de la ansiedad y sueño, más que en experimentar los hormigueos en sí. No hay un solo gatillo que estimule la respuesta en cada espectador, aunque tienden a agruparse en torno a un puñado de experiencias similares, que a menudo comportan susurros o palabras pronunciadas suavemente, o vídeos de personas desempeñando una tarea con atención minuciosa. Los vídeos de gente comiendo y bebiendo, a menudo con micrófonos de contacto en la piel para capturar los sonidos de la masticación y el tragado, también son populares, y se entrecruzan con una subcultura youtuber similar llamada mukbang, en cuyos vídeos los presentadores comen ante la cámara. Algunos creadores producen vídeos de desencadenantes como cepillados, besos, roces, escritura u otros sonidos ambientales. Suelen emplear micrófonos binaurales, un sistema de micrófonos calibrados para simular el oído humano, que genera una sensación de sonido 3D.

Algunos creadores ofrecen teatralizaciones, dirigidas en ocasiones a ti, el espectador: por ejemplo, una mujer que charla mientras simula estar tiñendo y lavando tu pelo, replicando la experiencia que yo tenía en el oculista cuando era niño. Una de las creadoras más exitosos, ASMR Angel, produce una serie llamada Biscuits of Britain [Galletas de Gran Bretaña], consistente en sumergir diferentes galletas en una taza de té colocada cerca de un micrófono, degustarlas y calificarlas. Uno de mis favoritos, River ASMR, se especializa en represnetaciones camp en las que interpreta a un sastre o un dependiente de una tienda de outfitters de alta gama, Meridians of Mayfair. En uno de sus vídeos, aparece travestido como la princesa Diana, visitándote a ti en un hospital después de un desagradable accidente. Es solo cuando el vídeo se acerca a su final que te das cuenta de que eres Camilla Parker-Bowles y el accidente no lo había sido en realidad. La creatividad de los productores de ASMR, preocupados por innovar, es sobresaliente.

Toda esta producción cuesta tiempo y dinero, y con una audiencia creciente, los creadores se acomodan a tendencias más amplias de la industria youtuber. Algunos hacen publicidad de marcas en sus vídeos. Otros ganan dinero a través de sitios de suscripción de fans como Patreon, ofreciendo material exclusivo y vídeos especiales por encargo.


La investigación científica sobre el mundo ASMR es, de momento, escasa e inconclusiva. Un estudio reciente de la Universidad de Sheffield y la Universidad Metropolitana de Manchester arrojaba que los vídeos ASMR rebajan la frecuencia cardíaca de aquellos que experimentan los hormigueos y parece estimular un efecto fisiológico en el cerebro. Las respuestas autoevaluadas indican un incremento de la sensación de conexión social, lo que refleja comentarios espontáneos dentro del colectivo según lOs cuales los vídeos son utilizados para controlar la ansiedad y la depresión.

Los oyentes suelen alabar la habilidad del creador para provocar rápidamente el sueño, o agradecerle por haberles ayudado en tiempos difíciles. Pueden volverse muy fieles a sus creadores favoritos, y los artistas corresponden a esa lealtad compartiendo cada vez más aspectos de sus vidas personales. A lo largo de los años, van anudándose vínculos robustos y forjándose una relación aparentemente íntima entre el creador y el espectador.

Es la intimidad lo que parece determinar el éxito de los vídeos ASMR, e incluso los productores más profesionales conservan un estilo primigenio de ambientación en pequeños dormitorios. Parece crucial que los espectadores perciban la conexión como real para que se sientan relajados. El tono tranquilizador, ya sea en la interpretación de un amigo que te consuela o de un doctor que te chequea, parece arraigar en una genuina sensación de cercanía.

Fue tal vez ese mismo anhelo de intimidad el que determinó la calificación inicial de esta experiencia como un orgasmo. La mayor parte de los creadores de vídeos ASMR tratan en la actualidad de distanciarse de esa sexualización, pero esta asociación no es descabellada: mucha gente experimenta su primer encuentro con los vídeos ASMR como extremadamente extraño, y aprecia en ellos un registro sexual claro.

Si bien la mayoría de los vídeos es producida con auténtica intención de relajar y dormir, existe un mercado obvio para el contenido sexual explícito, como evidencia la presencia de vídeos ASMR en webs porno, en las que puede utilizarse el modelo integrado de monetización utilizado por los actores pornográficos. Algunos creadores se adaptan a ambas escenas produciendo vídeos pornográficos a la vez que vanilla, es decir, producción apta para YouTube.


El marco general de la intimidad plantea preguntas en torno al género y el sexo en el seno del colectivo. Los artistas ASMR exitosos tienden a corresponderse con una tipología muy concreta: en una mayoría amplia de los canales más populares las protagonistas con mujeres jóvenes blancas, convencionalmente atractivas. La representación de gente de color es notablemente parva, a pesar de la presencia de productores talentosos como Latte ASMR o ASMR Power of Sound y la popularidad de los vídeos mukbang, originarios de Corea del Sur. Referirse a esa disparidad de género y raza como una simple cuestión de gusto u hormigueos no es suficiente. Este predominio de jóvenes blancas de aspecto amigable y vinculadas a la intimidad y los cuidados refleja representaciones más generales de las mujeres y la gente de color en nuestra sociedad.

ASMR es una subcultura fascinante, pero su misma existencia y su popularidad ponen de relieve grandes fallas, no solo en materia de representación, sino también materiales, relacionadas con la salud mental y el trabajo. ¿Por qué hay tantas personas no pueden dormir adecuadamente o sufren de ansiedad grave o altos niveles de estrés? ¿Qué los lleva a buscar un alivio asequible en teatralizaciones youtuber gratuitas de una ilusión de cuidado médico, intimidad y atención personal?

Como forma cultural, la escena ASMR sigue siendo percibida como marginal, incluso cuando atrae a millones de espectadores y oyentes y no deja de incrementar su alcance. En medio de una pandemia global que está obligando a la gente a situaciones vitales cada vez más atomizadas, con menos oportunidades para socializar y estrechar lazos, esta subcultura curiosa refleja mucho más sobre el entretenimiento, la salud y la supervivencia financiera en la sociedad actual que lo que la etiqueta de raro podría sugerir.


Huw Lemmey es un escritor y crítico galés, residente en Barcelona. Es autor de tres novelas: Unknown language, Red Tory y Chubz. Escribe la serie semanal de ensayos utopian drivel y es copresentador del podcast Bad Gays.

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