/ Escuchar y no callar / Miguel de la Guardia /
Si pasean por la calle Játiva de Valencia después del cierre de los comercios se darán cuenta de que a la entrada de la antigua Delegación de Hacienda en la ciudad y de la tienda de FNAC se refugian muchas personas sin hogar a la búsqueda de un lugar seguro en el que pernoctar. No parece que el tema inquiete al alcalde, el señor Ribó, ni al gobierno municipal que aspira a adquirir el viejo edificio de Hacienda, pero que no se dan cuenta de la urgente necesidad de ofrecer una vida digna a todas esas personas.
No me resulta suficiente respuesta que, después de un primer titubeo, se haya mejorado la subvención a Casa Caridad y otras instituciones que suplen la inacción municipal, mientras que se multiplican las contrataciones a dedo y se potencia generosamente la lengua minoritaria de los valencianos. En el fondo es una cuestión de prioridades y parece ser que ofrecer una alternativa de integración social a las personas centrifugadas por el capitalismo feroz y las crisis sucesivas no lo es frente al bienestar de familiares y correligionarios de los cargos electos, la instalación de semáforos con imágenes con faldas (me temo que lo que se pretende como visualización de las mujeres se convierte en una burda imagen de que las niñas deben usar falda y no pantalones), la rotulación de las calles en valenciano o esa bobada de rotular en locales públicos en valenciano con letras de mayor tamaño que en español (lo que provoca la impresión de que si hablas valenciano naturalmente tienes una visión peor que si lo haces en la lengua mayoritaria). Si a lo anterior añadimos obras de dudoso coste e interés, como la nueva ubicación del Rastro de Valencia, enjaulado en horario de funcionarios, o la ausencia de noticias sobre la recuperación de los desaparecidos cuatro millones de fondos de la EMT, se podrá entender que el prestigio del actual ayuntamiento no pase por su mejor momento, y eso que lo tenían fácil después del saqueo de las arcas municipales llevado a cabo por la administración del PP.
El problema es que no basta con apoyar causas que den una imagen izquierdista, como la palestina o la saharaui, aunque tengan parte de razón, que no toda, sus protagonistas. Tampoco es suficiente criticar que otros estigmaticen y condenen a la marginalidad a quienes mendigan o malviven en las calles de nuestras ciudades. Mientras haya una sola persona que no tenga un lugar en el que refugiarse y recuperar unas condiciones dignas de vida, no se puede ir por ahí de progresista. No se trata de levantar monolitos a movimientos sociales como el 15-M: estamos hablando de justicia, de dignidad, de derechos humanos. Más allá de la plétora de asesores, representantes y paniaguados, se trata de hacer una gestión inteligente de los fondos públicos en favor de los más necesitados; se trata, en definitiva, de trabajar en serio, no de propaganda pseudoprogre y hechos más que discutibles.
Si hubiese alguien inteligente y capaz al mando de la administración local de Valencia, no habría nadie sin techo ni oportunidades de encontrar un lugar en la sociedad valenciana desde el que pudiera ser útil a sus conciudadanos y aspirar a la felicidad. Me sobra arrogancia y gestión en favor de los correligionarios y me falta humanidad y buen hacer en esta administración local que, se supone, es la que nos representa a todos y en verdad se encuentra más cerca de los supremacistas, de los ciegos que no ven el dolor de los desheredados que de quienes necesitan el calor de sus vecinos en esa casa común de la humanidad que siempre soñó la izquierda, lejos de nacionalismos de ningún tipo, pues todos son excluyentes.

Miguel de la Guardia es catedrático de química analítica en la Universitat de València desde 1991. Ha publicado más de 700 trabajos en revistas y tiene un índice H de 77 según Google Scholar y libros sobre green analytical chemistry, calidad del aire, análisis de alimentos y smart materials. Ha dirigido 35 tesis doctorales y es editor jefe de Microchemical Journal, miembro del consejo editorial de varias revistas y fue condecorado como Chevallier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Consejo de Ministros de Francia y es Premio de la RSC (España). Entre 2008 y 2018 publicó más de 300 columnas de opinión en el diario Levante EMV.
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