/ una reseña de M. S. Suárez Lafuente /
Esta novela, Marzahn, mon amour, publicada en 2019, es un canto a la profesionalidad, al buen hacer y al gusto por la vida. Con el barrio berlinés de Marzahn de fondo, su autora, la alemana Katja Oskamp, compone un mosaico de vidas posibles, cotidianas y sencillas de gente que vivió y trabajó bajo el régimen político de la República Democrática Alemana y que, mal que bien, hubo de reajustarse a las diferencias de la nueva Alemania de la reunificación después de la caída del Muro en 1989.
La escritora se presenta como alguien en caída libre; alguien a quien acaban de rechazar su nueva novela, con un matrimonio ya sin ilusión, con su hija en el extranjero y «medio agotada por la monotonía». Aprender el oficio de pedicura es un nuevo comienzo vital para frenar «una caída fulminante». Y en esta tesitura, postrada a los pies de sus clientes, queda fascinada por la inteligencia emocional de quienes le cuentan su vida mientras se abandonan a sus cuidados.
A medida que la novela avanza, vamos conociendo el modelo de vida de la RDA, los diferentes trabajos que estaban a disposición de hombres y de mujeres, los estudios que se les ofrecían, la manera de divertirse, las posibilidades de practicar deporte y de habitar las ciudades. Todo esto se inscribe en la caracterización de las distintas personas que se sientan en el sillón rosa de la pedicura de Marzahn.
Así, la pedicura encuentra varios alicientes en su humilde práctica. Por una parte, descubre su interés por la gente corriente, por sus historias, sus sueños y su salud. Por otra parte, se enorgullece del trabajo bien hecho, de los pies destrozados que es capaz de recobrar, de los pies perfectos que cuida con mimo, de cómo se afianza su conocimiento de los huesos, de los músculos y de la razón de las deformaciones del pie humano, y, sobre todo, disfruta de la dimensión sanadora de su oficio.
No menos importante es que la escritora degradada en pedicura descubre que mientras ejerce de cuidadora de pies y, en buena parte, de almas, está haciendo literatura, escribiendo con su mente y con sus manos: «Mis manos recorrían esas proporciones clásicas. Me demoré en todo, en el cambio de ritmo, masajeaba despacio, con dedicación. […] Dibujo círculos alrededor del maléolo, extiendo el tendón de Aquiles, froto las plantas de los pies con el puño, estiro el antepié». El resultado es una prosa bien cuidada y ágil, como las extremidades que salen de su consulta.
Aún hay otra metáfora sostenida en la obra de Oskamp: la que ofrece el barrio de Marzahn con su disposición física, la altura de sus casas, el Skywalk, el lugar elegido para árboles y jardines, la brisa, los canales ventosos que crean los rascacielos y que arrastran consigo «todo aquello que no ha sido debidamente sujetado». Sus habitantes, ya en la última fase de la ciudadanía, han reajustado sus vidas a los nuevos tiempos, procurando mantener lo necesario para no sucumbir al desánimo.
Una de las últimas historias, la de Gerlinde, constituye un buen ejemplo de adaptación a los huracanes del siglo XX. Gerlinde Borkat ha sobrevivido al nomadismo impuesto, a la separación de sus seres queridos, a la lucha obrera, a los trabajos duros y a los cambios políticos. A los ochenta años, sonríe relajada mientras deja fluir sus duros recuerdos y Katja se esmera en aliviar unos pies destrozados por la historia.
Oskamp usa de fondo la obra de 1952 de Samuel Beckett Esperando a Godot, en la que dos personajes esperan no saben a quién, ni qué, ni por qué, pero esperan. Aceptar la vida con sencillez no es siempre fácil, pero si se consigue, la supervivencia se convierte en buena literatura.

Katja Oskamp
Hoja de Lata, 2021
182 páginas
17,90 €
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