Poéticas

Xosé Bolado, in memoriam (2)

Proseguimos una serie de homenajes al fallecido poeta Xosé Bolado con sendas semblanzas de Esther Muntañola y Nel Morán, un poema que Muntañola le dedicó y dos de la antología 'Un pájaro tan ligero', edición bilingüe, asturiano/español, compilada por la propia Muntañola.

[Fotografía de portada de José Javier González]

La serenidad de un hombre apasionado

/ por Esther Muntañola /

Durante nuestro tránsito por la vida, es una gran fortuna si nos acompaña algún ser excepcional que arroje bondad o conocimiento o nos ilumine con su inteligencia.  Estos tres sustantivos  se corporizaban formando  parte íntegra de la personalidad de Xosé Bolado, pero habría que añadir más, desde la elegancia personal en el modo de conducirse, la serenidad, la hondura de pensamiento y el discernimiento claro, hasta la sabiduría, la lealtad, la empatía y la generosidad.

En el año 2002 yo era una joven profesora de dibujo que llegaba a cubrir una baja en el IES Duque de Rivas. Allí tuve la suerte de coincidir con José Luis Morante, profesor de historia en ese centro y, como no tardé en descubrir, excelente poeta y crítico literario. José Luis me presentó, sabiendo de mi admiración por su poesía, a Herme G. Donis. Gracias a ella, conocí a Xosé Bolado y, desde entonces, nos unió una amistad que fue creciendo y ensanchándose a lo largo del tiempo.

Herme, Berta Piñán, Xosé y yo comenzamos desde entonces a reunirnos una vez a la semana. A esas tertulias de los primeros años asistieron el también poeta y crítico Ricardo Virtanen, en numerosas ocasiones; José Luis Morante y, más tarde, el fotógrafo madrileño José Javier González, luego el poeta Alejandro Céspedes y escritores más jóvenes como Alejandro Fernández Osorio y Néstor Villazón, así como otras personas de diferentes ámbitos de la cultura que ocasionalmente se pasaban por la tertulia. Xosé era, sin pretenderlo, el centro vital de nuestro grupo. Su forma de estar presente, su sabiduría, sus palabras acertadas, también sus silencios, su serenidad y su pasión ejercían un imán sobre cada una de las personas que le rodeábamos. Era la nuestra una tertulia plurilingüe en ocasiones, sabrosa siempre. Conversábamos sobre arte en todas sus facetas. Como gran humanista, Xosé tenía una vasta formación cultural. Se sumergía en conversaciones sobre todo tipo de géneros literarios, pero también sobre música (disfrutaba especialmente con la barroca y la ópera), amaba las artes plásticas y era un gran experto en cine.  Y estaba inmerso desde hacía mucho tiempo en situar y dar a conocer la obra de la escritora Rosario de Acuña.

Esa pasión por Rosario de Acuña le hizo realizar un ímprobo trabajo de investigación durante años. Muchos días los pasaba en la Biblioteca Nacional o había ido a bibliotecas de Barcelona o de otras provincias a la búsqueda  y estudio de textos. Viajó por toda España para localizar documentos relacionados con su figura, asistió a subastas para recuperar escritos y objetos relacionados con la autora, organizó, revisó y editó magníficamente sus obras completas y finalmente, en un acto de gran generosidad, legó a la ciudad de Gijón todo su archivo personal.  

¿Qué le había movido a interesarse por Rosario de Acuña? Sin duda, pudo comenzar por la vinculación común con la ciudad de Gijón, donde Rosario construyó una casa —la casa del Cervigón— en 1909 y donde —salvo sus años de exilio— vivió hasta su muerte en 1923. Xosé debió de interesarse por su figura en sus años de profesor en la villa. Pasearía por el Cervigón, vería la casa, investigaría quién había sido esa mujer y caería bajo el hechizo de su figura y ya en 1985 anotaría la reedición que hizo el Ateneo Obrero de su obra El padre Juan.

Rosario de Acuña era una gran escritora —poeta, articulista y  autora teatral—, librepensadora, masona, crítica con su sociedad; exponía un marcadísimo pensamiento social en favor de las personas más desfavorecidas. Defensora de la enseñanza universal y de la igualdad entre sexos, tuvo que huir de España y exiliarse, perseguida por el radicalismo más rancio al haber apoyado que las mujeres pudieran asistir a la Universidad. Una intelectual única, adelantada a su tiempo, sobre la que tras su muerte se había corrido un velo de silencio y de oscuridad. Y el trabajo de Xosé era retirar ese velo; dar luz, de nuevo, a sus palabras. Y eso lo hacía desde el corazón.

La última conferencia pública de Xosé Bolado, a la que pude asistir y filmar, fue precisamente sobre Rosario de Acuña y la casa del Cervigón, y en ella centró la figura de la escritora en esos últimos y lúcidos años de su vida en una exposición de su figura verdaderamente apasionante.

Xosé era un buscador incansable. Bajo la serenidad real que formaba parte de su persona, había un hombre apasionado que amaba descubrir, en el sentido de quitar lo que cubre y dejar la verdad limpia en lo posible sin negar el misterio. Así ese ardor se manifestaba en su admiración y cuidado por la obra de Rosario de Acuña, pero también en su poesía y era la forma sin ruido pero constante y cuidadosa con la que llevaba todas las cosas.

Como poeta, comienza a publicar alentado por sus amigos en los años ochenta, a una edad no temprana, ya en el inicio de su madurez vital. Eso dotará a su poesía de una carga sedimentaria potentísima, la dejará libre de adornos externos e irá hacia lo esencial. Como epígono de Rosario de Acuña, la ética, la presencia de la naturaleza como maestra y compañera, la escucha atenta del mundo, el cuidado de los otros, ya sea en vida o de su memoria y la expresión de la belleza, formarían parte esencial de su obra. Él escribiría en una ocasión, reflexionando sobre el poema, que deseaba que fuese «como una carta de amor para que resultase insustituible».

Xosé había iniciado siendo presidente del Ateneo Obrero de Gijón la andadura de la revista Lliteratura y en la etapa madrileña en la que siguió dirigiéndola compartía en la tertulia su trabajo. En Lliteratura se desarrollaba una labor de difusión de la lengua asturiana con obras de creación, traducciones de textos y crítica literaria. Desde ese Madrid que —en sus palabras— le dotaba de «un anonimato maravilloso, acogimiento y falta de estratificaciones» siguió trabajando por la llingua apasionadamente.

En estos años de amistad gratísima, de confidencias, de crecimiento, he visto pasar a Xosé por diferentes situaciones vitales. Nunca una queja, nunca una mala palabra ante las circunstancias difíciles de la vida. Siempre la escucha atenta, la sonrisa, la complicidad, la ilusión en los proyectos, los afectos compartidos. Escribiendo estas líneas, me he detenido varias veces volviendo a su rostro, esa mirada limpia, honda, cálida, que siempre permanecerá en quienes hemos tenido la suerte de poder estar a su lado.


Poema de Esther Muntañola para Xosé Bolado publicado en 2018 en la revista de poesía Nayagüa

El violeta rosado de las lachenalias.
El amarillo hacia el naranja de las gailliardas aristetas.
Cotoneaster, deseado fuego para los mirlos.
La abelia floreciendo
de primavera
a otoño
con la delicadeza
de sus rojos ingleses y sus flores pálidas.
La gaura, mariposas girando
cuatro o seis pétalos carmín y una cascada
de estambres blancos.
Los pequeños soles
del hipérico, calentando el corazón. La nadinia
irradiando rojos cerca del invierno, botones de color.
Camino en el frío, sol oblicuo
y aún se rinde el mundo
a la belleza y el alma
se abre y resuena
algo verdadero y profundo que nos embriaga.


Acuarela de Xosé Bolado, realizada por Esther Muntañola

Xubido nesi silenciu

/ por Nel Morán /

Xosé Bolado llegó a la mio mocedá xubido nesi silenciu que se deprende col arte de saber escuchar. Conocílu en El Texu y fo como’l que da con una ayalga ensin sabelo. Alcuérdome que se carauterizaba por esi contino ximelgar de ceyes y por esa voz calma que t’afalaga a conversar. D’entós p’acó, les vides cruciáronsenos una vuelta y otra, ensin marcar los tiempos, y foron alcuentros d’asosiegu, charrando sele de pasáu y futuru con un presente siempre na pallabra.

Nun branu que me formaba nos cursinos de l’Academia de la Llingua Asturiana cruciamos de nueves les sorrises d’amistá llonxana, d’eses sorrises que nun dicen nada pero que se cunten tou, d’eses nes que nun ye necesario falar. Enteréme que lu diba tener de profesor de lliteratura asturiano, sentí que la suerte taba del mio llau, nun hai cosa meyor que te toque un docente que te va enseñar aquello qu’ama. Hai de reconocer qu’él nun lo tenía fácil, l’alumnáu yéremos toos maestronos que por regla xeneral amosábamonos mui críticos cola forma de dar clase de los demás, sicasí, quedamos toos namoraos cola docencia de Bolado. Llegamos a duldar si la lliteratura yera como falaba él o de lo que falaba. Nes sos llendes d’enseñante nun entraba ser un charrán que t’alloriaba con teoría a tutiplén, siguía a gustá-y escuchar, dexar al alumnáu opinar en llibertá, porque pa él la lliteratura nun yera dalgo piesllao, cada llector aportaba la so opinión, meyor o peor pero respetable. Y el ciñu col que trataba a cada obra que nomaba, con esi alma de bona persona, de gran conocedor que dexa que l’espíritu los escritores tuvieren presentes nel aula demientres él falaba d’ellos. Ye’l día de güei que me respigo sólo de pensar naquellos díes en que la lliteratura se vistió de mayúscules gracies a Xosé Bolado.

El día que coló de con nós, nun sólo perdimos a un poeta, a un enseñante, a un académicu…, tamién perdimos una gran persona.


Un pájaro tan ligero: antología
Xosé Bolado
Bartleby, 2021
Edición, selección y notas de Esther Muntañola
148 páginas
15 €

Dos poemas de Un pájaro tan ligero

Queríamos vivir

A la luz escasa de los vencidos
sembrabas grana de cosmos en marzo.
Yo conocía
de marzo la infinitud del agua
la fidelidad del aire a los barcos
de travesía, la blancura violeta
del Aramo… Tú sabías de la muerte
su roce de pluma.
Los dos
queríamos vivir.

Queríamos vivir

A la lluz escasa de los vencíos
semabes grana de cosmos en marzu.
Yo conocía
de marzu la infinitú del agua
la fidelida del aire a los barcos
de travesía,
la blancura violeta
del Aramo… Tu, sabíes de la muerte
el so roce de
pluma.
Los dos
queríamos vivir.

Gesto doméstico

—No hay solución.
Decías mientras arreglabas unas cañas de acacia.
Apenas hubo otras palabras,
nada más aquel gesto tan tuyo: esa forma de transmitir
esperanza inocente sobre una jarra de cocina.

Estuve contigo. Tampoco sería razonable
que se abriera entre el silencio el murmullo
de las frases hechas, que nos invadiera
el aire preso de la retórica, que perdiéramos
el combate del corazón, o que entre verdades
a medias, dejásemos irse el amor que sentimos.

Quedan contra toda razón unas flores de acacia
pues su pureza nunca fue un adorno vano.

Xestu domésticu

— Nun hai solución.
Dicíes, mientres iguabes unes cañes d’acacia.
Apenes hubo otres palabres
namás aquel xestu tan tuyu: esa forma de tresmitir
esperanza inocente sobre una xarra de la cocina.

Tuvi contigo. Tampoco sería razonable
que s’abriere ente’l silenciu’l murmuriu
de les frases feches, que nos invadiere
l’aire preso de la retórica, que perdiéremos
el combate del corazón, o qu’ente verdaes
a medies, dexáremos dise l’amor que sentimos.

Queden contra toa razón unes flores d’acacia
pues la so pureza nunca fuere adornu vanu.


Esther Muntañola (Madrid, 1973) es licenciada en bellas artes por la Universidad Complutense y profesora de dibujo de Educación Secundaria.  Mantiene en paralelo a la escritura su actividad como artista plástica. En junio de 2003 se publicó su poemario En favor del aire, al que siguió Flores que esperan el frío (2012). En abril de 2017, aparece Comiendo de una granada, y en octubre de 2018, Árbol, poemario en el que se unen poesía e imagen. Sus poemas se encuentran recogidos en varias antologías entre las que cabe destacar Poesía capital (2009), (Tras)lúcidas. Poesía escrita por mujeres (1980 – 2016) (2016) y Del alma a la boca: trece poetas madrileñas (2018). Es miembro de la asociación de mujeres poetas Genialogías y de la asociación MAV: Mujeres en las Artes Visuales. En el blog <http://esthermuntanyola.blogspot.com> se muestra parte de su obra plástica y poemas.

Nel Morán (Trubia, 1959), diplomáu en Maxisteriu y maestru xubiláu, ye autor, xunta Maite G. Iglesias, del llibru de testu Les coses d’Iyán (1992) y de los cuentos de la serie Ñubina, que fueron saliendo ente los años 2003 y 2004. Nel añu 2014 gano’l premiu de l’Academia de la Llingua Asturiana de Llectures pa Rapazos cola novela Tyan (2018), cola que inaugura la xera narrativa, que va siguir nel 2019 con Fabia y nel 2020 con Na sienda’l destín, dambes espublizaes en Trabe. Como traductor, collaboró cola editorial VTP na edición de les obres El suañu d’una Nueche de San Xuan y otros cuentos de Shakespeare, de Charles y Mary Lamb (1998).

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