Crónica

Crónica ejemplar de la última peste

Jaime Santirso publica 'Los primeros días: un reportero atrapado en Wuhan', relato personal desde el foco de la pandemia por la covid-19.

/ Incursiones periódicas / José Luis Argüelles /

El mejor periodismo parece siempre un milagro. Nunca lo es, como explica Soledad Gallego-Díaz, exdirectora de El País y una de las decanas de la prensa española, en el prólogo de Los primeros días: un reportero atrapado en Wuhan (Altamarea), libro en el que Jaime Santirso (Gijón, 1990) relata su andanza por la ciudad china en la que se detectó el SARS-CoV-2, el coronavirus que ha causado hasta la fecha unos 6 millones de muertos en todo el mundo. Lo milagroso, en el sentido de extraordinario y asombroso, es que detrás de esas informaciones sustanciales en las que se aboceta la historia suele estar alguien dispuesto a contarnos lo que pasa, aun entre las mayores dificultades y peligros. La crónica desde el lugar de los hechos. Heródoto y su herencia. Un estilo de vida, como se dice en otra de las páginas de este volumen, que resulta de lectura obligada para entender el oficio de informar.

Santirso, corresponsal ahora del diario ABC en Asia, ha evitado una tentación: reunir las crónicas que publicó en El País, su periódico entonces, en aquellos «primeros días» de enero de 2020, cuando se convirtió en uno de los pocos periodistas internacionales en el epicentro del que fue el foco primigenio de la peste de nuestra época. Lo fácil era poner un título a aquellas informaciones, por las que recibió el premio APM al periodista joven de aquel año, y dejar en esa recopilación su visión del origen de una pandemia que, más de dos años después, aún mata y ha puesto contra las cuerdas a todas las economías, incluidas las más poderosas.  

El reportero ha optado, en cambio, por relatar desde la primera persona su experiencia de periodista ante unos sucesos que se encadenan como en una pesadilla. Y lo ha hecho con solvencia y honradez, sin hurtar al lector sus temores e inseguridades. Uno de los mandatos de la profesión periodística exige apartar el yo de la información. Pero la subjetividad es un fértil campo de operaciones cuando lo que se cuenta es la propia vida enredada en la madeja de la realidad y los hechos. En el canon de la profesión hay unos cuantos sobresalientes ejemplos. Y, cuando escribe, a Santirso le gusta verse confrontado con lo que le interesa o con lo que en ese momento tiene entre manos. Esa querencia es ya visible en su primer libro, Encuentro (Trea, 2018), donde relata en prosa y verso su acercamiento a la poesía desde un previo desinterés por este género.

El lugar más peligroso del mundo

Santirso viajó sin objeciones al «lugar más peligroso del mundo en aquel momento», como afirma también Gallego-Díaz. «¿Cómo ves ir a Wuhan? Lo antes posible», le escribió perentorio su entonces director adjunto, Jan Martínez Ahrens. Y lo hizo con lo puesto, más una antología de la poeta polaca Wislawa Szymborska y una voluminosa máscara antigás que le había acompañado en su excelente cobertura de las enérgicas protestas de Hong Kong. La escueta impedimenta de un corresponsal que lleva solo ocho meses en su puesto y que desconoce el funcionamiento interno de una Redacción. Graduado en Periodismo por la Universidad de Navarra y con un máster en Relaciones Internacionales por la Tsinghua University de Pekín, suplirá esa inexperiencia con las mejores armas de todo periodista de raza: la capacidad de observación, la tenacidad y el ingenio al servicio de la noticia, es decir, de los lectores.

Los grandes periodistas suelen arreglárselas (la casualidad juega con frecuencia a su favor) para estar en el lugar adecuado y en el momento preciso. Es así como Santirso embarca, el 22 de enero de 2020, en uno de los últimos vuelos a Wuhan. En una hora en la que, como él mismo señala, «todo estaba a punto de quedar sumido en la irrelevancia». Trece días antes había redactado la primera información sobre un patógeno que causaba una rara y, en algunos casos, letal neumonía. El titular circunscribía la alarma a al país del que informaba: «El nuevo virus tiene a China en alerta». El 14 de enero la Organización Mundial de la Salud (OMS) opinaba que aún faltaban evidencias para afirmar que ese coronavirus se transmitía entre humanos, aun cuando un día antes existía constancia de un caso fuera de las fronteras chinas, en Tailandia. En apenas unas semanas, la covid-19 era ya la enfermedad que cambió nuestras vidas. El primer enfermo en territorio español se localizó el 31 de enero, en La Gomera.

El azar y hasta Morfeo colaboran con los periodistas que buscan la noticia. Santirso, rendido por la larga jornada y el viaje, duerme aquella primera noche en la habitación 2802 del hotel Sheraton de Wuhan, una ciudad de 11 millones de habitantes que el Gobierno chino acaba de cerrar a cal y canto solo unas horas antes. El virus acabaría por extenderse hasta 258 países y territorios, con 343 millones de casos de la enfermedad por la covid-19, según datos de 21 de enero de 2022, dos años más tarde. El corresponsal tiene avisos en su móvil sobre esta medida extrema: una megalópolis candada, con el transporte público paralizado, a la que no dejan entrar y de la que es imposible escapar. Una decisión que llegó casi un mes después de los primeros casos en el mercado mayorista de de Huanan.

Solo y con una historia entre manos

Un colega australiano le explica a Santirso en pocas palabras la situación: «Tío, todos los periodistas se están yendo. Estás solo». Pero le muestra también la cara buena de la Luna: «Date cuenta de la historia que tienes entre manos». Luego sabríamos que hay otros siete corresponsales internacionales en Wuhan, entre ellos el también español Lucas de la Cal, que publica en El Mundo. Y aquí el libro se convierte en la apasionante narración de un informador que debe contar lo que pasa siguiendo una carrera de obstáculos: el reguero del temor de una población amenazada por un virus mortal y la conminatoria policía china.

Los alevines de periodistas deben leer con atención estas páginas en las que Santirso muestra la panoplia de recursos con que enfrenta la situación para poder informar a sus lectores. Recorrerá kilómetros con una sencilla bicicleta agenciada a la puerta de su hotel para contarnos el logro de aquel gran hospital para enfermos de coronavirus que se levantó, entre la admiración de todos, en menos de diez días. Se alimentará obsesivamente de espagueti carbonara, café y poco más. Dará con la colonia de españoles que comparte miedos y ansiedades en Wuhan, nueva ciudad camusiana en la que se mirarían poco tiempo después las urbes y pueblos de todo el mundo. Aislamientos y cuarentenas. La primera gran peste del siglo XXI. Otra perturbadora novela de la apabullante realidad.

El 28 de enero de 2020 Santirso sabe, después de hablar con Àngels Barceló para la Cadena SER, que el reportero, o sea, él mismo, «ya forma parte de la historia» que relata. Y será así hasta el final. Hasta el final de su libro, claro, no de la covid-19 que mutará y aún sigue entre nosotros. El corresponsal es repatriado con el resto de españoles de Wuhan dos días más tarde a bordo de un Boeing 747 en el que también viajan ingleses, daneses y un noruego. Ingresado en la habitación 1 de la planta de 17 del Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla, en Madrid, guardará cuarentena y será el primero en someterse a una PCR, una prueba de la que semanas después empezaríamos a saberlo casi todo. Soledad Gallego-Díaz le pidió, por supuesto, que contara también aquellos días.

Santirso volvió a Wuhan el 17 de octubre de 2020, tiempo después de regresar a su corresponsalía en Pekín. Lo explica en el epílogo de su libro. Y también cómo un pirado estadounidense, con blog y disparatado eco, llegó a asegurar que el periodista asturiano era parte de un complot a gran escala y que, según revelaban sus análisis, quien estaba detrás era el conocido actor y cómico Sacha Baron Cohen, famoso por su papel en Borat y tan alto y espigado como el propio Santirso. «Si escuchas con atención empezarás a darte cuenta de que su acento español está muy estudiado», aseguraba el bloguero.

El buen periodismo, cuyo hilo seguimos en Los primeros días:,un reportero atrapado en Wuhan, parece siempre un milagro aunque nunca lo sea. Exige rigor, trabajo, dedicación, paciencia, empatía, inteligencia… Para la desinformación, la delirante y la mejor amañada, basta con la estupidez y la mala fe. En su muy recomendable obra, Santirso nos deja además una reflexión oportuna en un nuevo momento de crisis internacional por la amenaza rusa a Ucrania: China trabaja para convertirse en la primera potencia mundial.


José Luis Argüelles (Mieres, 1960), periodista y crítico, es autor, entre otras publicaciones, de los libros de poemas Cuelmo de sombras (Versus, 1988), Pasaje (Trea, 2008), Las erosiones (Trea, 2013, Premio de la Crítica de la Asociación de Escritores de Asturias), Gran desconcierto (Trea, 2018), Mar sin fin (Heracles y nosotros, 2020) y Protesta y alabanza (Impronta, 2020).  Preparó y prologó la antología de poetas en lengua asturiana Toma de tierra (Trea, 2010). Sus aforismos han sido incluidos en el volumen Pensar por lo breve: aforística española de entresiglos (Trea, 2013), de José Ramón González.

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