/ por Guillermo Quintás /
Según un decir variopinto, el señor presidente del Gobierno ejerció la dirección de la campaña del candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, el señor Gabilondo, quien, por cierto, goza de todo mi respeto, aunque haya perdido. En medio de todo el ruido generado, creo que es preciso hacer una reflexión que vaya mucho más allá de la valoración de un mandato de dos años, de las excelencias de la señora Ayuso y, según la señora Calvo, de lo que calificó como voto ultra de personas con la percepción de la realidad alterada por la pandemia.
Por escaso que sea el conocimiento que se tenga de la influencia de la socialdemocracia en Europa, por accidentado que haya sido el soterramiento de la misma en varias latitudes europeas, hay algo claro: su influencia ha sido decisiva en la conformación y organización del diálogo social en Europa. En España su importancia no ha sido menor que en otras latitudes y parece razonable advertir que lo clave y lo fundado es que el señor presidente de Gobierno debe considerar que no puede poner en riesgo la presencia, influencia y dirección de la socialdemocracia en España. ¿Se está poniendo?
No se engañen. Es insignificante, casi trivial, lo sucedido en la Comunidad de Madrid. Lo verdaderamente significativo, cuando de cada dos votos emitidos uno es para la misma persona, cuando los jóvenes, sea cual fuere su preparación, ingresan en el paro año tras año, cuando el incremento de las deudas es lo que permite superar el día a día, es que mucha gente asocie formas de gobernar con la necesidad de provocar la desaparición de la influencia de la socialdemocracia. Eso, señor presidente y señora Calvo, es algo que va mucho más allá de los resultados de Madrid y de la señora Ayuso. No recurran a simplezas. Nada más insatisfactorio por innecesario que el decir del señor Ábalos en la noche de autos o bien los escritos de «los pedantones al paño que creen que saben porque no beben el vino de las tabernas».
Se trata de proponer, razonar las propuestas y gobernar de modo que una propuesta fiscal importante para cientos de miles de familias no se anule bajo el pretexto de ser una errata. ¡Eso no puede ser! Eso se castiga cuando se descubre la víspera de unas elecciones. Señora Calvo, no fueron votos ultras; también fueron votos contra esa medida y contra la forma de ocultarla.
Así pues, que hayan perdido una vez más el gobierno de Madrid no es tan significativo. Pero es crucial que su forma de gobernar, de mentir, de decir y de desdecirse, de interferir en la sociedad, acabe favoreciendo el castigo a una corriente de reflexión que ha sido determinante de la conformación europea: la socialdemocracia. La pérdida de legitimidad moral se gana al bajo precio de agotar los días en urdir estrategias de poder y de olvidar atenerse a la verdad al exponer los problemas de nuestra sociedad, las soluciones que se arbitran para corregir o atenuar esos problemas. En ocasiones puede ser imprescindible pedir un esfuerzo para fraguar alternativas para quienes no las tienen. Hay que tener autoridad moral para que el país responda en positivo.

Guillermo Quintás Alonso (Gradefes, 1944), doctor en filosofía, obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado por la Universitat de València con una tesis dirigida por el Dr. Fernando Montero Moliner. Ha impartido clases de filosofía en enseñanza media y de filosofía moderna en la Universitat de València. En su faceta editorial, ha formado parte del equipo de lectura de prestigiosas editoriales y ha sido director de colecciones como «Leyendo… », «Filosofía. Las propuestas en sus textos» o «Educació. Materials». Autor de numerosos artículos y conferencias integradas en seminarios de distinto signo, siempre ha asociado sus reflexiones a la edición de textos clásicos.
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