Trabajos de amor de Madeleine Bunting

José de María Romero Barea reseña 'Trabajos de amor: la crisis de la asistencia', un libro que recompone nuestra arrogancia hecha añicos y renueva nuestra capacidad de empatía.

/ por José de María Romero Barea /

En estos tiempos de pandémica egolatría, la literatura nos ayuda a procesar nuestros fracasos colectivos: «Subyace a la crisis sanitaria una historia de invisibilidad, que comenzó con el hogar y la familia, y proyecta su larga sombra sobre la prestación de cuidados» (traducción mía, al igual que las restantes). Se enfatiza la cotidiana tenacidad, se invita a la resistencia: «Quienes trabajan en la industria de la salud se ven obligados a justificarse en términos de eficiencia y productividad, elementos de mercado contrarios a los valores intrínsecos de dicha prestación». Recompone el tratado Trabajos de amor: la crisis de la asistencia (Granta, Reino Unido, 2020) nuestra arrogancia hecha añicos, renueva nuestra capacidad de empatía.

«Ante el sufrimiento, necesitamos hallar un significado compartido que aporte consuelo o alivio, por leve que sea». No se interponen los discursos fragmentados en el camino de la experiencia inmersiva: «Los cuidadores se encuentran atrapados entre el tiempo del reloj y el necesario para realizar su tarea: a veces, media hora no basta para adecentar a un paciente con demencia». Los vectores de la afección son las coordenadas en las que se maneja la escritora británica Madeleine Bunting (1964), al desentrañar los discursos del afecto para lidiar con las cargas de la culpa.

«La despreocupación es una forma de abuso. La indiferencia o el descuido tienen consecuencias», sostiene la periodista, que relata en primera persona el malestar ajeno: «Nuestro sentido de dignidad se basa en las acciones de los demás; sin esa interdependencia, las interacciones pueden volverse degradantes». Se ocupa lo mismo de los hogares aquejados por la dolencia, que de las públicas instituciones que los asisten (o se niegan a hacerlo): «Muchas familias se han visto atrapadas en la dolorosa brecha entre lo que se sabe que es beneficioso y lo que encuentran a su disposición». Frente a los mecanismos de autoprotección de la ignorancia, la ensayista de Radio Three se obceca en sostener la mirada: «Cuidar consiste en tomar decisiones colectivas sobre el valor de cada vida individual».

Se nos invita a afrontar las implicaciones de descuidar a nuestros semejantes: «La bondad implica el reconocimiento de un vínculo común, un sentido de pertenencia del uno al otro». La que fuera editora asociada y columnista del periódico The Guardian entrevista a ancianos, discapacitados, y, en general, damnificados por la inmisericorde industria sanitaria: «No hay que lidiar con el terror emocional no resuelto de familiares y enfermos: hay que combatirlo de lleno». Se compromete para ello con la eficiencia empática, blande la bondad como herramienta de gestión: «El arte de cuidar es toda una herencia, un legado que pasa de una generación a la siguiente».

Defiende la creadora una atención médica universal financiada por los contribuyentes: «¿Cómo explicar el valor crucial del médico a la hora de reforzar la fragilidad? Limitándose a ser una presencia estable y continuada». Lamenta la falta de inversión estatal que abandona a su suerte a los sanitarios en los campos de batalla de hospitales a los que acuden mal equipados, despojados de argumentos para la confianza: «Nuestros ancianos se encuentran atrapados en el epicentro de una crisis provocada por el déficit de financiación, cultura organizacional, relación, tiempo y atención».

Se emplea la periodista anglosajona «para llegar al fondo de la motivación de nuestros cuidados mutuos, de las habilidades y conocimientos requeridos». Esta cartografía necesaria del consuelo logra desentrañar los argumentos de una defensora de la confianza, la calidez y la amabilidad como armas para combatir el sufrimiento: «Cada quién tiene razones para dotar de contexto a la tradición terapéutica», concluye la autora de Amor al país: un viaje a las Hébridas (Granta, 2016): «Nuestras vidas dependen de ello, en muchas más formas de las que podemos comprender».


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José de María Romero Barea (Córdoba, 1972) es profesor, poeta, narrador, traductor y periodista cultural. Es autor, entre otras obras, de los poemarios Resurrecciones (2011), (Mil novecientos setenta y) Dos (2011) y Talismán (2012), que conforman la trilogía El corazón el hueco, primera sección a su vez del proyecto Poesía (qué si no). El primer libro de la segunda sección, Un mínimo de racionalidad, un máximo de esperanza salió publicado en 2015. Romero Barea también es autor de la trilogía narrativa Interrupciones, formada por Hilados coreografiados (2012), Haia (2015) y Oblicuidades (2016), y ha traducido los poemarios Spanish sketchbook, de Curtis Bauer (España en dibujos, 2012); Disarmed, de Jeffrey Thomson (Inermes, 2012) y Gerald Stern. Esta vez. Antología poética (2014). Además, colabora con reseñas, entrevistas y traducciones en publicaciones de ámbito nacional e internacional como El País (Babelia)Le Monde DiplomatiqueLa Vanguardia (Revista de Letras)Claves de Razón PrácticaÁbacoQuaderni IberoamericaniQuimera y Nueva Grecia, de cuyo consejo de redacción forma parte. Los volúmenes La fortaleza de lo ilegible (2015) y Asalto a lo impenetrable (2015) incluyen una amplia selección de su obra crítica.

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