/ Mirar al retrovisor / Joan Santacana Mestre /
Hay muchas cosas que yo no entiendo. Me he dedicado durante muchos años a la museografía; he perdido la cuenta de los museos y centros de interpretación que he diseñado y de los artículos que sobre estos temas habré escrito; y, sin embargo, desconozco cómo en la gestión cotidiana de la política se decide crear un museo o no crearlo. Les quiero hablar del no nato proyecto del llamado Hermitage de Barcelona.
Hay una polémica de fondo que resulta difícil de seguir. La idea, al parecer, surgió del difunto amigo Jorge Wagensberg (1949-2018). Yo lo conocí hace muchos años, cuando parió el proyecto de un museo de la ciencia de Barcelona, hoy el Cosmocaixa. Recuerdo compartir muchas ideas e incluso haberle invitado a alguna charla en el paraninfo de la Universidad. Imagino que pocas personas sensatas discuten que fue un científico relevante y un museólogo que se adelantó a su tiempo, con ideas sobre los museos de ciencias que pocos tenían en este país. Pues bien, él soñó con una especie de Cosmocaixa de las humanidades y el arte. Quería combinar arte y ciencia, algo que lo obsesionaba desde siempre, y parece que halló suficientes aliados como para encabezar el proyecto. Ya no sé si esta idea surgió en su cabeza al mismo tiempo que el Cosmocaixa, que creo que fue hacia 1991, cuando aceptó la dirección del Museo de Ciencia de Barcelona. Pero esta otra de un museo de referencia en este campo parece que está paralizada; en realidad es el campo de lucha entre dos concepciones políticas sobre la gestión de una ciudad y de su espacio público. Si esta idea fuera únicamente una sucursal del Hermitage, ya valdría la pena arriesgarse, pero parece que no era así. Me sorprendería que un hombre que ideó el Cosmocaixa apostara por una pinacoteca al uso, con cuadros colgados de las paredes. No era su estilo.
¿Cuáles son las razones por las que el proyecto tiene tantos enemigos? Las políticas no las conozco; las museísticas sí. Hay quien afirma que cuando los museos de Barcelona no tienen recursos, hay otras prioridades que atender. Y es cierto. Nuestros museos padecen de anemia; carecen de recursos para exponer o adquirir obras y casi de recursos para la limpieza. Pero ¿una nefasta política cultural de nuestras instituciones ha de obstaculizar ideas nuevas? Otros han dicho que no hay que hacer un museo nuevo, sino consolidar los que existen. Esta frase es una variante de la anterior. ¿Tienen miedo de la competencia en tema de museos? ¿No quieren que un proyecto con ideas ponga de manifiesto la propia falta de imaginación? Wagensberg quería un centro de creación y divulgación científica que pudiera explicar la historia humana, la epopeya de la humanidad mediante un dialogo entre la ciencia y el arte, desde las pinturas rupestres hasta las creaciones actuales. Y quería contar con obras del Hermitage, ¡claro que sí! Y de otras partes también.
Yo quisiera recordar que cuando, entre 1993 y 1998, se construyó el Guggenheim de Bilbao, en una curva del antiguo muelle de uso industrial, se vio rodeado por una terrible polémica. En aquel entonces, Thomas Krens, que era el ideólogo de aquel singular proyecto, ofreció su idea a Barcelona en primer lugar, pero no halló en la ciudad ninguna sintonía favorable. Solo el Gobierno Vasco y la diputación de Vizcaya afrontaron el reto a pesar de las duras criticas y de la oposición que tuvo el proyecto, que llegó a ser tildado de «fábrica de quesos». Otros decían que lo sensato era potenciar lo que había. Hubo criticas en el sentido de que este museo arruinaría las arcas de la cultura de Euskadi durante años. Ahora, despues de treinta años de éxitos, de haber transformado una ciudad gris y decadente, ¿dónde están los críticos?
Yo sé muy bien que textos como el mío no van a servir para variar el rumbo del Ayuntamiento barcelonés. Ha dicho que no. Y lo ha dicho, casualidades de la vida, al tiempo que en Oslo se terminaba la obra y abría sus puertas la impresionante obra del Museo Munch. En Oslo han conseguido que el proyecto sea un elemento cohesivo de la comunidad, y no solo de la ciudad, sino de todo el país. No acierto a comprender cómo la idea de Wagensberg, quizás el único museólogo que consiguió cambiar el concepto de museo, no triunfa en la ciudad en donde él mismo parió la idea. Y en este mismo momento, me surge en la memoria el rechazo que el Ayuntamiento de Barcelona manifestó hacia el proyecto de Ildefonso Cerdá para el ensanche de la ciudad. En aquella ocasión se impuso el criterio de Madrid y, por lo tanto, el Ayuntamiento perdió la jugada. Yo no veo problemas; solo excusas y quizás miopía. El futuro juzgará a cada cual según los resultados.

IMAGEN DE PORTADA: Jorge Wagensberg

Joan Santacana Mestre (Calafell, 1948) es arqueólogo, especialista en museografía y patrimonio y una referencia fundamental en el campo de la museografía didáctica e interactiva. Fue miembro fundador del grupo Historia 13-16 de investigación sobre didáctica de la historia, y su obra científica y divulgativa comprende más de seiscientas publicaciones. Entre sus trabajos como arqueólogo destacan los llevados a cabo en el yacimiento fenicio de Aldovesta y la ciudadela ibérica y el castillo de la Santa Cruz de Calafell. En el campo de la museología, es responsable de numerosos proyectos de intervención a museos, centros de interpretación, conjuntos patrimoniales y yacimientos arqueológicos. Entre ellos destaca el proyecto museológico del Museo de Historia de Cataluña, que fue considerado un ejemplo paradigmático de museología didáctica.
Es curioso, o no, que los mismos políticos que se niegan a aceptar el nuevo museo-exposición para lo ciudad son los que se están cargando lo poco que quedaba incólume del trazado del plan Cerdà. Hay que soportar que se hagan pasar por izquierdistas y socialistas! . Cerdà era un icariano y un socialista utópico y hace verdad aquel dicho de que los socialistas utópicos, fueron los menos utópicos y mas socialistas de los que hemos visto. ¡Mas utopía y menos ignorancia!