Mirar al retrovisor

La lección de la geopolítica

Joan Santacana escribe sobre las nuevas claves de un mundo en el que Europa no cuenta, y cuyo centro se ha trasladado al Pacífico.

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La geopolítica siempre ha sido una ciencia importante. Lo fue sobre todo en la Europa del siglo XIX y la practicaron todos los grandes imperialismos. Esta disciplina es el estudio de los efectos y la interrelación de la política y la diplomacia con la geografía; así como un instrumento que utilizan los Estados mayores para intentar predecir el comportamiento de los Estados en los grandes conflictos a partir de unas variables constantes. Pero hoy los europeos parece que la han olvidado. De hecho, Europa perdió su brújula en geopolítica como mínimo desde la crisis de Suez en 1956. Aquel año, un 29 de octubre fuerzas aeronavales francesas y británicas atacaron Egipto porque el presidente Nasser había nacionalizado el canal, controlado por compañías de ambos países desde su construcción. Fue una operación de castigo típica. Pero ocurrió algo que no estaba en sus planes: la Unión Soviética se opuso firmemente y los Estados Unidos, que estaban contra la intervención, obligaron a sus aliados a una humillante retirada. El canal quedó en manos de los egipcios.

La consecuencia más importante de este suceso fue que, desde aquel, día todo el mundo se dio cuenta de que ambas potencias, Francia y Gran Bretaña, ya no podian decidir solas lo que ocurría en su mundo. La debilidad no era solo militar, sino económica. La lección geopolítica era que habían perdido peso en el tablero mundial. Han pasado desde entonces setenta y cinco años. Y en este tiempo el peso de las relaciones económicas se ha desplazado del Atlántico al Pacífico. Los Estados Unidos son cada vez más una potencia volcada al océano Pacífico y Europa se ha convertido en una especie de parque temático al que se puede ir de turismo, porque tiene antigüedades, porque allí están los antepasados de uno, pero ya no es lo que era. Se trata de una zona del mundo que no ha sabido concluir su unión política más allá de algunos acuerdos; no dispone de una fuerza militar disuasoria dado que los ejércitos europeos no parecen muy eficaces sin la cobertura norteamericana; por añadidura es un continente dependiente energéticamente de Rusia —su antigua enemiga— y las conexiones de gas procedentes de un norte de África cada vez más inestable. Finalmente, tampoco es capaz de producir elementos estratégicos fundamentales para su crecimiento: hasta las mascarillas usadas contra el virus maldito se tuvieron que importar.

En estas circunstancias, ¿qué piensan los estrategas norteamericanos? Piensan probablemente, que una de las zonas vitales para ellos es Singapur y el estrecho de Malaca: por allí pasa un tercio del crudo petrolífero. Y no solo el crudo, sino el resto de las mercancías vitales. Por ello, en 2019 Singapur y los Estados Unidos firmaron un protocolo por el cual la Séptima Flota norteamericana, incluidos los portaviones, utilizarán las instalaciones de Singapur. Sus grandes navíos, portadores de cabezas nucleares, podrán cruzar este estrecho, entrar en el Índico y llegar al mar de Arabia en menos de un día de navegación. Si se bloquea Singapur, China se quedaría sin recursos energéticos fundamentales. Y Singapur, además, es un país muy pequeño de menos de mil kilómetros cuadrados, pero su gasto militar es proporcionalmente similar al de Rusia.

Pero, a todo esto, ¿se han fijado ustedes donde está Australia? Acostumbrados como estamos a mirar el mapa de tal forma que Europa está en el centro, hemos llegado a creer que Singapur y Australia son apéndices nuestros, pero ya es hora de mirar el mapa sin la visión eurocéntrica, poniendo en el centro el inmenso Pacífico. Entonces nos daríamos cuenta de que Australia está entre el continente americano y China. Singapur y Australia son el bajo vientre de China. Si se entiende esto, resulta fácil comprender por qué este continente austral ha renunciado a la compra de viejos submarinos franceses, propulsados por motores de gasolina, tecnología obsoleta, y los ha cambiado por submarinos nucleares, proporcionados por los Estados Unidos. El presidente Biden ha hecho sutilmente lo mismo que decía Trump. Pero ahora, en caso de conflicto, estos submarinos de propulsión nuclear se interpondrían entre Estados Unidos y China. La geopolítica sigue dando sus lecciones. ¿Se han preguntado qué se interpondría entre China y nosotros? Nadie.


Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.

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