/ Crónicas ausetanas / Xavier Tornafoch /
Vista desde Cataluña, la campaña de Isabel Díaz Ayuso para las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid tenía algo de familiar. El Partido Popular madrileño apeló a conceptos que el independentismo catalán ha utilizado profusamente durante los últimos diez años. El eslogan Madrid ens roba (Madrid nos roba) fue un auténtico banderín de enganche para el soberanismo catalán. Aún lo continúa siendo. En el caso madrileño, el discurso tenía una ligera variación: «el Gobierno socialcomunista nos roba». En el fondo del asunto está el victimismo fiscal, que no es un fenómeno estrictamente español pero que aquí tiene un largo recorrido. Como se ha podido comprobar, utilizar esa retórica es como echar gasolina al fuego. Se generan incendios, en este caso incendios electorales, que no se pueden apagar. En Cataluña, esa discursiva forjó una alianza interclasista que gana elección tras elección y que mantiene vivo el pleito independentista. Si a la cuestión fiscal le añadimos el tema identitario, entonces la derecha ya gana sin bajar del autobús. Bien es cierto que, en Madrid, la cuestión identitaria, a falta de peculiaridades culturales o lingüísticas, se centró en el estilo de vida, una curiosa apelación al madrilenian way of life que causaba sonrojo en determinados analistas de la izquierda, pero tenía un valor movilizador de gran envergadura. De esta manera, las cañas y los toros se convirtieron en actividades lúdicas específicamente madrileñas y objeto de defensa prioritaria para la derecha. En realidad, ni el tapeo ni la afición a los toros son algo prioritariamente madrileño. Muchos otros lugares de España las podrían reclamar como propias, quizás con más argumentos que la Comunidad Autónoma de Madrid, pero ese era un detalle sin importancia. De lo que se trataba era de presentar a Díaz Ayuso como a una especie de Juana de Arco con una cerveza en una mano y un rabo de toro en la otra. Y funcionó.
Para bordar la campaña de Ayuso, al victimismo fiscal y al identitarismo cañí hizo falta añadir un tercer elemento: una repuesta neoliberal a la gravísima crisis sanitaria que vivía el país. Cabe recordar que Ayuso, a la que los opinadores de la derecha presentan como especialmente ocurrente, no hizo otra cosa que adoptar la estrategia del liberalismo clásico ante episodios similares. Cuando no se cree en la sociedad, ni en las incumbencias públicas; cuando lo único que se valora es el individualismo a ultranza, lo lógico y normal es dejar que cada cual apechugue con sus problemas, y dejar que la vida continúe para el resto. Así pues, Madrid lideró durante muchas semanas los registros de contagios y de muertes, aun cuando se dudaba de la sinceridad de los datos que ofrecían los responsables de la sanidad autonómica. Sin embargo, igual que sucedía en Estados Unidos con Trump o en Brasil con Bolsonaro, esos datos no debían interferir en la vida cotidiana de los madrileños, los cuales pudieron seguir tomando cañas, mientras el resto del país se veía obligado a cerrar bares y restaurantes y a condicionar la vida de sus ciudadanos. Ese egoísmo irresponsable se presentó como defensa de la libertad frente a los abusos del comunismo. Y funcionó. Además, en Madrid, igual que sucedió en Cataluña, existía un chivo expiatorio al que recurrir siempre: el gobierno central. Los enfermos, los muertos y los parados eran culpa del gobierno de Sánchez y muy especialmente de Pablo Iglesias. Mientras tanto, Ayuso vendía la ficción de una gestión ejemplar, cuando lo que había era una estrategia neoliberal muy ortodoxa de afrontamiento pandémico. A los muertos se les enterraba y a los enfermos se les atendía en los hospitales, con los medios de que se disponía. No se pensó, ni un solo momento, en evitar contagios ni en frenar la escalada imparable de la pandemia. Ese desagradable trabajo correspondió al gobierno, que tuvo que encajar el desgaste de las medidas impopulares.
Recientemente, ha visto la luz un libro de Steven Johnson, El mapa fantasma, que trata de las recurrentes epidemias de cólera en el Londres victoriano del primer tercio del siglo XIX. En esa época, la mentalidad científica, que encarnó un médico de clase obrera llamado John Snow, encontró graves obstáculos para abrirse camino en aras de encontrar una solución definitiva a los brotes epidémicos causados por las aguas contaminadas. Las soluciones que proponía el doctor Snow, basadas en la investigación y la evidencia científica, chocaban contra el muro de los intereses económicos de la clase dirigente londinense, la cual no estaba dispuesta a adoptar más medidas contra el cólera que enterrar a los muertos y atender, más bien desatender, a los enfermos. Como Ayuso.
Sea como fuere, existen sesudos análisis sobre cual pude ser la repercusión en la política general española de la victoria de Ayuso. No me atrevo a hacer pronósticos, y menos electorales. De hecho, pienso que el populismo lleva ya muchos años instalado en la política española (los que vivimos en Cataluña lo sabemos bien) y es practicado de forma transversal. Discrepo, eso sí, de los que tachan de fascista a Ayuso. No lo es. Pertenece a uno de los partidos mainstream, aunque, como buena parte de la derecha europea, adopte discursos propios de la extrema derecha, cosa que también han hecho partidos de otras tradiciones políticas, desde los liberales hasta la socialdemocracia.
Respecto del futuro, más allá de lo exitoso que resulta en términos electorales la estrategia ayusista, de lo que estoy seguro es que esta manera de hacer política no traerá nada bueno, ni tan sólo para la persona que encarna ese proyecto, que más pronto que tarde se verá envuelta en líos que ocuparan grandes titulares. Pero serán los sectores sociales más frágiles y desfavorecidos los que, una vez más, deban sufrir las bondades de esa marea política que se presenta como atrevida y políticamente incorrecta, cuando no es otra cosa que la vieja política liberal de origen decimonónico, clasista e insensible.

Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931). Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educación y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y local, como History of Education and Children’s Literature, Revista de Historia Actual, Historia Actual On Line, L’Avenç, Ausa, Dovella, L’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos.
Estimado Xavier. Coincido completamente con tu análisis del populismo y el talante ultraliberal de la Sra Ayuso pero creo que sería excesivo atribuir su victoria a esos “aparentes méritos”. Desde la óptica del panorama político actual, soy de la opinión de que la victoria de Ayuso hay que buscarla más en los errores de sus contrincantes políticos que en sus méritos.
Un Ángel Gabilondo arrastrado a una confrontación ideológica estéril y un Iglesias con el desprestigio acarreado a su formación por la depuración de los cuadros de Podemos y su enriquecimiento personal, también están en el origen de la derrota de las opciones de izquierda. Afortunadamente, Más Madrid hizo una campaña brillante y supo salvar los muebles!!
Espero que coincidas conmigo en que si queremos evitar una victoria en las próximas convocatorias electorales de las propuestas excluyentes y populistas, debemos empezar ya a reconstruir la izquierda de este país sobre la base de un discurso de progreso e igualdad, de justicia distributiva de los impuestos y de reducción radical del gasto corriente de una administración macrocefálica plagada derepresentantes y altos cargos las más de las veces innecesarios.